Todos sabemos que, de acuerdo con la comprensión moderna, el oro es un elemento químico que no puede ser creado a partir de otros elementos por medio de reacciones químicas. El oro metálico puede ser disuelto de una roca y precipitarse, dando la apariencia de que el oro ha sido “creado”, pero el oro ya estaba en la roca y, si bien es cierto, que se pueden crear cantidades ínfimas de este metal precioso de forma artificial por medio de aceleradores de partículas o reactores nucleares, denominado “oro en síntesis”, sin embargo, aparte de resultar un proceso muy costoso, produce isótopos radiactivos, por lo que comercialmente no resulta viable.
En este sentido, la alquimia cuyos orígenes se remontan al Siglo III A.C., y que es la mezcla de tres corrientes, como son la filosofía griega, el misticismo oriental y la tecnología egipcia, tenía por objetivo obtener la piedra filosofal, esto es, la transformación de cualquier metal en oro, sin embargo, lejos de conseguir esta sustancia tan anhelada, hasta su extinción por completo en el Siglo XVI, propició avances experimentales, como el desarrollo de las técnicas de destilación, preparación de ácidos como el nítrico capaz de disolver el oro, avance en la metalurgia, entre otros. Siendo, los alquimistas esotéricos herméticos los que recondujeron esa sustancia alquímica legendaria a la búsqueda de la piedra filosofal hacia el interior, como un estado de conciencia mental que permite transformar los metales pesados del ego en metales sublimes del espíritu, surgiendo, de esta manera la fórmula Visita Interiorem Terrae Retificando Invenies Operae Lapidem, en síntesis V.I.T.R.I.O.I, o lo que es lo mismo “desciende a las entrañas de la tierra, y destilando encontraras la piedra de la obra”, que no son más que los aspectos más duros y egoístas de la persona.
Estamos pues, ante las iniciales que forman un término iniciático que expresa la ley de un proceso de transformación interior, o transmutación siguiendo un camino que consiste en “entrar o ir hacia dentro”, para conseguir la transformación y el despertar del viajero que se transforma y no tarda en confirmar que quien vuelve a casa, vuelve siendo diferente, mediante el regreso a uno mismo con la determinación de hacer algunos cambios de vida, constatando que el viaje ha sido un antes y un después, sin que necesariamente suponga recorrer un camino físico sino la necesidad de introspección para conseguir el cambio que pretendemos; de manera que la meta no es tan relevante como el camino en sí mismo: donde cada paso, cada comprensión y cada toma de consciencia enriquecen al viajero que termina transmutándose, logrando aflorar el oro de su alma que lleva dentro y que lo convierte es un ser único y espiritual.
A través de dicho viaje de introspección abandonamos los estímulos habituales de nuestra vida cotidiana, de todo aquello a lo que estamos acostumbrados y que nos sitúan en una zona de confort o comodidad, o todo lo contrario, desequilibrándonos hasta la desesperación; abriendo nuestra consciencia por medio de una alerta especial o voz interior que nos dice que no estamos en el camino correcto, surgiendo así la oportunidad fantástica de descubrir aquello que habita en cada uno.
Se trata de la reconstrucción o transformación de uno mismo a partir de los diversos grados de inconsciencia, de ignorancia y prejuicio, hasta la conciencia del propio ser rompiendo con la educación recibida de religiones, tradiciones o de una doble moral, que falsea virtudes y valores que ceban nuestro “super yo” no desde el ejemplo sino para regocijo de nuestra propia vanidad; naciendo de esta manera un ser humano espiritual en armonía con el mundo que le rodea lo que nos permitirá cambiar ese mundo donde lo material no será lo más importante, sino el progreso en cultivar nuestra conciencia para discernir entre lo bueno y lo malo, surgiendo con ello la necesidad del estudio como actividad intelectual que rompa con el conformismo con la realidad del mundo en base a lo que se nos dice o nos cuenta, o encontramos en fuentes manipuladas ideológicamente, sin una investigación propia que permita dar una respuesta objetiva a nuestros interrogantes.
En definitiva, se trata de un viaje que los seres humanos debemos realizar hacia el recuerdo de nuestra Identidad Esencial como un mapa que señala el Camino Mayor de la vida, en el que el hombre y la mujer deciden esa interiorización, obligados a perseverar, superarnos y confiar, entrenándonos en el camino de la vida mediante un recorrido en el que sin duda tendremos que aplicar valores que ensalzan nuestro espíritu y la propia razón de ser de la existencia, como la confianza, la perseverancia, la hermandad, la autoobservación y el silencio, hacen posible como dijo nuestro querido poeta Antonio Machado, hacer camino al andar mostrándonos la senda que nunca janas más debemos de volver a pisar.
Qué hermoso y extraordinario artículo!!! Nada menos y nada más que la realización de la “Gran Obra”.
Desde luego, como bien resaltas, poner el pié en el camino y seguir adelante es todo.
Muchas gracias por recordarnos que debemos ser “hijos pródigos” de regreso a casa.