REPARTIENDO COCES

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No es la intención en este texto hablar de una de las cualidades de algunos cuadrúpedos, sino más bien evidenciar la fatalidad de algunos bípedos descendientes del momo de sellar sus acciones con una sacudida violenta, en este caso, con una de sus dos patas, lo que pone de manifiesto su falta de cerebro o capacidad racional de actuar con la inteligencia que se le presupone; no se, si por falta de madurez, cobardía, o quizá  ambas, además de un posible ego desmedido que le impide reconocer sus equivocaciones, lo que finalmente se traduce en una actuación tan indigna y reprobable que termina afeando su imagen a nivel social.

 

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Sí, nosotros, quienes presumimos de ser creados por un Dios a su imagen y semejanza, somos capaces de representar nuestra peor obra o dotarla de un fin tan impropio de seres racionales que me lleva a la comparativa con los asnos, eso sí, en.su peor faceta, esto es, en cuanto a su terquedad se refiere. Pero, que le vamos a hacer, cuando es imposible negar esta dualidad del ser humano de ser tan imperfecto como nuestra pretendía perfección nos permite.

Y, como siempre uno está dispuesto a aprender, no sin mostrar como manifestación de la citada terquedad, el principal defecto de nuestra especie, que es la soberbia, voy a hacer uso de una de las enseñanzas de alguien que para mí siempre ha sido un Maestro -con mayúsculas, por si alguien no se ha dado cuenta-, mi querido Jon, quien un día me dijo que, al igual que uno entra en los sitios hay que saber marcharse de ellos, y por sitio, me refiero no solo a lugares físicos con cierta identidad donde se reunen un grupo de personas, sino también a ciertas  relaciones a nivel personal.

De manera que, llegados a este punto, mi pregunta inmediata es: ¿por qué nos cuesta tanto decir que no con un apretón de manos? o ¿mostrar nuestra opinión negativa o crítica a quien o quienes tenemos como interlocutores, en vez de repartir coces a diestro y siniestro?. ¿No será que somos unos auténticos cobardes?, cobardía en cuanto a no saber encajar la respuesta a esa nuestra crítica, bien por falta de argumentos o por temer que se desmonte con la verdad objetiva de los hechos el tinglado que nos hemos montado en nuestra imaginación contra la situación o conducta que despreciamos a golpe de coces,  sin otorgarle el beneficio de la duda; porque desgraciadamente, como también me dijo el citado Maestro, a todos se nos hace un traje, casi siempre más feo que el que nos puede corresponder por aquello del cotilleo y de ver la paja en el ojo ajeno en vez de en el propio, o por nuestra falta de compasión o magnanimidad  con las conductas ajenas que no encajan con nuestro ideal y menos aún con ciertos estereotipos sociales, sin ver más allá de la causa o motivo.

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Creo que así es. Es nuestra debilidad emocional la que nos lleva a dar esos golpes de desprecio con nuestra extremidades, no sin estar acompañada, en el mejor de los casos, de un rebuzno por falta de argumentos o por cobardía de confrontar opiniones sin perder el temple con quien no estamos de acuerdo, casi siempre por nuestra falta de inteligencia como único sustento de la firmeza de nuestros argumentos, lo que finalmente, en vez de, una manifestación cabal y dotada de cierta elocuencia, es decir, dotada de cierta capacidad de deleitar, conmover o persuadir, se traduce en.ese sonido onomatopéyico antes referido y, es que hasta en esto tendremos que aprender de los asnos, a rebuznar con estilo y cierta belleza. He dicho.

Dedicado a aquellos que decidieron el año pasado darme una patada de despedida, sin decir adios, porque los sigo teniendo en mi corazón. Palabrita del Niño Jesús. Y, si la causa fue como respuesta a una previa coz mía, le emplazo a una terapia conjunta para aprender a rebuznar con más estilo.

 

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