Que los nacionalismos han sido siempre y siguen siendo un lastre en la política española es algo evidente, quizá debido a una mala concepción en la organización territorial del Estado en la Constitución de 1978, como un apaño para tapar viejas confrontaciones del pasado, algunas de ellas sangrientas que ponen de relieve la continúa lucha entre territorios, que ni los Reyes Católicos consiguieron solucionar por mucho que les atribuyeran la unidad nacional tras la reconquista ya que, en realidad, no fue más allá que una mera unión personal de dos coronas que continuaron independientes, Castilla y Aragón.
Así…, hasta nuestros días. Una imagen de un pais que el cuadro de Francisco de Goya, “Duelo a Garrotazos” define a la perfección. Una España dividida, de continuas batallas ideológicas, en la que si no estas conmigo estás contra mi, donde no existe más identidad nacional que la que de un oportunismo político arriagado en contiendas de nuestros antepasados, de conquistas y reconquitas de reinos y condados, donde sus pobladores morian de hambre o en sangrientas batallas enarbolando banderas de una amarga subsistencia basada en un servilismo a sus señores a cambio de las migajas que sobraban de los banquetas palaciegos.
Y, aunque parezcca mentira, la historia se repite, porque aunque en el estandarte de nuestras batallas reze el lema de la igualdad, la libertad y la fraternidad, no es más que un ficticio montaje para mantener narcotizado a un pueblo bajo ideologías de división y confrontación, donde siempre tiene que haber vendedores y vencidos, buenos y malos, patriotas y antipatriotas, españoles y no españoles..
Valga la introducción para analizar el panorama actual de nuestra política estatal dondo todo gira, no entorno al bienestar común sino a una obtención de un puñado de votos para poder gobernar a cambio de tener de nuevo al país dividido por el nacionalismo catalán que, aunque se remonta a decadas, Pedro Sánchez, vende bajo una engañosa dimensión de reconciliación, pero con graves implicaciones para el futuro político y social del país, donde quizá lo menos importante sea el rugido del León catalufo en el momento actual, sino como siempre ha ocurrido, de la desigualdad entre las distintas Comunidades Autónomas.
Uno de los hitos más significativos en la relación entre el Gobierno de Sánchez y el nacionalismo catalán fue la celebración del referéndum de autodeterminación en Cataluña en 2019, contra el que cargó intentando impedir su celebración que, finalmente se llevó a cabo exacerbando las tensiones y avivando las llamas del conflicto, lo que condujo al Tribunal Supremo a la condena de los líderes independentistas, precursores de dicho referendum que conviritió el rugido del león independentista en un feroz zarpazo con nuevas olas de protestas y disrturbios en Cataluña, evidenciando la profundidad de las divisiones dentro de la sociedad catalana y sus consecuencias para la estabilidad política de España en su conjunto, incluso de Cataluña con graves problemas que van más allá de conseguir izar su bandera prescindiendo de la española.
Pero, como siempre ocurre con este presidente del gobierno español, lo negro se convierte en blanco y lo blanco en negro en un chasquido de dedos y, aunque podríamos creernos, girando la vista hacia otro lado, el tema de la reconciación, incluso su intención de iniciar un nuevo proceso de cambio de la estructura territorial del Estado hacia un estado más federal, sin embargo, puede la incredulidad en un final feliz cuando de lo que se parte es de un trato privilegido a Cataluña y de concesiones que quiebran el principio de solidaridad que la Constitución plasma como fundamento para lograr de una manera real y efectiva la unidad del pais, máxime con una Ley de Amanistia a favor de los condenados por la participación en el procés, quienes siguen rompiendo la pretensión sanchista de reconciliación voviendo a avibar las llamas del independentisto reaccionario, lo que convierte toda la línea de negociación en un circo anticonstitucional entre independientistas y el gobierno de España.
Así pues, resulta dificil creer a quien predispuso en su momento la condena de los independentistas catalanes bajo una defensa enérgica de la unidad de España que ahora pretenda lo contrario como forma de mantenerse en la Moncloa, por unos cuantos votos que refuerza la lucha independentista que amenaza con socavar la cohesión social y la estabilidad política, poniendo en riesgo los logros alcanzados en términos de desarrollo económico y bienestar social. Ello, sin olvidar que la incertidumbre política y la inestabilidad pueden ahuyentar a inversores y socavar la confianza en la economía española, con consecuencias adversas para el empleo y el crecimiento.
En última instancia, la cuestión catalana plantea desafíos fundamentales para la democracia española y la convivencia pacífica entre sus ciudadanos, lo que requiere un enfoque cuidadoso y equilibrado, que reconozca tanto la diversidad cultural y política del país como su unidad e integridad territorial, y un reparto equitativo y solidario de la riqueza, pero no de la manera en que Sánchez lo hace para obtener la mayoría parlamentaria, aunque sea de forma precaria y sin visos de futuro, lo que ha llevado ante la demora en la aprobacion de la amnistía a la prórroga de los presupuestos del ejercicio pasado.
En resumen, el nacionalismo catalán y la respuesta del Gobierno de Pedro Sánchez han contribuido a la fragmentación de España, planteando desafíos significativos para su futuro político y social. La resolución de este conflicto exigirá un compromiso firme con los principios democráticos y la búsqueda de soluciones que promuevan la unidad y la cohesión nacional. En última instancia, el destino de España como nación está en manos de sus ciudadanos y líderes, pero no de los que tenemos ahora, tanto en el gobierno como en la oposición, maestros en la mentira y en la corrupcuon, sino politicos integros dispuestos a trabajar juntos para superar las divisiones y construir un futuro compartido basado en el respeto mutuo y la convivencia pacífica.
Seguiré soñando.
Magnífico artículo.
Basándome en los intereses egoístas de quienes enarbolan las banderas del nacionalismo, a quienes no interesa económicamente la separación total, tengo una “fe lógica” en que España no va a fragmentarse.
Otra cosa sería llegar al federalismo, al que quizás estemos abocados…