Hace apenas unos días, preguntando a una amiga sobre una pulsera con colores de la bandera española, la cual me había llamado la atención por la forma en que estaba hecha, pensando que era de fabricación propia por su originalidad y confección artesanal, dado que ella es una “manitas”, la respuesta fue impropia e inesperada para mi, hasta incluso un poco abrupta o borde: “es mi bandera”; siendo por ello que mi replica fue acorde a su respuesta: “será la bandera de todos los españoles, entre los cuales me incluyo”.
Quiero poner este ejemplo para evidenciar hasta donde llega el patriotismo de ciertos ciudadanos y ciudadanas, en su apropiación de los signos patrios, en una lucha de banderas absurda sin con ello se pretende demostrar señas de identidad basadas en la confrontación y el odio.
Cada uno tienes su ideas y, por lo tanto, resulta lícito que cada uno defienda aquello con lo que más se identifica, en este sentido es de entender que los catalanes defienda su bandera, estelada o senyera, la primera como manifestación del nacionalismo catalán que lucha por la independencia de esta Comunidad Autónoma, y la segunda como la bandera oficial de este territorio, hasta el momento español, igual que los vascos se identifican con la ikurriña, o en cualquier otro territorio de España con su propia bandera; pero, lo realmente absurdo es que los niveles de confrontación por este motivo llegue a los niveles que esta llegando, de exclusión, propias de ideas totalitarias o fascistas, tanto de un signo como de otro.
La citada lucha de banderas, a veces, incluso, con violencia física, utilizando sus mástiles como elemento de ataque a los contrarios, y otras, las más pacíficas, pero no por ello provocadoras, engalanando los balcones de estamentos oficiales y particulares, no es nueva en nuestro país, sino que es una manifestación histórica de la división política y social que siempre ha imperado en ésta nuestra querida, para algunos, España, pero para otros odiada como manifestación de un sistema político que el que no están de acuerdo, como bien reflejó Goya en su conocido cuadro “Duelo a garrotazos”, formando parte este comportamiento de nuestra idiosincracia.
Es por ello que, resulta interesante traer a colación la manipulada y no respetada ley de la memoria histórica, también es cierto modo poco afortunada, habida cuenta que no solamente debería servir para prohibir signos franquistas o que se identifiquen con la contienda entre hermanos que dio paso a la Dictadura implantada por el dictador Francisco Franco, sino también para combatir cualquier símbolo que generase confrontación social o política, habida cuenta que, haciendo uso de esa memoria histórica, que algunos adaptan a su conveniencia, la confrontación dio como resultado una guerra civil, absurda y sin sentido.
El que algunos odien estas señas de identidad, la contraria, no puede ser catalogado de otra forma más que de estupidez en grado supino y de confrontación innecesaria y, créanme que, aún en mi deseo de que la forma de estado fuese la república, no entiendo a quienes en mi misma posición ideológica rechazan la bandera española al identificarla con la derecha política, cuando se trata de una bandera que tiene su origen en los Reyes Católicos, y que nos representa a todos los españoles, lo que debería transformarse en un respeto a lo que representa que es a nuestro país; siendo los mismos que cuando existe algún campeonato de fútbol, o cualquier otro deporte, que enfrente a la selección española con la de otro país, cuelgan en sus balcones esa misma bandera que en ámbito político rechazan.
Pedir sensatez a quienes son insensatos en sus posiciones ideológicas amparándose en éstas como medio de lucha, es pedir peras al olmo, pero también es de reconocer que una bandera no es más que un signo, que para algunos puede revestir más importancia que para otros; porque aún representando a territorios o ideologías, cada español o ciudadano, catalán, vasco, gallego, andaluz, etc, etc, etc, somos personas por encima de todo que en uso de nuestra capacidad de obrar nos representamos a nosotros mismos, siendo totalmente respetable que alguien pueda no sentirse identificado y consideren este signo más o menos un trapo, eso sí, un trapo que por lealtad debe ser respetado, igual que otros, que representan cualquier territorio o ideología. Cada uno enarbola la bandera con la que más de identifiquen y eso debe ser respetado como manifestación propia de la libertad de expresión y manifestación de los ciudadanos.
“Pedir sensatez a quienes son insensatos en sus posiciones ideológicas amparándose en éstas como medio de lucha, es pedir peras al olmo, pero también es de reconocer que una bandera no es más que un signo que para algunos puede revestir más importancia que para otros…”
Por otra parte, creo que es necesario descargar de importancia o frivolizar en cierto modo dicha lealtad, no quemando las naves y desgarrándonos las vestiduras ante determinadas manifestaciones satíricas o de humor que quieren manifestar la estupidez de muchos respecto a este fanatismo y totalitarismo de muchos en relación con su bandera, con un carácter excluyente.
Pienso, que se nos está yendo la hoya con este tema, lo que exige que todos reflexionemos intentando poner un poco de cordura, colocando cada cosa en su sitio, así como dando a las cosas la importancia que realmente tienen dentro de un contexto determinado. Los radicalismos, fanatismos y totalitarismos que algunos quieren atribuir a algo que no deja de ser nada más que un signo.
En todo caso, seguiré soñando con ese mundo sin fronteras y sin banderas y, sobre todo en el que impere la paz y no la guerra. Basta ya.