LA UTOPÍA COMO NECESIDAD

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Las utopías son resbaladizas, además técnicamente y por definición totalmente imposibles de poner en práctica porque, de ponerse en práctica y poder realizarse, las utopías cesarían inmediatamente de ser utopía.

La misma definición de utopía es el “no lugar” inexistente donde sólo existe la perfección.

Dicho esto, creo que no es pecar de ambiciosos desear un mundo mejor donde gobiernos, organizaciones transnacionales e individuos trabajan para erradicar el hambre, las guerras y la pobreza lo mejor posible, ponerle freno al desastre climático y, por qué no, evolucionar como especie. En la actualidad la calidad de vida de la mayoría de la población humana, salvo excepciones, excede la de un rey del medievo. La capacidad de progresar y evolucionar es implícita al ser humano. Pero la evolución y el progreso están ligadas directamente a la naturaleza cambiante de las estructuras de poder y a las ideologías, para bien o para mal. ¿Y que es el progreso, como podemos medir el progreso o incluso buscar una definición inmutable de este término, por definición mutable y cambiante?

Durante gran parte del siglo pasado, para China y Rusia el progreso suponía alcanzar los objetivos de la Revolución comunista. Y cuando el modelo de comunismo puesto en práctica fracasó estrepitosamente tras décadas de  autoritarismo totalitario, Rusia llenó el vacío con un modelo de capitalismo  estatal autoritario y China con un régimen político que parece combinar los peores aspectos del capitalismo y del comunismo chino, a saber condiciones laborales brutales para muchos trabajadores y un sistema autoritario donde no existe la libertad de expresión y donde el gobierno y las autoridades, al igual que en Rusia, poseen el control absoluto sobre la población. La ideología comunista ha sido en ambos países reemplazada por la anti-ideología del dinero. Lo que el académico Mark Fisher llama realismo capitalista, “esa atmósfera que lo permea todo, condicionando la cultura y limitando el pensamiento y la acción.” Y lo mismo sucede en occidente donde los viejos paradigmas ideológicos derecha- izquierda han perdido todo significado y relevancia. La era del individuo nos ha llevado a la era de la alienación y el aislamiento. Vivimos en la era de Ayn Rand, del egoísmo ético y de la fría razón y del capitalismo como ideología.

Es como si nos hubiéramos perdido dentro del laberinto de símbolos que hemos creado para intentar darle significado a nuestra existencia y, por ende, al mundo. O quizás solo somos capaces de reciclar viejas ideas e historias.

De la misma manera en que el capitalismo como ideología ha sustituido a ideologías políticas genuinas y creado una apatía generalizada en el mundo industrializado, la complejidad de poder comprender la realidad del mundo en su totalidad, así como saber las consecuencias de nuestras acciones a ciencia cierta podrían llevarnos a delegar nuestras necesidades utópicas y nuestras ideologías a las inteligencias artificiales. Las inteligencias artificiales podrían poseer la capacidad de percibir la realidad “como es” y conducirnos a la distopia. Me permito redefinir la utopía como ese espacio inalcanzable entre lo real y lo ficticio. Porque nunca debemos subestimar la importancia de la ficción y de las historias que debemos seguir contándonos para sobrevivir el ennui de la condición humana.

Y a pesar de todo esto, podemos ver algo positivo en la erosión de las bases ideológicas, como señala Bernard Koucher, el humanitarismo no entiende de derechas o izquierdas. La perfección empieza con la integración de la igualdad y la equidad, términos que no tienen necesariamente que ser incompatibles.

Imagen: deposiphotos

Y el humanitarismo, carente de etiquetas políticas es lo que más puede acercarnos a ese lugar imposible que es la utopía y a un nuevo estadio de desarrollo como especie, a un futuro típicamente humano e imperfecto, pero mejor, lleno de posibilidades, libre de miedos y ansiedades absurdas e innecesarias.

2 COMENTARIOS

  1. Todos los sistemas politicos son imperfectos, no pueden responder eficazmente a la complejidad de la realidad, de ahi que cualquier utopia no llegue a realizarse, pero es posible aproximarse. Sin embargo, el capitalismo, tras la caída del telón de acero, se mostró en toda su inhumana condición, en su amplio concepto de la libertad de mercado, quiere controlarlo todos pero no puede controlarse a sí mismo. Nos lleva a la catástrofe y a las guerras periódicas de “reinicio” cada vez que se colapsa.

  2. Efectivamente. Y además de eso nos ha dejado en estado de suspension animada, es decir en un estado de inacción voluntaria donde las masas aceptamos el sistema sin cuestiones.

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