Me preguntaron: ¿crees en Dios?, y mi cabeza se remontó a mis primeros años de escuela, donde en clase de religión estudiábamos el catecismo, y recuerdo en una de las primeras preguntas que se resolvían en tan espiritual-encasillamiento de las excelencias divinas y de su creación, se resolvía la pregunta ¿Quién es Dios?, y recuerdo, incluso mi voz cuando Don Tomás me lo pregunta y yo respondía “Dios es nuestro padre, creador y señor de todas las cosas…”, luego continuaba, con algo que no tiene desperdicio: “… que premia a los buenos y castiga a los malos.”
También recordé en esos flases que pasan por nuestra memoria a más velocidad que la de la luz, las distintas caras que a lo largo de mi vida había puesto a “mi Deidad”, un Dios sonriente, paternal, que acogía entre sus manos a todos los hombres y mujeres del mundo, a un Dios enojado, lanzando rayos sobre la raza humana por la maldad del hombre, de la humanidad…, “creada a su imagen y semejanza” (Génesis 1:26-27); también lo vi como un Dios justo, que daba la oportunidad de que todo el mundo volviese al buen camino premiándoles por ello con la vida eterna a su derecha, mientras que los malos, los indeseables, los asesinos, los pederastas…, los condenaba a las penas del infierno. También lo vi…, como…, un juez intolerante a la vez verdugo que me empezaba a arrebatar a mis seres queridos, algunos jóvenes, ¿por qué?… A partir de ahí la imagen se distorsionó y dejé de ponerle cara…
Dejé de ver a Dios, y tengo que decir que en interior se hizo un vacío bastante grande, quizá por mi rebeldía hacia mi Dios. Empecé a envidiar a los que en Él creían, porque sí, sin más razones, sobre todo en ese Dios indulgente, porque era una forma bajo la que podría haberme cobijado en los malos momentos, cuando nadie me acompañaba en el camino. Entonces lo vi como el principio del todo, de un todo infinito que se expande… como una energía cósmica, como algo que representa la total libertad de la propia existencia, sin dogmas, sin caras, sin religiones, donde el ser humano, aunque siendo una mota de polvo en un universo… es parte de eso todo.
Entonces me di cuenta, que el homo sapiens, esos que me encuentro todos los días en mi corto peregrinar por este mundo, casi iguales que yo, eran parte de ese Dios universo, de ese Dios energía, de ese Dios origen del todo, si es que tuvo que haber un origen… Desde este momento esa ha sido mi imagen de Dios, la de mis congéneres, como parte ínfima de un universo…
Si nuestra especie esta concebida para procrear como una tendencia a perpetuarse en el tiempo, ¿por qué no puedo ver a Dios en cada una de la gente buena que me encuentro por el mundo?, ¿por qué no creer que podemos ser mejores?, ¿por qué no pensar que podemos mejorar el mundo si nos lo proponemos y buscar otros universos?, sin ataduras cargadas de moralina, sin jueces despiadados, ávidos de juicios con prejuicios…
Prefiero creer en el ser humano, en ese ser que, a pesar de haber demostrado a lo largo de su existencia el daño que puede hacer, también es capaz, abriendo un poco más las mentes, nuestras mentes que, igual que hemos construido pirámides, catedrales, cohetes, sondas y estaciones espaciales que exploran nuestro universo, robots que cada día nos imitan mejor; podemos crear nuestra propia existencia, no dejarla que deambule a lo largo de nuestras cortas vidas a capricho de intereses espurios de quienes quieren controlar el mundo con el dinero, con la ambición, con la política… con la explotación y destrucción de la propia humanidad… y, si podemos hacerlo, ¿por qué no intentarlo?… ¿por qué no empezamos a dejar de blandir nuestras espadas y empezamos a mover nuestras cabezas para empezar a ser mejores?, porque sólo así conseguiremos cambiar nuestro entorno y, así, siguiendo la mismas tendencia de expansión de nuestro universo, cambiar los entornos próximos, para crear al final un mundo mejor…
“podemos crear nuestra propia existencia, no dejarla que deambule a lo largo de nuestras cortas vidas a capricho de intereses espurios de quienes quieren controlar el mundo con el dinero, con la ambición, con la política… con la explotación y destrucción de la propia humanidad…
Gracias a aquellas mujeres y hombres íntegros, rectos, que cada día lo intentan, volviendo a construir catedrales donde antes sólo había escombros, piedras amontonadas sin aristas… Gracias por enseñarme y poder aprender como hacer un mundo mejor.
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