Todos sabemos lo que es un victimita.
Esa persona que sieeempre se queja, que pone carita de dar lástima y a la que siempre le pasa todo.
Ninguno nos queremos ver en ese papel, y a nadie le gusta que le digan “Eres un victimita”. Ni siquiera a los que representan ese papel a la perfección.
“No, yo no soy un victimita. Es que mira las cosas que me pasan”.
¡Y aquí hay dos trampas!
La primera es pensar que efectivamente, nos pasa de todo.
Hemos dicho anteriormente que un discurso interior negativo provoca en nosotros actitudes sutiles que pueden atraer, sin darnos cuenta, situaciones que nos ayuden a asumir ese papel. Y no es que nos guste de origen ser victimitas, pero es un papel que se forma en la infancia para protegernos, como hemos dicho en otras ocasiones, de las sandeces de los adultos.
Y nos lo llevamos a la vida adulta, sencillamente porque nos libra de responsabilidades.
Pero el victimita no es tan fácilmente reconocible, sobre todo cuando el papel lo llevamos nosotros dentro. No siempre tiene esa carita de pena.
Y aquí está la segunda trampa.
La víctima surge en nosotros cuando nos justificamos con algo exterior para no hacer algo que tenemos que hacer, porque entonces somos una “víctima de las circunstancias”. Y ante eso, nada podemos hacer…. ¿No?
¡Pues claro que si!
Nada le pincha más al ego que decirle que, esa posición “digna” que había asumido en plan “jolines, si yo quiero… pero es que no me dejan” es, en realidad puro victimismo.
Si nos vemos en esas, lo mejor es decirnos “Colega, ahora mismo eres un victimita” para salir de ahí rápidamente. Y cambiar el desde donde vemos las cosas es tremendamente útil para cambiar nuestra realidad.
Así que ya sabes. Hay dos trucos imprescindibles para que cambies tu realidad.
El primero es localizarnos en el papel de víctimita cuando nos descubramos en la queja
Y el segundo es suscribirte a esta web para seguir recibiendo fantásticos consejos de nuestros colaboradores.
¡Sed muy felices!