LA MOMIA DE LENIN

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© Fotocomposición plazabierta.com

 

Hace 150 años del nacimiento de Lenin; el pseudónimo que prevaleció entre el centenar de falsos nombres que utilizó el director de la Revolución Rusa: William Frey, doctor Weber, Vladímir Kárpov, profesor Müller, Irvin Weyhoff son algunos de ellos. No debería necesitar presentación, pero no me atrevería a preguntar por él en clase; quizá para no llevarme más decepciones tras comprobar hace poco que nadie conocía el nombre de Dostoyevski, con la excepción de una estudiante polaca que incluso había leído dos libros suyos. Sí, es desolador comprobar esta tremenda ignorancia universitaria pero de ningún modo se debe tirar la toalla y renunciar a transmitir curiosidad y saberes.

En marzo de 1918, Lenin cambió de forma unilateral el nombre del Partido Obrero Social Demócrata de Rusia (POSDR) por el de Partido Comunista de Rusia. Cuatro años después estableció la nueva Unión Soviética, y en enero de 1924 fallecería, víctima de un definitivo derrame cerebral. Su padre había muerto en 1886, a causa de una apoplejía (una grave y descuidada hipertensión arterial) cuando él apenas tenía 16 años de edad. Meses después moriría en la horca su hermano mayor Aleksandr (Sasha, en familia) con 21 años, por intentar matar al zar en una burda conspiración de universitarios. Hasta entonces, Vladimir Uliánov, un gran estudiante, había vivido totalmente ajeno a la política. Parece ser que no tenía muy buena relación con su hermano Sasha, pero se incorporó a la lucha radical tras aquella sentencia de muerte y la hizo el norte de su vida; al cabo de pocos años cofundaría una Liga de Lucha para la Emancipación de la Clase Obrera.

Cuenta Victor Sebestyen, en su espléndida biografía ‘Lenin’ (Ático de los libros), que el joven Lenin comenzó a fumar y lo hacía de una forma compulsiva. Un día, su madre María Aleksándrovna le dijo en la mesa: “Volodia, no tienes ningún ingreso aparte del dinero que yo te doy. No tienes ningún derecho a malgastar los fondos de la familia en tabaco”. El muchacho renunció a fumar de inmediato y para siempre.

No pocos de sus correligionarios deploraron entre dientes que en el período prerrevolucionario Lenin nunca estuviese en la línea de fuego, y pusieron en tela de juicio su valentía. Gorki, el célebre y acaudalado escritor, simpatizó con Lenin y con la causa bolchevique, a la que respaldó con importantes donaciones, pero llegó a decir de Lenin que era “un embaucador de sangre fría que no respeta ni el honor ni las vidas del proletariado”. Para Lenin el fin justificaba los medios; era antiliberal. No paraba mientes en hacer o permitir lo que le convenía en cada momento para satisfacer su obsesión por el poder. Nunca quiso la riqueza, pero tampoco vivió en la pobreza.

Durante los dos últimos años y medio de su vida, el Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo cayó gravemente enfermo por ictus, diversos derrames cerebrales, y veintiséis distinguidos médicos lo atendieron día y noche cobrando enormes emolumentos por su labor. Stalin se hizo cargo del régimen de salud de Lenin. Ocultaría sus últimas voluntades. A su muerte, organizó los funerales rindiéndole culto y haciendo oídos sordos a Nadia, la viuda de Lenin. El propio Stalin estableció la Comisión para la inmortalización de la Memoria de Lenin, y ordenó embalsamar su cuerpo. Tras experimentar con otros cadáveres, los químicos encargados encontraron una fórmula adecuada de glicerina, alcohol, acetato de potasio, clorato de quinina y otro ingrediente que, a día de hoy, sigue siendo secreta.

Se pretendió que el cerebro de Lenin era excepcional, “hay que estudiarlo con detenimiento para apreciar su poder físico, los contornos de la colosal cúpula de la frente y sentir algo que solo puedo describir como una emanación física de luz de su superficie”, afirmó el fanático dramaturgo Lunacharski. Se hicieron estudios sobre su peso y tamaño que no acabaron viendo la luz. Pero la verdad es que era un cerebro normal. No obstante, Stalin logró parasitar sobre la momia de Lenin. Por cierto que éste tuvo un cocinero tras la revolución de octubre que se llamaba Spiridon y que fue el abuelo paterno de Putin.

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