El espíritu humano es la parte espiritual o mental de la humanidad, objeto de estudio por la filosofía, la psicología, incluso por el arte, así como por aquellas ciencias y técnicas del conocimiento humano. Se utiliza como referencia al “alma humana”, o en términos más laicos, viene referido a la parte universal o mayor componente de la naturaleza humana en contraste al alma o psique, que puede referirse al ego o un elemento menor. El espíritu humano incluye nuestro intelecto, emociones, miedos, pasiones, y creatividad.
Existe un periodo de nuestra existencia en el que ese espíritu humano tiende a entrar en decadencia, entendida como perdida progresiva de la fuerza, intensidad, importancia o perfección de una cosa o persona, siendo aquel en el que se entra en la edad madura.
De todos es conocido que el paso de la vida laboral a la jubilación suele ocasionar problemas de adaptación que con el paso del tiempo, sino se les pone solución se pueden cronificar, convirtiéndose en un modo de vida que no responden a las expectativas de quien ansiosamente esperaba llegar a esa etapa de jubilo tan merecida. De la rutina de un trabajo diario que ocupaba la mayor parte de nuestras vidas, la jubilación supone disponer de un gran tiempo de ocio que, quienes no venían disfrutando de unos hobbies o costumbres que ocupaban su tiempo libre, convierten sus días en eternos y aburridos.
El envejecimiento activo, del que tanto se habla últimamente, se basa en el reconocimiento de los derechos humanos de los mayores y en los Principios de las Naciones Unidas de independencia, participación, dignidad, cuidados y realización de los propios deseos.
Es por ello necesario un cambio de estrategia en relación a la participación activa de nuestros mayores en el mundo que les rodea, basándonos en sus derechos y en la igualdad de oportunidades en todos los aspectos de la vida, consiguiendo con ello hacer real uno de los principios rectores de la política social y económica que nuestra propia Constitución de 1978 proclama en su artículo 50, como es la obligación de los poderes públicos, no sólo de garantizar mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad; sino también promover su bienestar mediante un sistema de servicios sociales que atenderán sus problemas específicos de salud, vivienda, cultura y ocio, con independencia de las obligaciones familiares.
Ahora bien, es fundamental en esta etapa de la vida la actitud de la persona, sobre todo asumir con positivismo las limitaciones que la edad nos impone, no apreciándolas como una barrera invalidante para hacer cosas, sino todo lo contrario, de superación ante nosotros mismos, o para hacer y vivir con mayor intensidad aquellas otras que si podemos llevar a cabo.
Es fundamental, no sólo a nivel individual, sino de la propia familia, hacer que los mayores se sientan útiles, para ello, en el caso de muchos hombres se les puede conferir ciertas obligaciones domésticas hasta entonces delegadas o asumidas por la pareja -acorde obviamente a la capacidad de respuesta por la edad-, llevar la economía familiar, o bien implicarlo ante su pasividad en proyectos sociales o fomentando en él o ella algún tipo de hobby que no sea estar delante de la televisión o del ordenador todo el día; incluso haciendo actividades conjuntas como salir a pasear, ir al cine, o tomarse unas cervezas.
Por otra parte, resulta imprescindible potenciar el intelecto a través de la lectura o la escritura, es precisamente ésta la edad más sabia por los conocimientos adquiridos y por las experiencias vividas, ¿por qué no contárselas al mundo?.
Debemos luchar contra la decadencia vital, contra el sentir que hemos llegado a una etapa de nuestra vida, en la que, por estar de vuelta de todo, entramos en la dejadez, nos abandonamos a una inercia negativa de vida. Otros y otras creen que ya lo saben todo, creyendo en la existencia de una realidad absoluta, realidad en la que se sitúan los valores objetivos de la Verdad y el Bien, reprimiendo su propia vida y la de quienes la rodean, o avasallando con su superioridad intelectual, rechazando incluso, todos los principios religiosos y morales, cayendo en la creencia de que la vida no tiene sentido.
La vida, tiene el sentido que nosotros queramos darle, somos quienes la escribimos y, lo bueno es que, sino nos gusta el guion lo podemos cambiar. La actitud positiva es fundamental para afrontar todo tipo de problemas, incluso la salud no es tan buena como desearíamos.
Pero, sobre todo, plantéate que siendo tú más feliz harás más feliz a los que te rodean. Sal de ese letargo, vive la vida igual que si fuera un sueño. No caigas en la decadencia vital y, si tú solo o sola no puedes pide ayuda bien de quienes te rodean o de un especialista.
No te centres en los problemas, ni permitas que ellos te arrastren a ese pozo profundo y oscuro en el que no mereces estar. Todos tenemos problemas, unos más gordos que otros, unos con solución y otros sin ella… Relativízalos, vive la vida, con achaques y sin ellos, y no me digas que no puedes; conocí a una persona que tras un año en tratamientos paliativos falleció y, hasta el último segundo de su vida, nos hizo sentir felices a quienes la rodeábamos, y ella también lo fue a pesar de sus insufribles dolores y conocer su cáncer terminal. Todo es actitud, si hay actitud, hay energía y si hay energía, estaremos más sanos y seremos más felices.