LAS PALABRAS QUE NUNCA DECIMOS

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Odio tus llamadas al móvil insistentes, siempre en el momento más inoportuno. Odio tu pesimismo o querencia arrastrada de melancolía -en general odio a las y los plañideros y plañideras-,… todos tenemos lo nuestro; odio tu buenismo, ese querer quedar bien con todo el mundo; odio otras tantas  manías tuyas, como también odiarás tú las mías aunque nunca me lo dirás o si me las dices será con un eufemismo que haga que la palabra odio suene mejor. Pero no estoy aquí para decirte porque te odio, sino decirte porque te quiero.
Nos pasamos la vida discutiendo, viendo lo malo de los demás, buscando amigos sin ser amigos, alerta a lo que nos pueden hacer, pero lo peor de todo, vamos arrastrando durante toda nuestra existencia una cadena que no nos podemos quitar, cada día un poco más pesada. Un lastre que nos hace esclavos de nuestra propia existencia. Una cadena de traumas, celopatías, malas experiencias, de ultrajes y traiciones que nos han hecho, todas filtradas por el tamiz de nuestro propio yo, donde muy pocas veces analizamos nuestra parte de responsabilidad en todas esas acciones que han marcado y siguen marcando nuestra vida, unas veces porque no nos conviene habida cuenta que desmontaríamos la película que nos hemos montando de nuestro peregrinar por este mundo, otras, porque nuestra soberbia nos impide ver y remover en nuestro interior.
Nos montamos la vida como nos dejan y como podemos, queremos ser felices pero ni siquiera lo intentamos… intentamos montar día a día un futuro olvidándonos de vivir el presente, un futuro que ni siquiera sabemos como queremos que sea… La felicidad también hay que buscarla y el positivismo juega un gran papel en lograrlo.
Cada uno hemos seguido nuestro camino, el que algunos ni siquiera hemos elegido por vocación sino por necesidad o dar cierta estabilidad a nuestra vida. Estabilidad, ¿qué es eso?. Para que quiero un vida estable si esa estabilidad me ahoga y no me deja ser feliz.
Pero igual que odio esas llamadas intempestivas, las agradezco porque en ellas muestras tu amor hacia a mi, y el resto, que voy hacer, aguantarlo porque en eso consiste la verdadera fraternidad, porque tenemos la misma sangre aunque no seamos del mismo grupo sanguíneo.
Son detalles, pero también necesitamos las palabras, esas palabras que nos cuesta decir por creerlas cursi. Te quiero hermano. Piensa en la vida que tenemos por delante.
 
 

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