Sí Pedro, si la obligas a escoger entre el PSOE y Andalucía, escogería Andalucía y hará suya la bandera, el estatuto, el 4 de Diciembre, el 28 de Febrero y hasta la huelga de hambre de Escuredo,
pero no dimitirá como este cuando no consiguió mayor competencias para Andalucía y una reforma agraria, ni tampoco dimitirá como Rodríguez de la Borbolla, cuando reclamó mayor cuota de autogobierno para Andalucía; no, Susana se enrocará en el pasado reivindicativo andaluz pero no aportara soluciones de futuro para Andalucía, porque el futuro es ella envuelta en la música y letra del himno andaluz.
Susana, como muchos responsables políticos mediocres, se enroca en su poder institucional y desde esa atalaya amenaza, reparte dádivas, exige adhesiones y se sumerge en el Aqueronte buscando los cadáveres que ella misma enterró, negándoles el óbolo que debía cobrar Caronte para poder pasar a la otra orilla, y como no podía esperar cien años para que pasaran gratis, pues eso, se ha sumergido y ha rescatado a Chaves, Griñan y compañía para que la jaleen en su pírrica victoria congresual. Y digo yo, ¿Qué necesidad tendrían tantos “ex” en dejarse rescatar? No deben olvidar que muy pocos mortales han conseguido cruzar dos veces victorioso el Aqueronte, uno fue Hércules y el otro Orfeo.
Susana ha enfrentado la institución a la ideología y, llegado el caso, en ese enfrentamiento apostaría por la institución. Andalucía liderada por Díaz contra el PSOE liderado por Sanchez. No se ha dado cuenta que jamás liderara el socialismo español, al menos a través de un liderazgo obtenido con limpieza y honestidad, desde comportamientos leales y respeto al adversario, circunstancias las expuestas que no ha esgrimido en su último intento de abordar la Secretaria General del PSOE.
«Susana ha enfrentado la institución a la ideología y, llegado el caso, en ese enfrentamiento apostaría por la institución. «
Se ha atrincherado en Andalucía dispuesta a inmolarse cosida a la bandera verde y blanca. A través de un discurso propio de los cuarteles de antaño, mitinero y deslavazado, ha expuesto su máxima: yo aquí, en Andalucía soy la única autoridad, quiera el PSOE o no ¿y sí se cuestiona esté liderazgo? ¿sí se pone a prueba está condición de irreductible? Dudo que tuviese la elegancia de dimitir y seguramente rompería la gobernabilidad del PSOE en Andalucía.
Su argumento político más pertinaz es reivindicar “igualdad de trato” de Andalucía con respecto a Cataluña, como en 1980 cuando Manuel Clavero Arévalo, ministro de UCD para las regiones, que para expresar su disconformidad con la construcción de un proceso autonómico de dos velocidades, popularizó el famoso “café para todos” dimitiendo ante la negativa del gobierno central a que Andalucía tuviese el mismo trato que las comunidades consideradas históricas. Susana Díaz arranca desde esos posicionamientos preautonómicos en contraposición a la España nación de naciones, a la España plurinacional de Sanchez, y desde este posicionamiento nacionalista se acomoda en los inicios reivindicativos de la Andalucía del siglo pasado buscando refugio en Escuredo y Borbolla. Resulta patético ir a remolque de las reivindicaciones nacionalistas catalanas para reclamar la misma cuota de “satisfacciones” para Andalucía, cuando el órdago catalán es una apuesta por la independencia, y es complicado una mesa que soporte un café para todos bajo esas circunstancias.
Entiende que por ahora el único punto flaco que presenta Sanchez es su aceptación de ciertos “privilegios” para Cataluña como moneda de cambio, mero subterfugio, que sirva para desbloquear la cuestión catalana. El debate territorial como arma arrojadiza en vez de como herramienta de concordia y cohesión. Desde este posicionamiento pretende tejer alianzas y estrategias que se subordinen a sus postulados andalucistas, para debilitar, de nuevo, a Pedro Sanchez, un andalucismo que a través suya gimotea derechos y denuncia agravios con respecto a otros territorios, esgrimiendo el complejo de los desheredados: “No quiero caridad, quiero solidaridad y equidad”, en vez de plantear políticas de estado y liderar la cohesión desde el Sur a través de políticas solidarias en materia de educación, sanidad, dependencia y esgrimir con orgullo la bandera andaluza, pero con la misma responsabilidad esgrimir también el ideario socialista y no amenazar con la ruptura. La prueba del fracaso de las políticas sociales es que en la reciente remodelación de Junio las consejerías que han cambiado de titulares han sido, Sanidad Educación, Empleo, Justicia, Agricultura y Cultura.
La bandera de la igualdad no se puede enarbolar contra el socialismo desde el socialismo, se puede enarbolar desde el susanismo y no desde la presidencia de la Junta de Andalucía y no se le puede espetar al Secretario General de todos los socialistas, también el suyo, que esto es como las lentejas, el que quiera las come y el que no las deja. Es decir Pedro, que gracias por venir a Andalucía, pero que aquí no pintas nada.
Andalucía, donde Susana Díaz en 2015 obtuvo los peores resultados, en porcentajes, y el segundo peor en número de escaños, de la reciente historia andaluza y con un gobierno rozando la mayoría absoluta necesaria para gobernar, coaligado con Ciudadanos. Una presidenta que ha renovado su ejecutivo, como consecuencia del degaste tanto institucional como orgánico, casi en el ecuador de la legislatura y que a menos de dos meses de esa renovación nombró a cuatro de los cinco consejeros cesados altos cargos de la Junta de Andalucía, las puertas giratorias de las administraciones públicas. Con este bagaje institucional pretende Susana echarle un pulso al socialismo español desde la Presidencia socialista de la Junta de Andalucía.
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