El dialogo que muchos hemos defendido entre los independentistas de Cataluña y el gobierno central como única posibilidad de solucionar la secesión del estado plantada por esta Comunidad Autónoma, al parecer resulta imposible, no porque el nuevo gobierno de Pedro Sánchez se haya negado a ello como lo hizo el anterior presidente de la nación D. M. Rajoy, sino porque ha sido el propio Quim Torra quien se ha negado al diálogo convirtiéndolo en una negociación.
Son tres los requisitos de toda negociación, el primero la voluntad de negociar de todas la partes, el segundo que cada parte presente en el proceso de negociación tengan objetivos distintos y, tercero, la intercambiabilidad de objetivos, o lo que es lo mismo, que cada parte tenga lo que a la otra le interesa y viceversa.
Según el norteamericano Herb Cohen ,negociador corporativo y gubernamental y consultor estratégico en áreas de negocios comerciales y manejo de crisis, entre cuyos principales clientes se encuentran el Departamento de Estad, el FBI, la CIA, la Conferencia de Alcaldes de los EE. UU. y el Departamento de Justicia de EE. UU., aparte de otras importantes empresas de ámbito internacional, en una de sus citas, señala que: “Una negociación exitosa ocurre cuando ambas partes descubren un resultado que prefieren sobre el status quo“.
Es por ello que, debido a que el status quo es imposible cambiar en nuestro caso sin una reforma constitucional, hace que ambas posturas resulten irreconciliables entre las partes en conflicto, por lo que nada o casi nada queda por hacer para encontrar salidas que satisfagan a ambas, sobre todo porque el punto de equilibrio no existe y no puede existir si tomamos como base la inconstitucionalidad del proceso independentista.
Cualquier estado que se considere meridianamente democrático no puede actuar en contra de su propio ordenamiento jurídico, el cual obviamente debe estar subordinado o no contravenir la norma superior, cual es la propia Constitución que estructura dicho ordenamiento, además de respetar ciertas normas de derecho internacional como es la propia Declaración Universal de los Derechos Humanos, con sometimiento expreso a ella según el artículo 10.1 del texto constitucional al indicar que: «Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España». Declaración que considera como secesión y no como derecho a la autodeterminación, cualquier separación de un Estado legítimamente democrático que vaya en contra de su propia Constitución, motivo por el cual, salvo reforma de ésta por una mayoría cualificada de 3/5, equivalente a 210 diputados de los 250 que integran nuestro Congreso de los diputados, lo que exigiría llegar a un consenso entre partidos con representación parlamentaria al ser prácticamente imposible que uno solo la alcance por sí mismo; aspecto que, finalmente, pone de manifiesto la dificultad de una modificación para dar cabida a la independencia pretendida por cierta parte pueblo catalán, sin que se pueda concretar si está representa la mayoría de sus ciudadanos al no poderse dar por válido el resultado del referéndum de 1 de octubre del pasado año, a favor de la independencia por los mismos motivos que los expresados, es decir, por no haberse convocado conforme a Derecho.
Volver hacer incidencia en aspectos como los indicados que ya se han puesto de manifiesto en otras ocasiones, evidencia que la negociación que se ha mencionado al inicio esté abocada al fracaso, en principio porque quien debería estar dispuesto a una mayor concesión o sacrificio de sus intereses debería ser la parte catalana, al haberse situado voluntaria e unilateralmente al margen del derecho vigente.
Pero, también Herb Cohen, pone de manifiesto que “la negociación es un campo de conocimiento y de acción cuyo objetivo es ganarse el favor de la gente de la que usted quiere cosas… Es la utilización de la información y el poder para afectar comportamiento dentro de un remolino de tensiones”, lo que define o pone de manifiesto la manipulación que de este proceso independentista están haciendo sus defensores de forma torticera, acusando de falta de democracia a quienes plantean una posible reforma desde el respeto al texto constitucional; lo cual constituye una auténtica falacia por utilizar argumentos con apariencia de verdad con el que se quiere convencer a alguien de algo que es falso, o lo que es lo mismo un engaño intencionado con el ánimo de causar daño.
Tal es el caso de la utilización que los independentistas están haciendo en determinados ámbitos e instituciones internacionales, acusando de falta de democracia a un Estado que desde su texto constitucional lo que hace es defender su unidad territorial o la indisoluble unidad del país.
Así pues, si el Sr. Torra y su gobierno independentista quieren conseguir algo debe ser desde el respeto a la Constitución española y no desde una posición rupturista. Dicho de otra manera, el cauce hacia una reforma constitucional que permita dar una solución a nuestro conflicto tiene que ser desde la premisa de construir por ambas partes, de manera que, desde las premisas expuestas no se puede concebir dicha reforma sin que ambas partes salgamos ganando. Cualquier otra postura, además de falaz como hemos expuesto, debería considerarse como beligerante por su disposición a la hostilidad y al enfrentamiento, que es lo que ha hecho hasta ahora los partidos independentistas.
“Tal es el caso de la utilización que los independentistas están haciendo en determinados ámbitos e instituciones internacionales, acusando de falta de democracia a un Estado que desde su texto constitucional lo que hace es defender su unidad territorial o la indisoluble unidad del país.”
En definitiva, para construir no hay que destruir, por lo que demonizar un régimen democrático como el español -aunque con muchas carencias-, de la manera que vienen haciendo los independentistas sólo pone de manifiesto un aspecto que no es otro que su incapacidad de negociación además de prolongar un delirio sin solución, no sabemos si para aferrarse a un sillón convirtiéndose en medradores de la política como hacen todos.