El mundo no será destruido por aquellos que hacen el mal, sino por aquellos que lo observan y no hacen nada.
Albert Einstein
Gracias al activismo político, social y económico se han conseguido grandes logros en relación a los derechos de las partes o sujetos más débiles del sistema, aunque es cierto que la historia de algunos grupos de activismo comprometido algunas veces se han teñido de ciertos colores no muy deseables de presión política y, también aquellos, cuyas actuaciones han traspasado la línea roja que puede definir sus actuaciones como lícitas o ilícitas, pero con cierta justificación social y, hasta incluso, moral en algunos casos, que necesita de un examen en profundidad que se abordará en futuros artículos.
Hay quien considera que el activismo tiene un germen personal aunque su manifestación sea grupal. Es decir, agrupación voluntaria de personas cuyo nexo de unión es la exigencia de un cambio social, político y/o económico, adoptando en algunos casos una personalidad jurídica mediante la constitución de una organización de tipo asociativo.
Sea como fuere, en el activismo existe una conciencia social de necesidad de cambio del sistema, bien en algunas de sus formulaciones por considerarlas injustas, o en su totalidad.
Pero, ¿cuál debe ser el alcance de esta lucha social?.
La respuesta a este interrogante debería vincularse a la valoración de la gestión de nuestros dirigentes políticos, pero también a la calidad de nuestro sistema democrático o de los sistemas democráticos en general, de tal manera que, cuanto peores sean mayor es la necesidad de la “lucha social”.
Nadie puede negar, a pesar de las preferencias políticas de cada cual, que la gestión política en nuestro país no sólo no merece siquiera el aprobado, quizá un insuficiente como mucho, y lo mismo podría decirse a nivel planetario, donde cada vez son mayores la desigualdades entre países ricos y pobres, la marginación de las clases menos favorecidas, todo ello fruto de un capitalismo cada vez más exacerbado o de ideologías radicalizadas, incluso dentro de la izquierda que, en muchas ocasiones, plantean una ruptura radical del sistema, incendiando todo lo que, para ellos huele a opresión, situándola siempre a la derecha cuando muchos de ellos viven como auténticos burgueses disfrazados de obreros, casi siempre buscando la rampa de acceso a la política, si es que ya no están en ésta. O de aquella derecha con olor a fascismo ideológico de épocas pasadas, incendiarios de derechos de las clases más desfavorecidas por el sistema, incluso en contra de los propios Derechos Humanos, quizá en nuestro país echando de falta aquella execrable “ley de vagos y maleantes”.
Sea como fuere, lo radical destruye, ni siquiera con la intención de volver a construir y mucho menos valorando las consecuencias de sus actos en aquella otra parte de los miembros del sistema, aunque sean sus esclavos, que no desean el cambio por estar conforme con él, o al menos les importa un bledo. Sin valorar incluso que, su planteamiento por justo que parezca no puede ser impuesto, porque la imposición no es más que intolerancia a quien piensa de otra manera y, en consecuencia, opresión.
Por ello, el activismo debe ser equilibrado, buscando la concienciación social como paso previo al cambio social que persiguen y, finalmente, al cambio del sistema, sin olvidar que somos una suma de fuerzas en un mismo sentido y progresivo. Recordemos que en física las fuerzas de acción y repulsión entre dos partículas son iguales en intensidad, opuestas en sentido y colineales, por lo tanto el equilibrio es el lugar de partida y la fuerza para que se desplace en el sentido deseado debe partir de la suma de cada una de las unidades que componen el grupo, con la única finalidad y posibilidad de vencer la fuerza contraria, pero por conciencia, no por “aborregamiento”, moda o porque es lo que mola.
La violencia genera violencia, es la contante relación entre acción y reacción, por ello no debe ser admitida en ningún tipo de activismo, sea cual sea su color o finalidad, ni siquiera cuando están en juego las vidas de otras personas, pues se corre el riesgo de que se conviertan finalmente en víctimas de un falso humanismo, ello sin cuestionar la labor de aquellas ONG´s, que estando en primer línea tratan de ayudar a los desfavorecidos y marginados, allí donde se encuentren.
El activismo no puede concebirse más allá de una reacción social a las injusticias sociales, mediante una lucha de concienciación de aborregados o narcotizados ciudadanos para conseguir dentro de la cauces legales una mejora o cambio del sistema, hacia posiciones más justas y humanas.
Estamos llamados a derrumbar los muros que nos dividen y formar una cadena humana que nos una a todos, sumando energías y buscando sinergias para cambiar el mundo, no para crear nuevos muros, aunque estos sólo sean barricadas de fuego, porque eso también es opresión, o lo que es lo mismo, imponer algo por la fuerza… Y, miren por donde, en mi caso cuanto mas me oprimieron más aprendí a amar la libertad. La vida es libertad.
No estaría mal que cada uno en nuestro activismo, recordemos a todos aquellos que nos precedieron en el tiempo, su esfuerzo y su lucha, sobre todo a aquellos que fueron víctimas de cualquier tipo de opresión, a los que derramaron su sangre y perdieron su vida en busca de los auténticos valores democráticos, por la igual, la libertad y la fraternidad. El resto son chorradas.
Busquemos la libertad saltando los muros de la opresión, pero no para levantar nuevos muros.
El cantante Nino Bravo interpreta la canción “Libre” dedicada a la primera victima que muere en su intento de cruzar el muro de Berlín.
No había transcurrido un año de la construcción del muro de Berlín y ya los jóvenes alemanes de la llamada Republica Democrática, RDA soñaban con alcanzar la libertad desafiando la estricta vigilancia a una frontera que dividía Alemania.
Peter Fechter con solo 18 años fue la primera víctima intentando cruzar el muro de Berlín, muere el 17 de agosto alcanzado por disparos de guardias que custodiaban el muro.