El pasado viernes por la mañana, es decir, ayer temprano, Sara y yo paseamos tranquilamente por el mercadillo del barrio. Lo montan todos los viernes y se mantiene vivo durante la primera mitad de la jornada. Cazos y cazuelas, cuchillos y cucharas, calzoncillos y bragas, calcetines y albornoces, ropa de segunda, tercera o vigesimocuarta mano, felpudos y sábanas, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos… El aire se respiraba fresco y limpio. Algunas personas llevaban esas telas azules o blancas que están tan de moda últimamente, cubriéndoles el rostro. La mayoría de la gente no seguía esta aburrida moda. Y qué bien, pues el día se había antojado completamente despejado y los rayos de sol sentaban de mil perlas cuando a uno le acariciaban la jeta.
Muchas modas surgen de la nada por razones muy concretas y estudiadas; otras lo hacen de forma puramente espontánea: cual black swans (véase el significado de la expresión ‘cisne negro’). La moda de las telas azules y blancas, según mi criterio personal, equivale a un ejemplo claro de las requetemegaestudiadas; produce un rédito de mil demonios. Hay más ejemplos, a mi parecer, que cohabitan esta misma categoría de las modas, pero la de las telas de colores es la que vengo hoy a comentar.
Actualmente curso segundo de Psicología. Para la asignatura Estadística II, durante el segundo cuatrimestre del curso pasado, llevé a cabo una breve investigación y manufacturé, consecuentemente, un documento que la evidenciaba. Este documento se trata del trabajo individual obligatorio de la asignatura en cuestión. El mío se titula: “Why do people keep complying with facemask mandates? And is it healthy to constantly wear facemask mandates?” (¿Por qué la gente sigue cumpliendo con los mandatos de uso de mascarilla? Y, ¿es sano llevar mascarilla constantemente?
El documento PDF consta de cincuenta y siete páginas, donde la exposición de y la divagación sobre la información teórica y empírica recogida que sustenta las hipótesis del estudio estadístico que llevo a cabo ocupan casi la mitad de este. Anecdóticamente, se recomendaba que el trabajo alcanzase unas cinco páginas de extensión. Todo sea dicho, ya que mi abuela no está presente en el plano terrenal desde hace unos añitos para compartirlo, lo suelto yo: el simpático, afable y un poco neurótico (se preocupaba demasiado por aquellas personas que calificaba como ‘negacionistas’ y por sus posibles irresponsabilidades) profesor de tal asignatura decidió que merecía llevarme matrícula de honor, y así fue.
Básica y obviamente, encontré un sinfín de estudios científicos, entre ellos una revisión de estudios (metaanálisis) que recogía más de mil y los cribaba para quedarse con unos pocos más de cien por razones de rigurosidad, calidad, fiabilidad y validez científicas, que demostraban contundentemente que el uso continuado en el tiempo de las mascarillas estaba directa y significativamente relacionado con el incremento o la disminución en los valores efectivos de las magnitudes de ciertas variables. Un ejemplo claro, hablando rápido y mal, son los niveles de oxígeno en sangre, que se veían reducidos. Otro ejemplo claro son los niveles de dióxido de carbono en sangre, que aumentaban. Por cierto, si a alguien le interesase obtener el documento de mi estudio, por favor, que no dude en hacérmelo saber en los comentarios de esta publicación, adjuntando el correo electrónico al cual desearía que fuese enviado. Sería un placer y un honor para mí poder compartirlo con cualquier persona interesada en su lectura.
Sin embargo, a diferencia de la escandalosamente aplastante evidencia científica que encontré respecto de la existencia de no pocos perjuicios en términos de salud general derivados del uso excesivo de las mascarillas, no fui capaz de encontrar ni tan solo un único ejemplar de estudio científico riguroso que demostrase que, ponderando la balanza riesgo-beneficio, esta se decantase a favor del beneficio cuando se analizaba el uso continuado, diario o excesivo de las mascarillas: todos los que encontré evidenciaban cuán negativas podían resultar para la salud general de los seres humanos. Además, no sorprendentemente, muchos hacían hincapié en que, para los niños, quienes se encuentran en estado de desarrollo fisiológico, psicológico, cognitivo, social, emocional…, son especialmente dañinas.
El pasado viernes por la mañana, es decir, ayer temprano, me dediqué a disfrutar de la compañía y el afecto mutuo que Sara y yo nos proporcionábamos. Ambos anduvimos por el mercadillo del barrio. Yo me hice con la mejor chaqueta que vi en todo el lugar, la cual se me antojó a la velocidad de la luz nada más verla, por tan solo diez lereles; con media docena de calcetines gruesos y molones por cinco, y con un cuchillo para cortar verduras por, aproximadamente, la media aritmética de ambas recién comentadas cifras. Sara se pilló un bolso super fashion por la friolera de dos euros. Lo de rayarme la cabeza y gruñir internamente por la moda de las telas azules y blancas, ayer temprano y últimamente, lo dejé para otro día; o quizá, más bien, lo solté para que se extraviase por el baúl de los recuerdos de un pasado no muy lejano.