Es fácil calificar de desvergüenza lo que la sentencia de la Gürtel describe, tan fácil como calificar de sinvergüenzas a los condenados y a los señalados. Tal vez, casi seguro, lo más difícil es concretar quienes son los señalados, entre otras cosas porque entre los señalados están las siglas de un partido y por tanto todos y cada uno de sus dirigentes.
Y entre tanta desvergüenza y tanto sinvergüenza es la hora de la vergüenza, pero no de la vergüenza que deben de sentir los que se sientan señalados por esa sentencia, no, si no la hora de eso que en este país llamamos vergüenza torera. Es la hora en la que los dirigentes actuales del PP, se sientan o no señalados por los jueces, tiren de ese resto de dignidad que todo ser humano, incluso si es político, debe de conservar en las más negras circunstancias y presenten la dimisión de sus cargos en bloque. De sus cargos de partido y de sus cargos institucionales.
Mañana a más tardar, preferiblemente hoy mismo, el Sr. Rajoy, todos sus ministros, todos los diputados y todos los representantes autonómicos deberían de presentar su dimisión en un gesto que intente compensar la falta de integridad con la que su partido ha castigado a los ciudadanos que confiaron en ellos.
No me vale una moción de censura. No me vale que otros intenten ganar lo que no consiguieron de los ciudadanos en las urnas, su confianza, aprovechando unas circunstancias que pueden considerar favorables. No, dimisión colectiva, instantánea, y convocatoria de elecciones por parte de los nuevos responsables del partido.
“No me vale una moción de censura. No me vale que otros intenten ganar lo que no consiguieron de los ciudadanos en las urnas, su confianza, aprovechando unas circunstancias que pueden considerar favorables.”
Hay muchas otras opciones, hay muchas formas de intentar salvar la cara, pero es la única salida que permitirá al PP, desde su más que previsible derrota en las urnas, empezar a expiar una trayectoria de escándalos sin precedentes y conservar para sus siglas algo de la dignidad, de la credibilidad, de la confianza perdidas que permita a sus militantes reagruparse en torno a nuevos nombres, nuevas figuras, que les abran el camino para refundar un partido ahora mismo fundido, abochornado, en proceso de descomposición.
Hay poco más que decir. En realidad hay mucho más que decir pero poco más que se pueda hacer para afrontar la situación desde una perspectiva constructiva y que permita al partido Popular salvar, si no los muebles, al menos sí un resquicio de esperanza hacia el futuro.
Es hora, por parte del PP, de hacer un servicio a España, a esa de la que tanto se han llenado la boca. Es hora, por parte de los ciudadanos, al menos a mí me lo parece, de agradecer los servicios, los honrados, que alguno quedará, prestados. Por ejemplo la contención de la extrema derecha tan activa en el resto de los países europeos. Es hora de coger la maleta, la de presidente del gobierno, la de diputado, la de ministro, la de representante autonómico o cargo del partido, y marcharse. Ninguna otra opción puede valer. Ninguna otra opción puede redimir un escándalo semejante.
“Es hora de coger la maleta, la de presidente del gobierno, la de diputado, la de ministro, la de representante autonómico o cargo del partido, y marcharse. Ninguna otra opción puede valer. Ninguna otra opción puede redimir un escándalo semejante.”
Es previsible, y preocupante, que el dontancredismo de Mariano Rajoy intente demorar en el tiempo las soluciones. Que como de costumbre espere a que el devenir vaya diluyendo y solucionando. No sé si la memoria de un votante es mayor o menor que la de un pez, pero sí sé que la memoria de la historia es inquebrantable.
Señor Rajoy, Señores ministros, diputados y demás cargos públicos y estructurales: Un poco de vergüenza torera, por ustedes, por su partido, pero sobre todo, sobre todo, por su país. El motorista ya está esperando con el decreto de cese junto a su ventana.