La personas desaparecen, las ideas permanecen, puede parecer algo manida está aseveración, pero hoy en día cobra una especial relevancia, porque en el caso que nos ocupa, ni se murrio el perro ni se acabó la rabia.
Donald Trump será uno de los personajes más nefasto de la era contemporánea, sí es que aún estamos en esa era de la historia. Habrá un antes y un después de Trump, y es un error confundir este movimiento con el fascismo o el nazismo. El trumpismo, ni siquiera se sí este movimiento será reconocido con este nombre, no desparecerá de la vida cotidiana ni de los americanos ni del resto de la civilización occidental, vino para quedarse porque siempre estuvo ahí, solo esperaba la señal de alerta del centinela. Digamos que los movimientos totalitaristas del siglo XX fueron, con toda su crudeza, una avanzadilla, un campo de prueba para lo que habría de llegar y que ya está entre nosotros. Quizás no truenen las armas, pero sí hará estragos la desigualdad.
Por eso discrepo cuando se habla de un sector a la derecha del PP, Ayuso, Álvarez de Toledo, el propio Casado y compañía, porque a la derecha del PP solo está la extrema derecha de VOX, lo que ocurre es que Abascal ha pillado a los Aznar y sus acólitos con el paso cambiado, intentando deshacerse de Rajoy y la corrupción, intentado edulcorar su imagen presentando a Casado cómo señal de cambio. Indudablemente han perdido en el envite porque, cómo escribí antes, se les ha colado VOX.
En está singladura, que marcara el devenir de la historia, la izquierda se ha quedado enganchada a los iconos del siglo XX y cómo en el PP su ala derecha la ha ocupada VOX, en el PSOE su ala izquierda la ha patrimonializado Podemos y a su derecha están los icónico barones encabezado por Felipe González y lo que en la actualidad representa. Pedro Sánchez se encuentra prácticamente en tierra de nadie, sin un territorio ideológico definido dentro del socialismo democrático, disputándole a Ciudadanos un centro, al que además esta formación no representa. Aferrado a la cuadratura del círculo de un gobierno en minoría e ideológicamente y programáticamente fragmentado, dónde las alianzas provocan el desafecto de barones y militantes.
El partido socialista ha desatendido a sus bases, su militancia está confusa y sin actividad, las “ casas del Pueblo” en la mayoría de las ciudades y pueblos cerradas y sus cuadros orgánicos engarzados en la purpura, cada vez más exigua, de las instituciones. La militancia de Podemos es más virtual que real y la de los nacionalistas catalanes y vascos, más organizadas, pendiente de sus reivindicaciones territoriales. Por eso aunque esta militancia de izquierda es sobre el papel más numerosa sin embargo la calle la ocupan con más presencia y eficacia mediática y a veces política la extrema derecha, porque la militancia conservadora fue siempre muy acomodaticia en eso de tener presencia en la calle, ellos prefieren la presencia en las grandes corporaciones y desde allí medrar a favor de sus propios interesa, algo que siempre, en estos tiempos que corren aún más, les ira bien.
La social democracia prácticamente ha desaparecido de los grandes escenarios europeos y su más icónica bandera, el estado del bienestar, que marcó las políticas progresistas de la segunda mitad del siglo XX, está siendo fagocitadas por la globalización, las nuevas tecnologías, las migraciones y una Europa cada vez con más desequilibrios sociales que además envejece a un ritmo galopante.
La falta de liderazgo en el seno de las formaciones políticas tradicionales, quizás Angela Merkel sea la excepción, junto con la crisis económica de 2008 y la actual pandemia, han propiciado la aparición del fenómeno Donald Trump, quien ha liderado en EE.UU a la América profunda y en Europa a los desheredados de ese estado del bienestar, una generación que ha de enfrentarse a la realidad de vivir en peores condiciones que sus progenitores, erosionando asi el dique de contención contra la intolerancia, la xenofobia, la autarquía, los nacionalismos exacerbados, sin olvidar el fundamentalismo religioso.
Los movimientos sociales, la izquierda que en su día reivindicó desde la ciudadanía mejoras para los más desfavorecidos como el 15M o la extinta PAH, creo que ahora con una actividad residual, han sido fagocitados por la institucionalización de sus líderes. Hoy día el colectivo LGTBIQ, los movimientos feministas y los colectivos profesionales de la sanidad y educación junto a los movimientos ecologistas son prácticamente los que abanderan desde posiciones de progreso la defensa de los ciudadanos más vulnerables y por ahora uno de los últimos diques de contención al derrumbe al que las políticas neoliberales y de extrema derecha están llevando al estado del bienestar. La última resistencia.