Sí, dudo de lo innegable, incluso de lo evidente, porque el tiempo me ha demostrado que todo es variable, porque yo no soy estático y porque lo evidente deja de serlo según la postura del observador. Todo depende de mi punto de observación. Quizá por ello soy una mente errante o, para los místicos un alma errante, que no perdida, pues siempre sigo el rumbo que me marco en cada aventura que la vida me ofrece en búsqueda de la luz.
Por eso me sigo asombrando ante quienes defiende su verdad como la única verdad, no por el alto nivel de compromiso con una determinada postura o por su claridad de ideas, que no deja de ser una virtud, sino porque presentan su verdad como la única verdad. Me maravilla su sentido de sensatez y de compromiso con lo que pretende demostrar, porque incluso lo empírico muestra la realidad que somos capaz de observar, de percibir, con los elementos de los que disponemos, incluso nuestros propios sentidos o ideas preconcebidas pueden distorsionar la realidad.
Más allá de la física esta la metafísica, por ello creo en las verdades relativas, es decir, aquellas que están sujetas a interpretación, dentro de un determinado marco de referencia, incluso dentro una determinda dimensión; en tanto que las verdades absolutas serían aquellas que no tienen contraparte, por tanto son indiscutibles e incuestionables. Es permanente, indisoluble y carece de cualidades, simplemente es.
Considero el saber humano como relativo, subjetivo e incapaz de ser objetivado, de manera que la validez de un juicio depende de las condiciones en que éste se enuncie, lo que me lleva al relativismo gnoseológico o, incluso, al relativismo moral en el sentido que no hay bien o mal absolutos, sino dependientes de circunstancias concretas. Por eso me alejo de creencias religiosas, por su dogmatismo y porque anteponen la fe a la razón en la prioridad del conocimiento, así como de los demonios que en ellas se encuentran de mano del pecado. ¿Cuantos escepticos han sido condenados por herejes?.
Sin escepticismo no hay movimiento, la duda es la que estimula el conocimiento, el estudio y el aprendizaje, más allá de un conocimiento empaquetado, donde tengan cabida ideas opuestas. Aunque también, es cierto, que el escepticismo resulta peligroso en el momento actual donde la crítica racional, la duda razonable, ha desaparecido, existiendo sólo buenos y malos, blanco y negro, obviando la gran gama de grises que puede haber entre ambos.
En definitiva, todo ello me lleva, como ya he manifestado en otras ocasiones, a no creer en los “sabelotodo”, sí en el saber fruto del aprendizaje. Tampoco creo en los escépticos de moda que cuestionan todo sin razón, de manera estática, como una pose; de los que dudan únicamente por dudar, sin búsqueda de evidencias que puedan disipar las verdades relativas objeto de juicio o análisis, quizá porque con tal actitud parten de verdades absolutas y doctrinarias que tratan de imponer, o porque son incapaces de razonar sin negar lo opuesto.