Apenas había comenzado el mes de marzo del año 2016 cuando en la madrugada del jueves día tres, unos hombres se deslizaron sigilosamente hasta la vivienda de Berta Cáceres. Protegidos por las sombras que aún se cernían en La Esperanza, en el oeste de Honduras, penetraron en su cálido hogar y asesinaron a esta heroína indígena del pueblo Lenca.
Dejaron tras de sí destrucción y tragedia. La pérdida irreparable de una vida, a una anciana madre desolada y a unos hijos huérfanos. Le arrebataron la vida a una mujer extraordinaria pero no consiguieron acallar su voz, la cual sigue viva en los suyos y en cuantos quieran recordarla. Un día la Historia la rescatará para darle el lugar merecido entre sus páginas.
Pero mientras, vayamos al inicio. ¿Qué mal había hecho Berta para sufrir tan devastador y trágico destino? ¿Por qué recibió amenazas de violación y linchamiento? Incluidas también las proferidas a su madre y a sus hijos. ¿A qué tanto ensañamiento y crueldad hasta terminar con lo más sagrado que un ser humano posee, su propia vida?
Su historia se remonta a su niñez. Creció educada bajo el manto de fortaleza y coraje de su madre, quien fue partera, enfermera y hasta alcaldesa, cuidando de la salud de muchas mujeres, viviendo dictaduras y golpes de estado. Heredó el amor por la tierra, la naturaleza y las tradiciones de su comunidad. No es extraño pues que se convirtiera en un referente, una mujer imparable, digna y orgullosa guerrera de su pueblo. Fue una líder fuerte e incorruptible a la que ni amenazas, ni asesinatos, pudieron detener o apartar del camino que había emprendido. En 1993 cofundó el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras. COPINH.
En 2006 la comunidad lenca del Río Blanco buscó la ayuda de la Organización cofundada por esta infatigable mujer. Habían descubierto que tras la masiva llegada de maquinaria pesada al lugar se escondía un polémico proyecto hidroeléctrico. Ningún representante del Gobierno había contactado con ellos en ningún momento para informarles.
Bajo su liderazgo, el pueblo lenca se organizó rebelándose en una titánica, injusta y desigual lucha en contra de la construcción de la represa de Agua Zarca. De llevarse a cabo el proyecto significaría desplazar a la comunidad, impidiéndoles desarrollar sus actividades agrícolas y desterrándoles de sus hogares, de sus raíces. El resultado de la privatización sería no solo del río sino de varios kilómetros a la redonda.
Las asambleas indígenas lencas, más de 150, rechazaron la construcción de la represa sobre el Río Gualcarque. Se desplazaron hasta Tegucigalpa para exigir al congreso rechazar el proyecto hidroeléctrico ya que habían otorgado a empresas privadas sus ríos durante más de treinta años.
El pueblo indígena continuó unido e hizo una férrea oposición en 2013 impidiendo la entrada de maquinarias al bloquear las carreteras. La firme, dura y valiente resistencia duró más de un año. La confrontación de Agua Zarca tuvo para ellos un alto coste ya que durante ese tiempo tres de sus activistas fueron asesinados. Además, soportaron estoicamente el infame hostigamiento al que fueron sometidos por los militares, los guardias privados, los sicarios y la policía, llegando éstos incluso a apuntar con sus armas a las cabezas de niños, niñas y ancianos de Río Blanco.
En los últimos años se han registrado más de 116 asesinatos de defensores medioambientales, la mayor parte de ellos ocurridos en América Latina, siendo Honduras el país cuyo registro es el más elevado.
Después de este dramático enfrentamiento en el que consiguieron paralizar el proyecto, el gigante asiático Sinohydro dio por concluido su contrato a finales del 2013 con DESA. Posteriormente, también retiró la financiación La Corporación Financiera Internacional, alegando con inquietud que se podrían estar violando Los Derechos Humanos.
“En los últimos años se han registrado más de 116 asesinatos de defensores medioambientales, la mayor parte de ellos ocurridos en América Latina, siendo Honduras el país cuyo registro es el más elevado.”
En abril del año 2015, la lucha incesante por la conservación del entorno y de su etnia otorgó a Berta Cáceres el premio medioambiental, llamado Goldman. Este premio está considerado como el máximo galardón y reconocimiento a nivel mundial para activistas y defensores del medioambiente. En su tradición
los lencas consideran que son los custodios de la naturaleza, a la que aman y respetan. Las mujeres, a su vez, están consideradas como las guardianas de los ríos ya que sus espíritus femeninos residen en ellos
Quiero rendir mi más profundo respeto y mi mayor admiración a este pueblo valeroso y milenario (es uno de los grupos mesoamericanos autóctonos) que son descendientes directos de Los Mayas, (según el historiador Rodolfo Barón Castro). Merecen ser reconocidos. A todas las personas que por el mero hecho de defender la naturaleza les ha sido arrebatada la vida. Y ¡cómo no!, a una mujer que, utilizando como única arma su palabra, se atrevió a enfrentarse a los dioses de la era moderna, el poder y el dinero, maquinaria destructiva, pagando por ello un precio terrible.
Quiero soñar, Berta, que tu espíritu reposará sobre las cristalinas aguas de vuestros sagrados y venerados ríos, quiero soñar que continuarás siendo la guardiana de aquel santuario por toda la eternidad.
Y termino con una cita, tus propias palabras: “Vos tenés la bala… Yo la palabra… La bala muere al detonarse… La palabra vive al replicarse”.