Como hablar de la traición sin que el alma duela, pues ahora ya no permito que sean las tripas las que gobiernen mi respuesta, si no la compasión hacia quién es capaz no sólo de romper vínculos sino además pisotearlos con la vileza y cobardía de no dar la cara, o peor aún, para alcanzar un beneficio personal.
Sólo el miedo puede atenuar la traición cuando el temor al sufrimiento que la ocasiona es insuperable, porque es peor el remordimiento que le sigue que el advenimiento de la esperanza de haber superado el peligro. De modo que, la debilidad del traidor lo hace más necesitado de la compasión del traicionado, no siendo así cuando la traición es consecuencia de la falta de honor de aquel, esto es, cuando el traidor actúa esperando el momento en que la víctima está más desprotegida, como alimañas despiadadas, para evitar o minimizar su capacidad de respuesta.
Es cierto que la falta de honradez del traidor por su desleal comportamiento lo convierte en un ser indigno socialmente, y este va a ser su principal castigo, no como respuesta de la propia conciencia, sino de la condena exterior pues la traición no deja indiferente a quien la observa aunque de ello pueda obtener algún beneficio. No en vano Dante confinó a los traidores al noveno y último círculo del Infierno, por debajo de los sátrapas, los lujuriosos, los avaros, los violentos y los suicidas. La deslealtad era, en su particular código ético, la peor abyección de que el ser humano era capaz.
La mentira, la hipocresía, la crueldad y la indecencia del traidor pone de manifiesto la enfermedad de su alma, y de ahí nuestra compasión como respuesta, porque mantener una actitud de odio y venganza sólo hará enfermar la nuestra. Su indignidad es su peor castigo.
Pero no pensemos sólo en la alta traición, porque la ambigüedad de jugar a dos bandos también es traición, sobre todo cuando se trata de proyectos en competencia; en la mentira, con la que no sólo nos traicionamos a nosotros mismos sino también a los que depositaron su confianza en nuestra verdad en nuestra rectitud; en la falta de transparencia para ocultar la verdad impidiendo la libertad de actuación o contaminándola; el amor a medias porque descompensa la balanza de le entrega y, un sin fin de conductas que adornamos o vestimos de aparente nobleza cuando lo que muchas veces perseguimos es alimentar nuestro vanidoso ego anulando o minusvalorado a los que llamamos amigos, incluso a hermanos. De manera que no es un exceso hablar de compasión cuando más de una vez la podemos necesitar para nosotros
Si no existieran los traidores se habrían ganado todas las contiendas justas. Como bien dices, pertenecen al último círculo dantesco.
Como siempre, en todos tus artículos, expones con la máxima claridad y sin rodeos el tema.
Es un gran artículo para la reflexión.