De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza
RICARDO MORENO CASTILLO
Pasos perdidos, 2016
► «El mayor éxito de los pedagogos en los últimos treinta años ha sido despojar a varias generaciones de las herramientas intelectuales para comprender racionalmente el mundo y para ejercer con soberanía y responsabilidad la ciudadanía».
— ANTONIO MUÑOZ MOLINA. Revista Mercurio, nº 125, 11.2010, Pág. 8.
► «Al acabar la lectura de este libro, tan malignamente divertido, se tiene la sensación de haber descubierto la piedra filosofal de algunas postraciones españolas, que se reflejan en la política y en la calidad del debate público y que puede explicar la fecunda relación entre las mentiras pedagógicas y las mentiras políticas».
— ARCADI ESPADA. Prólogo, Pág. 11
El autor de “La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza”, RICARDO MORENO CASTILLO, se planteó escribir un libro contra la nueva pedagogía y a partir de fragmentos de libros, artículos, actas de congresos y otros documentos, ha compuesto una antología delirante que explica gran parte de las razones que han convertido la educación en uno de los problemas más serios de España.
El objeto del libro está en la línea de otros dos libros del mismo autor, “Panfleto antipedagógico” (LeQqtOr, 2006 y “De la buena y la mala educación” (Los Libros del Lince, 2008), pág.19:
► «Mostrar que la pedagogía es un lenguaje sin contenido, una jerga, y no una ciencia. Y no hay jerga inofensiva, porque si el lenguaje crea muchas veces la realidad (y eso lo saben muy bien los políticos), el lenguaje vacío también puede llegar a vaciar la realidad. Pero esta jerga, que suena a algo innovador y progresista, es particularmente dañina, ya que quienes viven de ella tienen mucho poder y a ellos está en gran parte encomendada la formación de los futuros profesores».
Por lo común, de un profesor que sabe explicar se dice que «es un buen pedagogo». Pedagogía significaba hasta hace poco tiempo “el arte de enseñar con la capacidad de hablar con claridad y de saber escuchar, de entusiasmarse y de entusiasmar a los demás, de combinar cierta dosis de autoridad (necesaria si se ha de educar) con la cortesía, la serenidad y el buen trato”. Pero por desgracia la palabra “Pedagogía” ha sufrido una desviación semántica: de significar las buenas prácticas del buen profesor ha derivado a representar esa pseudociencia, cargada de lenguaje delirante de la que estamos hartos los profesores.
El Profesor Ricardo Moreno nos da unas razones contundentes de por qué la Pedagogía no es una ciencia.
Los pedagogos cuestionan con argumentos “ad hominem” toda discrepancia de los que disienten de la vaciedad del lenguaje de sus teorías que impide el cotejo con la realidad, aduciendo que los profesores no hemos sabido cambiar nuestra mentalidad para asumir la filosofía de una Reforma educativa en la que “el nivel de conocimiento de los alumnos ha caído en picado y el mal comportamiento en las aulas ha subido como la espuma”. Cuando el pedagogo llega a reconocer los hechos, los atribuye a causas externas como cambios sociales, la emigración, las familias desestructuradas, e incluso a lo reacios que son los profesores a las novedades, llegando a sostener falacias del calibre de que “lo importante no es enseñar sino que los alumnos piensen por si mismos”.
Que la reforma educativa fuera un despropósito no cabe en la cabeza del pedagogo, incapaz de la más mínima autocrítica. Mas bien abunda en su discurso la descalificación del que disiente y el vacuo lenguaje alejado de la realidad, como muy bien describe la famosa profesora sueca Inger Enkvist en el artículo: “La influencia de la nueva pedagogía en la educación: el ejemplo de Suecia”
☻ https://www.cs.upc.edu/~conrado/docencia/nueva-pedagogia.pdf
en el cual, después de examinar los estragos que el pedagogismo ha producido en su país, la doctora sueca reflexiona sobre el caso de España, donde no entiende que personajes claves de la Reforma como el ínclito señor Marchesi no quiera que se evalúe el nivel de los conocimientos adquiridos porque sólo lleva a «incrementar la competencia entre los alumnos». Y es que para el super-pedagogo vanguardista Marchesi la meta de la Pedagogía no es el Aprendizaje sino la igualdad social. De hecho, según esta filosofía un alumno nunca es responsable de su escaso rendimiento, la sociedad y la escuela tienen la culpa. Jamás se habla de las materias ni del esfuerzo personal, ni se menciona que las recientes reformas puedan haber potenciado el fracaso escolar y la indisciplina.
