Vivimos en un mundo, o mejor dicho, estamos en un mundo, cuya percepción se hace a través de una pantalla, bien sea la de un PC, la propia TV o la de las sala de cines, con proyección de imágenes que cada uno cataliza según su propia inteligencia, incluyendo la emocional, y escasa experiencia la mayoría de las veces, convirtiéndonos en auténticos doctores de lo desconocido cuando manifestamos nuestras opiniones de lo que estamos percibiendo del mundo real.
Percibimos guerras, epidemias, gente que emigra a lugares más seguros al de sus países de origen, buscando una vida mejor o huyendo de una muerte segura, con una posición de observador que no pasa de la simple expresión de una queja o un juicio de disconformidad con lo que a una gran parte, aunque parezca lo contrario, de la población mundial le ha tocado sufrir en sus propias carnes.
Pongamos como ejemplo, el mapa del hambre que en el año 2015 elaboró la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), según el cual 795 millones de personas en el mundo pasan hambre, no porque no puedan hacer alguna comida a lo largo del día, sino porque están inmersos en una situación de desnutrición crónica.
En cuanto a los conflictos bélicos, el año 2015 dejó un saldo de 167.000 muertos, según cifras facilitadas por el International Institute for Strategic Studies (IISS) de Londres. El mismo análisis registró en su anterior edición que en 2014 perdieron la vida 180.000 personas en conflictos armados.
Del total de víctimas causadas por las guerras, el conflicto de Siria fue escenario de 55.000 muertes, lo que lo convierte -un año más- en el conflicto más sangriento de la actualidad.
Y, en cuanto a los refugiados, el año 2015 batió el record, de manera que una de cada 113 personas en el mundo es víctima de desplazamiento forzosos, habiendo cruzado el Mediterraneo más de un millón, según las estadísticas facilitadas por ACNUR, disminuyendo cada vez más las posibilidades de retorno; siendo la guerra de Siria el conflicto armado que mayor número de refugiados ha generado.
No se trata de que nos enrolemos como voluntarios en una ONG o de que demos cada cierto tiempo una limosna para paliar tanto sufrimiento, actitudes ambas, que siendo necesarias, carecerían de eficacia sino cambiamos nuestro percepción de la realidad y empezamos a ver, no sólo lo que subyace a estas situaciones de caos que hemos descrito, sino las consecuencias que, inevitablemente acarrearán en un futuro al resto del mundo si no damos una respuesta inmediata.
Los datos que preceden son la prueba irrefutable de que estamos asistiendo de manera impasible, al margen de esa pequeña protesta que nos limitamos a hacer, más que por la situación en si, por vernos perturbados por las imágenes que nos transmiten los informativos mientras estamos comiendo o cenando apaciblemente en nuestros hogares, como si el tema no fuera con nosotros. Y, es que, así lo siente la mayoría de las personas, respondiendo ante esta carga de falta de humanismo con la patética pregunta ¿qué podemos hacer nosotros?, para eso están los gobiernos.
Sí, efectivamente que para eso están los gobiernos, aunque cada vez son mayor en número las organizaciones no gubernamentales surgidas de la solidaridad de la sociedad civil ante un mundo en el que cada vez se observa más destrucción y caos, y todo como consecuencia de un reparto desigual de la riqueza, cuando no por las actitudes egoístas de gobiernos que propician la confrontación para poderse hacer un hueco en el reparto la tarta que supone la riqueza natural que muchos de los países más masacrados guardan dentro de sus fronteras.
“Los datos que preceden son la prueba irrefutable de que estamos asistiendo de manera impasible, al margen de esa pequeña protesta que nos limitamos a hacer, más que por la situación en si, por vernos perturbados por las imágenes que nos transmiten los informativos mientras estamos comiendo o cenando apaciblemente en nuestros hogares, como si el tema no fuera con nosotros”
En definitiva, nuestra permisibilidad tiene que ver mucho para que el estado de las cosas cambie a mejor, necesitamos convertirnos en activistas en nuestros entorno social más inmediato, luchando contra ese poder establecido que esta por encima de gobiernos y naciones, para el que las personas no somos más que meros números en una base de datos. Si cambiamos conciencias podemos cambiar el mundo evitando que sucumba a una destrucción global.
Si no dejamos de ver la vida como una sucesión de imágenes a través de una pantalla, inevitablemente estamos optando por nuestra propia destrucción, por la destrucción del planeta tierra como si de un suicidio programado se tratase.
Combatir a las irregularidades, no se le puede tachar de esceptico, y aparte elo son~ador, es una propiedad de la que gozamos todos un poco, tu analisis, me parece de una realidad patente y demostrada, de cualquier modo dara sus frutos, en estos momentos soy apolitico.