LA LEY SUPREMA.» EL BIEN Y EL MAL»

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Para Nietzsche “lo bueno y lo malo es imposible de definir porque nunca se llega a nada, y por eso es mejor que cada quién elija qué es lo bueno y lo malo para sí mismo, siempre y cuando no afecte a los demás».

Como contraposición Santo Tomás expone que el mal se opone al bien, y como el bien es algo propio de todo ser que existe –pues siempre es mejor ser que no ser y cada ser tiene la tendencia a permanecer en su ser y a desarrollarse-, parece que el mal es algo que se aleja del bien y, por tanto, del ser.

Podría seguir citando a filósofos, con las misma o distinta manera de pensar, pero he elegido a estos dos para situarme en mi razonamiento ante la negación del bien y el mal, y por contra, que ambos conceptos son consustanciales al ser humano y su desarrollo vital. Y, a partir de aquí pensar si existe una Ley Suprema que sirva de guía a los hombres para delimitar su conducta y, consiguientemente, ser categorizada de buena o mala.

Para los que creemos en un Ser Supremo, no desde la perspectiva de la fe, sino desde la existencia de un orden superior al origen del universo, como la energía consustancial a la propia existencia, parece que puede resultar fácil la definición del bien y del mal, sin embargo, puesto que no se trata de una creencia ciega, si afirmamos que ese ser supremo es el continente del bien, entonces también lo sería del mal, de manera que ambos conceptos  aparezcan inter conexionados.

Consciente de que para los deterministas y mucho más para los creyentes monoteistas, lo afirmado anteriormente puede resultar escandaloso e incluso sacrílego, sin embargo no pretendo que lo sea, primero por el respeto que debo tener frente a quienes su vida aparece iluminada por un Ser que inspira el recto actuar o hacer el bien, al margen de las acciones de las instituciones que sustentan su religión; y en segundo lugar porque considerando a dicho Ser Supremo algo tan sublime y ambivalente que no puedo atribuirle conductas propias de los seres humanos.

Entonces, la siguiente pregunta en mi exposición sería: ¿qué pinta Dios en toda esto?, lo que me lleva a plantearme si puede existir o  no una Ley Suprema que guíe a los hombres en su actuar, que emana de ese Dios o ¿sólo es consecuencia de la educación recibida y por lo tanto se trata de un constructo social?.

La respuesta, partiendo que no concibo una línea marcada que guíe nuestra existencia, sin embargo sí  concibo la existencia de esa Ley suprema que ayuda a discernir entre el bien y el mal, no como una Ley escrita sino forjada a lo largo de la existencia humana en la que, por supuesto, es fruto de la experiencia y de la propia educación, de manera que lo que para unos puede resultar bueno para otros puede ser malo, como sucede con determinadas costumbres o creencias que actualmente se han superado  consecuencia del avance científico y del conocimiento en general.

De manera que la intención marcada por esa socialización del ser humano que moldea nuestra conciencia como juez de nuestras actuaciones, es fruto de la propia existencia, de la capacidad de discernir que el hombre, a diferencia de otros animales y especies que pueblan la Tierra tiene, como es la libre elección del camino a seguir. De manera que si la propia existencia universal es Dios en sí mismo, ello me lleva a esa Ley Suprema, que la comunidad sustenta en la moral individual como producto de la interacción social que la genera y reproduce,  en parte conservándola y en parte modificándola; según cambia la propia sociedad y que nos lleva a la ética.

Concluyendo, no puedo concebir a Dios como un ente sino como una única verdad, causa sustancia primaria o materia de lo existente y no inexistente, o lo que es lo mismo la confluencia o  la suma que viene  dada por la ley natural, la existencia  y el universo, variantes todas ellas de todo lo  que  fue, es y será.

Por consiguiente, el bien y el mal existen, siendo el mal el que rompe la armonía  tanto del individuo como de la propia comunidad,  y que,  como existencia de los opuestos, conforman una unidad por cuanto uno no pueden existir sin el otro; existencia que, en sí misma, como comunión entre todo y todos, como energía que se materializa en todo lo que existe y  lo que  no existe pero que está por venir;  constituye el orden superior o Ley suprema. Es decir, la propia existencia del bien y el mal, viene marcada por esa Ley suprema y moldeada por la educación del hombre.

En definitiva, la Ley suprema es la base de las Normas Imperantes, no sólo en un Orden social, sino en un orden superior que es el universo de la propia existencia, lo  que  nos lleva que  el bien el mal exista en el corazón de todos los hombres,  la cuestión está en tomar la mejor  elección.

 

1 COMENTARIO

  1. Este artículo me ha estremecido, tanto en su profundo contenido, como en su brillante y elegante forma de abordar el tema.
    Sí, desde luego que el bien y el mal son consustanciales a nuestra naturaleza y, para mí, necesarios; me explico:
    Yo creo que sí sólo tuviéramos la posibilidad de ser buenos, no habría libertad y además no tendría tampoco ningún mérito serlo.

    Muchas gracias por tan maravillosa reflexión.

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