El equilibrio es el estado de un cuerpo cuando fuerzas encontradas que obran en él se compensan mutuamente. Y si lo llevamos al cambo de las emociones, el equilibrio emocional sería el justo balance entre las fuerzas internas de un individuo que lo llevan a estar en paz consigo mismo y con el mundo exterior, aspecto que revela una buena salud mental.
Pero, ¿cómo se logra el equilibrio emocional?.
La mayoría de las personas pensamos que el equilibrio emocional se logra cuando nuestras emociones son sólo positivas, sin embargo no es así, porque tanto las experiencias buenas como las malas forman parte de nuestras vidas lo cual se traduce en emociones positivas y negativas; por lo tanto, el equilibrio emocional se alcanzará cuando confluyen ambas emociones, siendo acordes a las amenazas o acontecimientos importantes, intentando que la fuerza de las positivas contrarreste las negativas.
Así, para lograr el equilibrio es fundamental saber que deseamos con exactitud de la vida y ser conscientes del esfuerzo que tenemos que hacer para alcanzar nuestros objetivos, de manera que, aunque el esfuerzo nos ocasiones emociones negativas, somos conscientes que al final tendremos la recompensa buscada.
Es cierto, que muchas veces nuestras emociones negativas se deben a factores externos a nosotros, siendo difícil despojarnos de ellas porque forman parte de un sentimiento de impotencia o frustración ante una situación que no podemos cambiar por ser ajena a nuestra voluntad, sin embargo, el conocimiento de uno mismo nos llevará a encontrar el camino más adecuado para lograr ese equilibrio emocional.
Solemos perder mucho el tiempo dando vueltas en nuestra cabeza a cómo logar alcanzar ese equilibrio tan buscado, agotando nuestras energías en fustigarnos por lo desgraciados que somos o por los errores cometidos en vez de afrontar las dificultades de la vida con seguridad y actitud positiva. No se trata de pensar tanto, sino de vivir y afrontar el día a día sin la carga emocional de la eterna disyuntiva entre lo que se debe o no debe hacer. En definitiva, seguir el camino correcto.
No obstante, no existe un camino correcto ni definido, aunque resulta evidente la influencia de la educación que cada cual haya tenido, afluyendo una serie de estereotipos que marcan o nos avisan de estar siguiendo la vía adecuada en nuestras decisiones diarias. El camino correcto es el que cada cual se marca, o dicho de otra manera, el que cada uno elige.
El timón de nuestra vida está en nuestras manos, de ello depende en consecuencia nuestro equilibrio emocional, de manera que ante una situación de desequilibrio de nuestras emociones, es importante que nos hagamos las siguientes preguntas:
- ¿Cómo llegamos hasta a este punto de nuestra vida?
- ¿Por qué elegimos el camino que hemos tomado hasta el momento?
- ¿Nos lleva este camino a donde queremos ir en un futuro?.
Como ya se ha apuntado la educación juega un papel muy importante en nuestro equilibrio emocional, entendida como la formación destinada a desarrollar la capacidad intelectual, moral y afectiva de las personas de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenecen.
Las normas son un antídoto indispensable para evitar el caos, el desorden y la confusión absoluta, siendo por ello necesarias para garantizar la buena convivencia entre las personas, evitando con ello que se vulneren los derechos y libertades de cada uno, motivo por el cual están orientadas a corregir conductas destructivas para el grupo social en el que vivimos y también para nosotros mismos, puesto que nos indican y delimitan las actividades, responsabilidades y obligaciones que nos corresponden, consiguiendo de esta manera que no se desequilibre nuestro proceder.
Debemos tomar conciencia de nuestra emoción, identificarla, de esta manera evitaremos globalizarla evitando que anule la consciencia que necesitamos para la salida a nuestro estado anímico, consiguiendo de esta manera que pierda la importancia o la fuerza que desequilibra nuestra estado emocional. Para ello debemos observar la emoción sin juzgar, solamente examinarla para conocerla en su justa medida.
Así mismo, es necesario aceptar la experiencia, permitiendo la emoción que de ella se derive, pues será la señal de alarma que nos ayude a dar solución a ese desequilibrio que nos atormenta, evitando juicios destructivos de nosotros mismos cuando la experiencia es negativa, siendo importante para ello sintonizar con esa parte de nosotros que aún se mantiene integra y sana.