► «La Filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma en torno al ser».
▬ PLATÓN.
► «Filosofía es la búsqueda de la verdad como norma para la conducta».
SÓCRATES.
► «El hombre nada puede aprender sino en virtud de lo que sabe».
▬ ARISTÓTELES.
► «Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás».
▬ DESCARTES.
► «Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender, a filosofar».
▬ ORTEGA Y GASSET.
LA ESCUELA DE ATENAS es un impresionante fresco de las salas del Vaticano, situado en la “Estancia de la Signatura” (llamada así porque en ella se firmaban los documentos papales), en el que el artista renacentista Rafael Sanzio (1483–1520) rindió un extraordinario homenaje a la investigación racional de la verdad en el mundo griego, al concentrar a los sabios, científicos, filósofos y matemáticos mas eminentes de la antigüedad clásica helénica.
El papa Julio II, a iniciativa del arquitecto Bramante, paisano de Rafael, encarga a este un completo y armónico conjunto iconográfico, cuya fuerza ideológica que lo anima y lo trasciende está en consonancia con el ambiente cultural de la corte pontificia de principios del siglo XVI, marcado por el mito del Renacimiento de renovar las enseñanzas de la Antigüedad, bajo la tutela de una Iglesia renovadora y universal.
Rafael construye un mundo de belleza, de orden, equilibrio, simetría y proporción, de grandiosidad y de rigor, donde imperan las leyes de la Armonía, de la Geometría y de la Óptica, para deleite de la mirada y complacencia de la razón. Con una inmensa capacidad de asimilación, a pesar de su juventud, Rafael supo captar las inquietudes humanistas de su época, cumpliendo como pintor el papel de artista intelectual y erudito, capaz de crear preceptos universales, de teorizar sobre su propia obra y de establecer un lenguaje universal y filosófico, que junto con sus contemporáneos mayores, Leonardo y Miguel Ángel, fue elevado a su máximo exponente. Para los tres genios renacentistas, la Pintura debía trascender lo meramente artesanal para convertirse, como dijera Leonardo, en «un discurso mental», en un Arte racional, basado en los principios del Número y la Proporción, la Simetría y la Armonía; con la misión de representar la realidad a partir de los principios geométricos y artísticos que habían establecido los llamados “artistas-geómetras” Piero della Francesca, Luca Pacioli, Brunelleschi, L.B.Alberti, Durero y Leonardo.
LA ESCUELA DE ATENAS pretende rendir un homenaje a la verdad racional trasmitida por los grandes filósofos, matemáticos y científicos de la Antigüedad, cuyas efigies están representadas en el interior de un edificio de formas solemnes y grandiosas proporciones, con evocaciones temáticas de la Arquitectura romana. El centro de la perspectiva del cuadro (el punto de fuga) es un punto ideal situado entre los personajes centrales, Platón y Aristóteles, a la altura de su cintura. El resto de los personajes se distribuyen en una escalinata monumental, donde forman grupos homogéneos a partir de un eje de simetría. Allí conversan, debaten, reflexionan o escriben.
Platón y Aristóteles parecen conversar al avanzar hacia delante, mientras que a ambos lados una serie de personajes diversos les abren un pasillo.
En grupos ordenados, se sitúan el resto de las ilustres eminencias. A la izquierda, Sócrates, que platica animadamente con sus discípulos, amigos y conciudadanos, Jenofonte (el autor de “Recuerdos de Sócrates” y “La Anábasis” o “La retirada de los diez mil”), Alcibíades y Esquines (o tal vez Alejandro).
En el mismo lado abajo, Zenón de Elea (célebre por sus paradojas sobre el infinito y el movimiento), con un niño que sostiene un libro que lee Epicuro.
En la parte más inferior, a la izquierda, observado de espaldas por Averroes (que lleva un turbante blanco), se sitúa Pitágoras. Aquí el artista podría haber plasmado cualquiera de la infinidad de aspectos iconográficos vinculados al padre de la Filosofía y de la Matemática racional, como «Filósofo del Número» que realiza el «Milagro griego en Matemáticas», al ser uno de los artífices fundamentales del «Tránsito del Mito al Logos» que tiene lugar en el mundo helénico. Sin embargo, Pitágoras está escribiendo en un grueso volumen, que tiene a sus pies una tablilla, sostenida por un discípulo, con símbolos de las concordancias musicales. La certeza inherente al fundamento matemático de la armonía musical (uno de los grandes descubrimientos empíricos del gran sabio) aparece representado de forma eminente, por Rafael en LA ESCUELA DE ATENAS, en esta tablilla. Se trata de un ingenioso diagrama que simboliza las cuatro cuerdas de la antigua lira, que resume la estructura completa de la escala armónica pitagórica. De modo que Rafael no sólo conocía perfectamente las proporciones musicales (y su aplicación (además de las proporciones geométricas áureas), en la Pintura y en la Arquitectura, sino que las debía considerar de trascendental importancia, como para situarlas en un lugar tan preeminente, en una obra pictórica tan significativa, donde se confrontaban los sistemas filosóficos de la antigüedad, caso único en la Historia de la Pintura. Parece que Rafael pretendiera simbolizar la presentación de las proporciones musicales a la aprobación de los filósofos, pensadores, matemáticos y científicos representados en el fresco.
