Que el rey emérito ya apareciera con su amante, elefantes muertos cazados por él, decía muy poco a favor de la institución que representa, y no porque los españoles tangamos un exceso de moral, que va a ser que no por las tragaderas que algunos tienen sino porque pensamos que la Jefatura del Estado debe, por su carácter representativo del país y de todos los españoles, lo único para lo que sirve y que pagamos todos, debe guardar cierta compostura, y como no, dar ejemplo del respeto y cumplimiento de la Ley.
Pero, lo de ahora, no tiene nombre, máxime cuando quien destapa todo ha sido su amante, como tampoco lo tiene que el gobierno de Pedro Sánchez, diga que no hay caso Corinna, sin ni siquiera investigar, lo que nos hace formularnos preguntas tales como: ¿a que jugamos en este país?, ¿dónde esta el Estado de Derecho que tanto pregonan para otras amenazas contra la estabilidad de España, dígase la del encarcelamiento de ciertos independentistas?.
Desde luego que la presunción de inocencia debe ser la máxima a respetar, pero para eso precisamente debe existir un juicio justo con la garantía debidas para que quien este siendo juzgado cuente con todas las garantías necesarias para su defensa. Nadie nos podemos amparar en esta presunción para simplemente por el hecho de decir soy inocente no poder ser investigado.
Muchos, aparte del gobierno del PSOE, ese mismo partido que igual que el PP ha hecho en varias ocasiones una tabla rasa de la ética política, además en connivencia, piensan que la palabras grabadas de la princesa Corinna no tiene mucho recorrido porque según ello son las palabras de una mujer despechada, pero, precisamente por eso, pueden estar cargadas de cierta veracidad. En todo caso, esto no hubiese sucedido sin la Casa Real no estuviese protegida por una cortina de humo que evidencia la falta de transparencia de su economía, amén de la inviolabilidad del rey, y mucho menos que una institución que se presume democrática no sólo no esté abierta al control político que es el que representa a los ciudadanos, sino todo lo contrario, otorgándole ciertos privilegios que la ponen por encima de estos últimos, únicos depositarios de la soberanía nacional que como la propia Constitución Española proclama diciendo que reside en el pueblo español.
“Muchos, aparte del gobierno del PSOE, ese mismo partido que igual que el PP ha hecho en varias ocasiones una tabla rasa de la ética política, además en connivencia, piensan que la palabras grabadas de la princesa Corinna no tiene mucho recorrido porque según ello son las palabras de una mujer despechada, “
En todo caso, también somos muchos y muchas las que ponemos en tela de juicio una institución como ésta, no solamente por su inutilidad sino más bien por su confrontación con una auténtica democracia en la que es difícil encajar una institución vitalicia que no es elegida por el propio pueblo, sino, además, porque los privilegios de los que goza como dicha inviolabilidad y falta de transparencia, ponen de manifiesto que no son igual que el resto de ciudadanos, y no nos estamos refiriendo al hecho de que vivan en palacios y envueltos de riqueza y ostentación, cuestión que es la menos importante, sino a que, en una situación parecida a la que estamos enjuiciando no hay la menor duda que todos nuestros ahorros y patrimonio estarían ya siendo investigados por el fisco.
Otros dicen que no se puede poner en riesgo la estabilidad de un país, haciendo caso a las acusaciones de una don nadie. Craso error, porque si bien Corinna puede ser una don nadie, su proximidad tan cerca del rey emérito, además de por las personas con las que dialoga, no sólo es que otorguen cierta veracidad a su relato, sino porque ampararse en dicha estabilidad para meter debajo de la alfombra de palacio las miserias de sus ocupantes, lo único que puede conllevar es que un día el olor putrefacto se haga insoportable, en cuyo caso no será suficiente con levantar las alfombras, sino que además será preciso una desinfección tan a fondo que, además de un buen desinfectante sería necesario cambiar a sus huéspedes.
Estamos hablando del rey emérito pero también nos estamos refiriendo a su hijo, el rey Felipe VI, quien debería romper con la tradición de guardar silencio sobre aquellas cosas que afectan a la Casa Real, porque los españoles exigimos que nos traten como adultos que somos, y dar las explicaciones oportunas. Pero, en fin, ya sabemos que todos los españoles no somos iguales ante la Ley y menos cuando de quien se habla es el mismísimo rey o su familia. Ya muchos no nos creímos que esta institución saliese de rositas en el caso del “yernísimo”, tal vez por ahí anden los tiros.
Lo que sí es cierto es que nunca la baraja española ha estado tan desprestigiada como ahora con un rey de oros con cierto olor a chamusquina y una sota de espadas dispuesto a hacer justicia por despecho.