LA VERDAD SUPREMA

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Se dice que nos convertimos en aquello que pensamos, sin embargo, no todo lo que pensamos es correcto, y no me refiero a la dicotomía entre el bien y el mal, sino a la esencia misma del pensamiento, a lo que llamamos verdades. De ello, se deriva mi pregunta: ¿existe alguna verdad suprema?, ¿existe alguna supremacía en el pensamiento que nos venga dada por una existencia superior o deidad?.

He manifestado en reiteradas ocasiones mi  convencimiento en la existencia de Dios, no como lo pintan las sagradas escrituras que, por otra parte considero una simbología adaptada a nuestra ínfima capacidad de percepción de lo que se considera sobrenatural; sino como una entidad de existencia que se conforma en la energía superior de todo lo existente e inexistente, de nuestra propia existencia, de todo lo que percibimos con nuestros sentidos y conocimiento, y de lo que no percibimos y que por ello no podemos negar que existe.

Pero, entonces, cómo podemos considerar cómo verdad aquello que no podemos entender. He aquí el dilema. Sin embargo, siguiendo con el mismo argumento, no podemos negar la existencia de una verdad suprema sólo por el hecho de no conocer o ser capaz de entender o percibir la entidad superior o sobrenatural de la que procede y, aquí podemos conectar con mi anterior publicación sobre la trascendencia.

Ahora bien, la verdad como concepto no es más que la adecuación y el estado de cosas que expresa el argumento que la contiene, por ejemplo el afirmar la existencia del día o la noche. En definitiva, la verdad sería la conformidad entre lo que alguien manifiesta, de acuerdo a lo experimentado, pero también a lo que piensa o siente.

Sin negar las experiencias sobrenaturales de algunas personas, como aquellas cercanas a la muerte, ¿podríamos afirma que es verdad aquello que no hemos experimentado, que nos lleva a pensar o sentir de una determinada manera?. Mi respuesta, como he indicado, debe ser afirmativa, cuestión diferente es que se pueda presentar ante los demás como una verdad si no creen en una entidad superior de la que emana.

Pero no creo, volviendo a reconducir todo a la frase del principio: “somos lo que pensamos” así como que, no puede existir absoluto convencimiento de una verdad, lo cierto es que todos  buscamos esa verdad primigenia y superior, que pueda dar sentido a nuestra existencia, de la que surge la necesidad individual y social de crear unas bases sólidas en las que sustentar la existencia, nuestro proposito en mejorar individual y socialmente, con un sentido no sólo pragmático de eficiencia y progreso sino también de fortalecer nuestro yo espiritual.

Creo, por tanto, que esa es la gran verdad, la de la existencia, pero también la de todo lo que no existe y que está por venir, propiciado por una fuerza o energía sobrenatural a lo que yo llamo Dios. De manera que la verdad es la consecuencia de nuestro yo espiritual que busca el origen del todo, el orden en el bien como antagonismo al mal y al caos,  como fuerza que impulsa el progreso sustentado en nuestra curiosidad en descubrir la verdad.

 

 

 

 

1 COMENTARIO

  1. “…la verdad es la consecuencia de nuestro yo espiritual que busca el origen del todo…”
    Que hermosa y profunda frase en la que resumes toda tu argumentación.
    Debería acuñarse.

    Muchas gracias.

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