LEALTADES

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Vivimos en un mundo de lealtades ciegas, de medias verdades o absolutas mentiras, o de mentiras con apariencia de verdad, donde la lealtad surge de ideologías fanáticas, donde no hay lugar al librepensamiento, donde sólo la falacia se hace hueco.

Se confunde la lealtad con el seguimiento ciego, incluso con el servilismo para alcanzar posiciones privilegiadas de poder o influencia en un mundo de intelectuales mediocres, de políticos de saldo, de religiones cuyos pastores aglutinan a su rebaño mojigato de falsa santería y de temor a la condena eterna.

Estamos en un mundo que como dijo William Shakespeare en el Rey Lear, “los locos conducen a los ciegos”, ciegos sin criterio, sin espíritu crítico por temor a resultar desleales, sin querer darse cuenta que la verdadera lealtad significa dar nuestra  opinión honesta, sin miedo a pensar que no guste.

La lealtad no necesariamente bebe de amistad, es el respeto a nosotros mismos y a quien decimos ser leales, con el fin de crecer juntos, luchando hombro con hombro formando una cadena de unión por un mismo objetivo, donde cada acción individual suma y no resta.

Si somos leales, no cabe duda, que también debemos ser sinceros, pues sin sinceridad no existe ningún tipo de lealtad, porque el sentimiento de respeto que supone la lealtad se traduce en la fidelidad a los propios principios morales y a los compromisos que nos unen.

La lealtad sin buenos principios, sin moralidad no es lealtad, a tal caso se trataría de unión interesada. Por eso es necesario que este valor esté presente en nuestra sociedad, en la que todo tiene un precio, con todo se mercadea, incluso con nuestros apoyos a personas o proyectos, porque de todo se quiere sacar provecho. Para ello es necesario que la lealtad sea la base de todas nuestras relaciones sociales, profesionales y personales, sólo así alcanzaremos un sentido de confianza con todas las personas que se encuentran a nuestro alrededor, de manera que, sin valentía y generosidad, no podrá haber lealtad.

Como siempre los valores que nos definen como buenas o malas personas, son díficiles de cultivar, pero como siempre, la opción está en nosotros mismos, vendernos, cada uno al precio que quiera y pueda, o ser libres trabajando en uniones basadas en la lealtad. Pobre de aquellos que se venden a cualquier precio por alcanzar un objetivo, pues la lealtad no se compra con dinero.

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