Existen diferentes conceptos de culpa según el ámbito en el que nos movamos, así, en el jurídico tanto penal como civil sería una omisión de la conducta debida para prever o evitar un daño, pudiendo tener su causa en la imprudencia, negligencia, impericia o inobservancia de la normativa vigente, llevando aparejada una serie de penas o consecuencias jurídicas dependiendo de su graduación y del tipo de acción llevada a cabo.
También se puede hablar de la culpa social como aquella que tiene su origen en el sistema social y político generando desequilibrios, desigualdades e injusticias sociales de influencia globalizada, de la cual en cierto modo somos responsables todos, máxime en un sistema democrático en el que la valoración de nuestros representantes políticos en las urnas es la mejor manera de conseguir un cambio.
Por otra parte está la culpa psicológica como un estado afectivo en el que la persona experimenta conflicto por haber hecho algo que cree no debió haber cometido (o de manera contraria, por no haber hecho algo que la persona cree debió hacer).
En cualquier caso, la culpa en los diferentes ámbitos nos lleva a un elemento común a todos ellos como es la emoción negativa que nos ata al pasado por lo que es necesario superarla para poder pasar a otro estadio más confortable o que de respuesta a nuestro concepto del bien y del mal. No superar la culpa es no aceptar nuestros propios errores, incluyo no aceptarnos a nosotros mismos, o no ser conscientes de nuestra propia naturaleza, en cuanto que la perfección absoluta no existe.
Desde niños se nos ha inculcado el concepto de culpa como forma de aprendizaje pasando a formar parte de nuestra educación, llevando aparejado el castigo o el rechazo por parte de nuestros padres y educadores. También la religión ha jugado un papel muy importante en el sentimiento de culpa que lleva aparejado el perdón por parte de la divinidad o entre los propios creyentes, pasando a integrar otros conceptos más superiores como el de generosidad, magnanimidad, fraternidad, nobleza, caridad, clemencia, etc.
Pero lo peor del sentimiento de culpa es el juicio que cada uno nos hacemos en nuestro interior sobre la conducta que nos ha llevado a errar, dando lugar a dos tipos de jueces, según la proporción o no de la respuesta de nuestra acción. Así tenemos a jueces especialmente duros consigo mismos, incapaces de perdonarse, aceptando incluso el rechazo social como única forma de desagraviar su conducta negativa y, por el contrario, quienes por su lasitud moral, justifican su actuar en parte, buscando, incluso, algún resquicio para echar parte de la culpa a los demás.
«…lo peor del sentimiento de culpa es el juicio que cada uno nos hacemos en nuestro interior sobre la conducta que nos ha llevado a errar, dando lugar a dos tipos de jueces, según la proporción o no de la respuesta de nuestra acción. «
También otra consecuencia negativa del sentimiento de culpa mal administrado es el de la inseguridad, llevando a ciertas personas a la autoculpabilidad, es decir, a atribuirse cualquier actuación en la que participa con consecuencia o efectos negativos para evitar el juicio externo o recriminación, pensando con ello que los demás van a ser más indulgentes con nostros.
Hemos nacido para ser libres, sin embargo, nos educan para todo lo contrario pasando a depender de los demás o de determinadas entelequias morales o religiosas, que se convierten en un arma de manipulación masiva para obligar a las personas a creer y actuar de una forma determinada. A este respecto, decía Sigmund Freud que: “El precio que pagamos por nuestra avanzada civilización es una pérdida de felicidad a través de la intensificación del sentimiento de culpa”.
Es por ello que debemos librarnos de nuestros sentimientos de culpa, al menos aquellos que nos impiden avanzar en la búsqueda de nuestra felicidad, sustituyéndolo, si cabe, por el de responsabilidad, esto es, asumiendo las consecuencias negativas de nuestros actos pero intentando aprender de lo que hemos hecho mal para no volverlo a repetir, aunque desgraciadamente como dice el refrán “el hombre es el único animal que cae dos veces sobre la misma piedra”, pero la opción es muy sencilla ante una nueva caída, bien quedarse en el suelo o bien levantarse y continuar, aprendiendo de nuevo. Depende de nosotros.
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