¿Sabes que tenemos dos tiempos? En realidad hay muchos, pero nos centramos en dos.
Uno es el cronológico, el que marcan relojes y calendarios, y el otro es el de verdad, el que nos afecta, nos desespera y nos melodramatiza.. Ese tiempo que no paaaasa nunca, cuando estamos trabajando, o esperando que llegue la respuesta a un mensaje…
Ese quedar cinco minutos para salir de trabajar, y ponerse a hacer papeleos, recados, llamadas… Y cuando vuelves a mirar son menos 4 minutos… ¿porque? ¿Que hemos hecho para merecer esto?
O ese mandar un mensaje a la persona que te gusta, y en lo que le llega, lo mira, se desconecta, y vuelve a entrar para contestar, nos hemos casado con esa persona, hemos tenido hijos y discusiones y nos hemos divorciado.
Esperar le da ventaja al diablo, dicen…
Lo cierto es que nuestro imaginario no puede estar ocioso, y en lo que esperamos, sacamos miles de conclusiones sin el más mínimo dato real. Y, lo peor es que el psiquismo no reconoce la diferencia entre dentro y fuera, así que lo que imaginamos, es como si lo hubiéramos vivido de verdad… El chiste del gato… lo conocéis? Si no, decídmelo y lo cuento en el siguiente artículo.
“¿Por qué no contesta a mi mensaje? Porque pasa de mi, seguro…” Cuando hay miles de posibilidades diferentes: Que vaya caminando por la calle, que quiere pensar la respuesta porque tu también le gustas, que se esté cayendo por un barranco… La cosa es que, no solo tendemos a completar sin datos para poder sacar conclusiones que calmen nuestra ansiedad, si no que además tendemos a centrarnos en la posibilidad más negativa de todas… Por lo menos, a mi me pasa.
Ese tiempo se hace eteeeeeerno e insoportable, y ese rato, que podríamos aprovechar para ir haciendo nuestras cosas, y que cuando llegara la respuesta nos pillara de sorpresa, nos lo pasamos elucubrando sin datos reales, con la necesidad de sacar respuesta rápida que nos salve de estar “haciendo el canelo”. Aquí ya entra el exceso de amor propio, que ya trataremos en otro artículo, porque es tan importante y puñetero, que debería tener su propio código postal.
Todo es porque tenemos tal inseguridad de nosotros mismos, que en cuanto ponemos algo en juego necesitamos que sea aprobado por el otro en cuestión, y nos valoramos en función de cómo nos vemos a través de los ojos de la otra persona. Y tiene que ser en el momento en que nosotros queremos, y de la forma que a nosotros nos agrada… Y si no, nos inunda un sentimiento de.. “Ajajaaaaa… ¿Es que cree que no estoy a su altura? ¿Se cree que soy tont@?” Y necesitamos defendernos, acorazarnos (poner una coraza al corazón)… Así que nos centramos tanto en defender nuestro ego que creamos una película totalmente distinta a la realidad, y forzamos a la realidad a que encaje con nuestra película. Y eso está muy bien cuando la película mola… Pero generalmente esa energía la aplicamos en películas que no molan, en las que necesitamos defendernos para no sentirnos una caca.
“¡Seguro que no me llama porque pasa de mi y no tiene, (¡¡Oh Dios!!) ni el respeto de escribirme para decírmelo, sino que me da largas!” (Y te golpeas en el pecho y miras al cielo jurando, cual Scarlett O` hara, que no vas a permitir que nadie se ría de ti)
Disfrutemos de la incertidumbre, cosa que al psiquismo no agrada, que nos da el poder de ser felices en todo momento, y la recompensa no depende nunca del exterior… Y cuando encima llega eso que estábamos esperando, es siempre una maravilla extra.
Visita mi canal! ToDo a Zen, tienes un vídeo relacionado con este artículo aqui