Existen dos procesos: el que trata de distanciar al estado de cualquier religión o cosmovisión en particular, y el proceso sociológico por el cual la religión se vuelve menos influyente en la sociedad.
Un estado secular debe permanecer neutral hacia la secularización social, sin hacer ningún intento activo por acelerarla. Pero no basta con que el Estado sea lo más neutral posible entre las opciones y los valores de sus ciudadanos: también debe ser visto como neutral.
Si los funcionarios públicos llevan insignias religiosas en el lugar de trabajo transgreden la neutralidad estatal. Pero lo que importa es la conducta del empleado, no su apariencia. Sin embargo, llevar burka es probablemente incompatible con una conducta eficaz en una posición en la que la comunicación no verbal importa.
En este contexto, es discutible la legitimidad de los símbolos religiosos en los espacios públicos y la integración de las fiestas religiosas en el calendario público de una sociedad. En muchos casos, estos símbolos y prácticas dan testimonio de la herencia religiosa de la sociedad en lugar de tener una función expresiva o proselitista contemporánea. Como tales, son inobjetables: pensemos en el árbol de Navidad, por ejemplo, ha perdido tanto significado religioso que no debe interpretarse como una afrenta al pluralismo religioso.
La cuestión principal es cómo distinguir los asuntos de conciencia, religiosos o de otro tipo, de las meras preferencias personales. Si el estado va a otorgar ajustes especiales por respeto a la igualdad moral y la libertad de conciencia, es importante poder verificar apelaciones genuinas a asuntos de conciencia o convicciones. Además, deben considerarse algunos de los desafíos legales que esto plantea.
Hay, por tanto, debates teóricos y prácticos sobre la relación entre religión y política en las sociedades occidentales contemporáneas. El laicismo y la libertad de conciencia atraviesan mucho terreno en un espacio muy corto, lo que les impide entrar en grandes detalles sobre un solo tema.
Un análisis conceptual adecuado de los principios constitutivos del secularismo, debe abordarse de manera más amplia que la necesaria neutralidad del estado hacia los múltiples valores, creencias y planes de vida de los ciudadanos en las sociedades modernas.
Como punto de partida, hay que entender las condiciones del pluralismo moderno, con ideas como la necesidad de un consenso superpuesto sobre los principios de cooperación política.
Los dos objetivos principales del secularismo son el respeto de la igualdad moral de las personas y la protección de la libertad de conciencia y religión.
Sus dos modos operativos son la separación de la iglesia y el estado y la neutralidad del estado hacia las creencias religiosas y otros asuntos de conciencia.
Estos modos operativos no deben convertirse en fines en sí mismos, sino que deben permanecer como medios al servicio de los principios parejos del respeto a la igualdad de las personas y la libertad de conciencia.
El concepto de laicismo debería ser pluralista: el secularismo se puede practicar de diferentes maneras, algunas formas son flexibles y abiertas mientras que otras son más rígidas y estrictas. Las formas republicanas de laicismo suelen ser más rígidas y estrictas, mientras que las formas liberales-pluralistas son más flexibles y abiertas.
Pero la apertura versus la rigidez también puede caracterizar políticas particulares, ya que un régimen relativamente abierto podría, no obstante, adoptar una política estricta sobre un tema como el velo, por ejemplo.
Las formas abiertas de laicismo se han convertido en el modelo preferido de todas las democracias liberales. Cualquier agenda antirreligiosa por parte del estado viola su compromiso de principio con la neutralidad y, por lo tanto, no respeta la igualdad de los ciudadanos. Es el error del modelo republicano, al menos en su intento de desterrar las expresiones de fe religiosa del ámbito público: además de infringir el ideal de neutralidad estatal, este régimen de laicismo no distingue la secularización política de la social.
Magnífica exposición. Yo haría una simple puntualización, abriendo una tercera vía que es bastante visible en la actualidad, y es la de utilizar el laicismo como un sentimiento anti religioso, en reslidad diría que anticatólico, que tal como se maneja acaba por convertirse, en formas y pretensiones, en un sentimiento religioso, por mucho que se reivindique esa neutralidad de la que hablas y que debería de ser la base de relación entre la iglesia y el estado. Es verdad que al ser nuestro país de tradición cristiana, católica, hay muchos temas que no están resueltos, muchos agravios sin solucionar, pero eso no justifica un ánimo vindicativo que poco tiene que ver con el laicismo que invoca. Y, una vez más, felicidades por el artículo.
Gracias, D. Rafael, un honor recibir puntualizaciones y felicitaciones suyas.