LAS BARRICADAS DEL PODER Y EL ODIO

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La izquierda y la derecha, dos caras de la misma moneda, una falsa moneda que como símbolo del poder marcada por ideologías que quienes la utilizan, mercadean con ella  recurriendo a un marketing perfectamente estudiado para convencer a los ingenuos ciudadanos hurgando en sus emociones más que en su inteligencia, aborregados que votan en respuesta a promesas de unos líderes políticos con tantas máscaras como son los auditorios en los que intervienen. Verdaderos camaleones que cambian de color y olor a pufo.

Photo by Andrés Gómez on Unsplash
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Esto no quiere decir que las ideologías sean malas o deban desaparecer, porque sería tanto como decir o, mejor dicho, exigir a las personas que cambien sus ideas sobre el concepto que tienen de lo público que, al final confluyen o deberían confluir, tanto en un lado como en el otro en mejorar la gestión del colectivo al que representan o al que deberían representar, es decir, a todos los ciudadanos con independencia de su opción de voto. Ya se sabe o debería saberse, que este es el juego de la democracia, al que algunos sólo les gusta jugar si tienen alguna opción de ganar y, que no es otro, que respetar las reglas de las mayorías, tomando la expresión de un viejo expresidente del gobierno, “sin acritud”, es más, con la lealtad  de cooperación, no de servilismo y mucho menos conformismo, que todos los ciudadanos deberíamos tener hacia nuestros gestores, sean o no a los que hayamos votado.

Algunos y algunas, pensarán, poco, seguramente porque tendrán obstruidas sus entendederas por algún color ideológico determinado, preguntándose cómo se puede cooperar con el “enemigo” político sin considerar traición a su político de cabecera, entiéndase por tal a quien votan, y a lo que éste o ésta representan.

No se trata de lealtad a la persona y a su proyecto político, sino al concepto o sentido de democracia, respetando lo que la mayoría decide, sin agravios, convirtiéndose en una leal opositor con proyectos alternativos más eficientes y siempre procurando la satisfacción del interés general o público. Dicho de otra manera, entrando en el debate político, incluso en la negociación entre fuerzas, aun de distinto signo, bien en sede parlamentaria o dentro del órgano representativo que corresponda en las diferentes Administraciones Territoriales, para construir en beneficio de todos.

Sin embargo, los empecinados ideológicos, confundiendo churras con merinas, siguen prefiriendo levantar barricadas contra todo lo que no encaja en el puzle que se han construido en base a un sentimiento político, algunas veces novelesco y otras novelado de forma interesada, que convierten a sus líderes en figuras mesiánicas cuyo halo de luz les deslumbra, sin ver que lo público se construye entre todos.

Mesías que exaltan a las masas, diciéndoles lo que quieren oír, pero haciendo lo que más rentabilidad política les reporta, y los aborregados ciudadanos siguen creyendo en ellos y siguen levantando barricadas en vez de tender lazos de unión. Mesías, que cambian el discurso cuando están cerca de las estrellas, aunque todos terminemos estrellados.

Tal vez ahora sea el momento idóneo para empezar a hacer política con mayúsculas, demostrar que la fragmentación del voto en las recientes elecciones de repesca de unas anteriores que impidieron formar gobierno, con pequeñas variaciones en cuanto a la doble cara de la moneda, es una petición o llamada, aunque sea en muchos casos de obnubilados ciudadanos, al entendimiento. Sino es así, una vez más caeremos en el mismo error que es sumir cada vez más al país en la división y la confrontación cada vez más incendiaria por los enemigos de la democracia  y las reglas del juego que ésta implica, pasando por el respeto al ordenamiento jurídico en cuya cúspide se encuentra la Constitución, no como norma infranqueable, salvo en aquellos principios fundamentales en los que se sustenta, sino como un compromiso de convivencia que, como cualquier otra Norma Jurídica, aunque en este caso reforzada y protegida respecto a las mayoría exigida para su reforma, de respuesta a las necesidades actuales de una sociedad del Siglo XXI y no de última cuarta parte de Siglo pasado. Así conseguiremos evolucionar un poquito más y superar viejas contiendas que a lo único que nos ha llevado ha sido a nuestra propia destrucción como personas y como sociedad.

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