En el corto camino de la vida me he encontrado con gente, pero también con personas, gente con apariencia de Ángeles, personas que sin pretensión de engalanarse con alas blancas eran libres; gente adornadas con medallas de sabios y Reyes, sentadas en tronos de honestidad y sabiduría, pero miserables en su conducta; personas sabías que no pretenden dar lecciones de nada; gente soberbia engolada de una sabiduría artificial sonsacada de libros sin asimilar, personas que cayan cuando otros hablan, dispuestas siempre a aprender de la opinión ajena; gente que todo lo saben, personas que por prudencia callan más de lo que saben; personas que aman, y gente que te dicen “te quiero” dándote una bofetada.
La vida está llena de caminos que, a veces recorremos solo y otros en compañia de gente y de personas, mimetizándote con unos y huyendo de otros, a veces movido por el viento y otras por la libre elección, aunque siempre cayendo en la misma estupidez de rodearnos de gente en vez de personas; en la estupidez, en la que ahora yo ahora mismo caigo de juzgar a unos y a otros antes de juzgarme yo primero, porque no podemos negar que somos la consecuencia de nuestros actos, de nuestras elecciones, porque a veces somos gente y a veces personas. Gente estúpida, vanidosa, soberbia, egoísta, envidiosa…, que no terminamos de aprender de nuestros errores y, aún a pesar de ellos, seguimos haciendo culpable al mundo que nos rodea.
Que estúpida querencia de creernos mejores que el resto, sin darnos cuenta que somos la misma evolución de ese desorden primigenio, con las mismas característica físicas o biológicas que el resto de seres vivos sean bacterias, plantas o animales, con tendencia a ese desorden natural, que en el caso de los seres humanos nos lleva a esa entropía psicológica como concepto adoptado de la termodinámica de la tendencia a derivarse hacia un estado desordenado y caótico.
Si bien es cierto que en el universo en su conjunto se observa la inmutable e inexorable regla que dice que la entropía aumenta a medida que pasa el tiempo, sin embargo nos enfrentamos a la aparente paradoja de los seres humanos de poder transformar ese desorden psicológico, en orden, con influencia en la transformación del desorden social.
Sólo desde el convencimiento de que es posible una evolución personal que transforme nuestro caos personal logrando equilibrar nuestras energías interiores, con manifestación en un complejo estado de sentimientos contradictorios y negativos donde el miedo al cambio produce el mayor efecto narcotizante, podremos lograr esa transformación para pasar de gente a personas.
Desde luego que, lo primero, es darnos cuenta de esa entropía psicológica para desear posteriormente una organización de todas esas contradicciones, un deseo de cambio que sólo se puede lograr mediante un mejor conocimiento del ser humano, en sus diferentes vertientes, antropológica, psicológica y también espiritual, que finalmente nos ayude a dar respuestas a todas esas preguntas que desde la filosofía se lleva haciendo desde la escuela de Mileto o escuela Jonica hasta nuestros tiempos, porque el ser humano que no se plantea ese porqué de las cosas es imposible que evolucione; preguntas que para encontrar respuestas nos lleva al necesario estudio, más allá que los datos que nos proporciona una inteligencia artificial que, aunque incuestionable, no deja de ser una herramienta de investigación, que sin la asimilación personal poca influencia puede tener en el cambio perseguido, y mucho menos si los datos no son confrontados o proceden de la tendencia actual a las respuestas rápidas sin fundamento obtenidas de foros poco fiables que encontramos en redes sociales, de gentes que actúan en masa y no de personas cultivadas y, consiguientemente evolucionadas.
Como decía el filósofo citado: “lo fácil es pensar que conocemos al prójimo, lo difícil es conocerse a uno mismo”, siendo ese autoconocimiento imprescindible para el cambio.
En definitiva, no existe cambio sin esfuerzo, y sin el cambio los miedos irracionales camparán a sus anchas, llevándonos a ese mundo interior de tinieblas y de entropía. Sólo aprovechando la energía desordenada y canalizándola podremos, sin lugar a dudas, cambiar; no sólo nuestro mundo interior sino también del exterior.
Incluso, remontándonos a Hermes Trimesgisto «El TODO es Mente; el universo es mental.», de manera que mantener nuestra mente en equilibrio nos ayudará a equilibrar el universo de nuestro cuerpo, construir nuestro templo personal con piedras cúbicas perfectas una vez pulidas sus aristas naturales a base devastarlas con el cincel del esfuerzo de nuestro trabajo mental; templo personal que con nuestro ejemplo contribuirá a la construcción de un templo universal que es el de la humanidad, porque sólo la pericia obtenida con nuestro constante trabajo nos faculta a tender a una grandeza de espíritu capaz de iluminar con la iluminaria del conocimiento y del amor el mundo entrópico en el que vivimos.
Dejemos de ser gentes para convertirnos en personas. Dejemos de vibrar sin ritmo para vibrar con armonía, para que nuestro opuestos converjan en el camino hacia nuestra felicidad con el constante e incesante conocimiento personal. Ello nos permitirá finalmente dejar de juzgar tanto a nuestros semejantes y lograr un juicio equilibrado y constructivo para descubrir de donde venimos y a dónde vamos. Bajar de los tronos donde nos coronamos o coronan sin merecerlo, o por contra subirlos con la humildad que lo hacen los sabios.
“Gente o persona”, ” entropía u orden”, ” erudición o sabiduría”…
Sí, desde luego ahí está la diferencia y el pulido de la piedra.
Se nota el buceo interior en esta reflexión. Me ha encantado, inspirado y conmovido.
Muchas gracias.