Al lado de Pitágoras, el artista Rafael sitúa, de pie, a la mítica heroína Hipatia de Alejandría (355–415), filósofa neoplatónica, quizá la primera mujer matemática de la que se tiene un conocimiento razonablemente seguro y documentado (exceptuando tal vez Teano, emparentada con el propio Pitágoras). Hipatia desarrolló una meritoria labor docente e investigadora y escribió sobre Geometría, Álgebra y Astronomía, que por fortuna está perfectamente documentado. Por ello se la recuerda muy bien, además de por su terrible, dramático y trágico final.
Al lado de Hipatia está Parménides de Elea, que señala a un libro abierto apoyado sobre la rodilla; y contiguo se sitúa Heráclito de Éfeso, que aunque abstraído, escribe sobre un bloque de mármol. En el centro Diógenes el Cínico aparece pensativo, ajeno al ambiente general.
El magisterio de Euclides de Alejandría colma la parte inferior derecha de LA ESCUELA DE ATENAS. El gran compilador de la Geometría Elemental en “Los Elementos” ilustra, con un compás un teorema, en una pizarra, ante sus discípulos. Algunos comentaristas e intérpretes señalan que en vez de Euclides este personaje podría ser Arquímedes. Varios argumentos podrían desmentir esta interpretación. Uno de ellos algo banal, se basa en el repaso de la abundante iconografía de ambos genios matemáticos. Otro argumento, un poco más serio, está asentado en la diferente naturaleza y metodología del trabajo matemático de Euclides y de Arquímedes. Sintetizando mucho podemos decir que mientras “Euclides es el gran maestro y “Los Elementos” es un “Libro de Texto”, “Arquímedes es el investigador por excelencia”. Podemos suponer a Euclides rodeado de forma permanente de discípulos en “La Escuela de Alejandría” y en su Biblioteca, mientras que es muy probable que Arquímedes, salvo en su etapa de formación en Alejandría (con los discípulos de Euclides precisamente) desarrollara su actividad investigadora en solitario, en Siracusa (en la isla de Sicilia), por eso muere en soledad, en el asedio romano de Siracusa, (mientras dibujaba figuras geométricas en la arena), como atestigua la leyenda y la abundante iconografía, atravesado por la espada de un soldado romano; y además, Arquímedes enviaba sus obras a Alejandría, para darlas a conocer a los epígonos de Euclides, algunos de ellos sus amigos de juventud.
Detrás de Euclides se sitúa Zoroastro, sosteniendo la esfera terrestre y el astrónomo y matemático Ptolomeo, que soporta un globo terráqueo y está coronado, tal vez porque se le confunde con alguno de los reyes de Egipto, de nombre coincidente.
En las hornacinas laterales del cuadro aparecen Apolo (dios del conocimiento) y Minerva (diosa de la sabiduría), ambos directamente referibles a modelos clásicos, cuya inserción aquí quedaría explicada por los conjuntos escultóricos alegóricos situados debajo de ellos, a la izquierda una lucha de desnudos y un tritón que rapta a una nereida, que simboliza la violencia y los deseos sensuales que subyugan la parte inferior del alma humana y deben ser dominados y guiados por la autoridad de la razón, representada por el dios Apolo; y a la izquierda bajo Minerva, una alegoría que parece simbolizar la actividad de la inteligencia gobernada por la divinidad.
En este venerable “Templo de la Sabiduría“, que evoca la idea de Marsilio Ficino del “Templo de la Filosofía”, el genial artista Rafael, siguiendo los principios teóricos renacentistas de Leon. B. Alberti y Leonardo, capta la expresión de los personajes, a través de los movimientos del cuerpo. Con una representación global de la serenidad clásica, cada uno de ellos manifiesta un estado de ánimo, de acción, de disertación, de debate, de melancolía, de meditación, de reflexión, de abstracción o de introspección, a través del gesto, de la postura o de la mirada, pero siempre presidido por el halo de la serenidad clásica.
El estudio iconográfico de la obra de Rafael muestra la manifestación última del pensamiento humanista en el ferviente deseo de recuperar el legado de la Antigüedad clásica, pero bajo una perspectiva de actualización, ya que los pensadores y demás personajes clásicos aparecen retratados bajo los rostros de intelectuales y artistas coetáneos, a quienes Rafael querría rendir homenaje. Así por ejemplo, Platón es Leonardo, Heráclito es Miguel Ángel, Euclides es Bramante, Zoroastro es Pietro Bembo y el mismo Rafael, siguiendo una larga tradición pictórica, se retrata en el margen central derecho, junto a Zoroastro y Ptolomeo, como queriendo fundir, por una parte el Arte con la Ciencia y la Filosofía, y por otra, el saber de la época clásica con el de la época renacentista. Así pues, Rafael con LA ESCUELA DE ATENAS sitúa a los artistas en la asamblea de la sabiduría de los doctos, y eleva las Artes Plásticas, antaño reducidas a mecánicas y artesanas, a la misma categoría intelectual de “Las Artes Liberales”, de modo que más allá de la plasmación de la percepción, el Arte perseguirá, a partir de ahora, la búsqueda de la idea a través del discurso mental.