El profesor Ricardo Moreno señala la frecuente afición de los pedagogos a crear neologismos. En efecto, es algo consustancial al pedagogismo. Los profesores veteranos nos acordamos de aquel críptico lenguaje impuesto por la normativa vertical de los pedagogos, al cual entre otras cuestiones había que adaptar las programaciones, en el cual se hablaba de sistemas conceptuales, objetivos procedimentales y actitudinales, diversos nivel de concreción, acción tutorial, adaptación curricular, diseño curricular en espiral, aprendizaje significativo, conflictos cognitivos, diversificación curricular, estrategias didácticas expositivas, evaluación diagnóstica, objetivos transversales, plan de acción tutorial, preconceptos, proyecto curricular de centro, competencias básicas, planes estratégicos, y un largo etcétera de ridículas e incluso a veces ininteligibles expresiones que culminaban llamando al “Recreo de los Alumnos” el “Segmento de Ocio”.
Como se ve, como toda pseudociencia, la Pedagogía oculta la ausencia de ideas a base de multiplicar, de forma inútil y absurda, las palabras y disfrazar la ausencia de argumentos, inventando terminología de nulo significado y confusa semántica o usar palabras muy sonoras, pomposas y rimbombantes para decir trivialidades.
Como se puede comprender, es urgente deshacerse de toda esa jerga vacía, suntuosa, absurda y pseudocientífica para empezar a entendernos cuando hablamos con seriedad de Educación. Esta urgencia está muy bien expresada en un artículo del escritor Antonio Muñoz Molina, publicado, como se ha dicho, en la cita inicial en la Revista Mercurio (nº 125, 11.2010, Pág. 8):
► «Los miembros de la bien llamada secta pedagógica, muy bien incrustados en el sistema político español, han arruinado, además de la escuela, la parte del lenguaje que tiene que ver con la enseñanza. Como es propio de los estafadores de las pseudociencias, han urdido una jerga opaca que oculta su perfecto vacío detrás de un simulacro de especialización técnica».
Continúa el profesor Ricardo Moreno hablando de las simplezas y sandeces que dicen los pedagogos. Majaderías que pueden parecer, a quien no esté muy sobre aviso, ideas pseudo-progresistas, pero que en realidad sirven para ocultar la carencia de un discurso racional. A desarrollar este punto está dedicado la mayor parte del libro, ofreciendo una amplia antología de desvaríos, dislates y desatinos suscritos por muy “eminentes” pedagogos. Y se entiende por pedagogos, no solo los profesionales de la pedagogía, sino todos los que se han dejado abducir por la jerga pedagógica, sean sociólogos de la educación, psicólogos evolutivos o profesores de Enseñanza Secundaria. Estos últimos, captados por la “Secta pedagógica”, son muy entusiastas de la reforma, pero también los primeros voluntarios cuando se trata de abandonar el aula y entrar en la administración en calidad de “expertos”, consejeros o “asesores”. De esta forma no tienen que soportar las consecuencias de la aplicación práctica de las teorías que ellos mismos defienden.
Este libro podría parecer un libro de risa, porque según el Profesor Ricardo Moreno los 20 pasajes que aquí se presentan (que proceden de conferencias y artículos accesibles en Internet) “son textos tan extravagantes y disparatados que parecen parodias de si mismos, expresados con el tono solemne de quien cree estar diciendo verdades muy profundas. Pero aunque pueda hacer reír, no es un libro de risa. Y no lo es porque esas tonterías están haciendo muchísimo daño a la educación en España, y también en otros países, donde asimismo se están empezando a escuchar voces de alarma. Porque quienes las sostienen poseen cada vez más poder y se están cargado lo poco que queda de la enseñanza en nuestro país. Porque estamos ante LA CONJURA DE LOS IGNORANTES” [Pág. 33].
La gran mayoría de documentos que el Profesor Ricardo Moreno ha elegido para acompasar su radical crítica a la pedagogía dominante, desprovistos de su pompa subvencionada, de la ceremonia social que protege su vacuidad, provocan que las frases desfilen hacia el abismo, y los alumnos con ellas.
La autoridad, el mérito, la creatividad, la diversidad, el esfuerzo y el éxito son algunos de los temas que ordenan la letal antología. Pero, de un modo u otro, todos ellos acaban envolviéndose en torno a la responsabilidad, que es la víctima fundamental de la nueva pedagogía.
El Profesor Ricardo Moreno, con su larga experiencia como Catedrático de Matemáticas de Enseñanza Secundaria, Profesor de Universidad, autor de más de 20 libros sobre Matemáticas y su Historia, sobre Filosofía, sobre Educación y de numerosos artículos de prensa y su profunda y extensa formación filosófica, comenta, uno a uno los 20 pasajes, con argumentos contundentes y categóricos en los que desfilan personajes como, Aristóteles, Sófocles, Guillermo de Ockham, Cervantes, Shakespeare, Montaigne, Descartes, Newton, Huygens, Kant, D’Alembert, Hegel, Marx, Poincaré, Husserl, Ramón y Cajal, Unamuno, Russell, Bohr, Gombrich, …
Destaquemos algunos de estos pasajes.
▼ “Los alumnos tienen derecho al éxito”.
El pedagogo parece definir el éxito como algo que llueve del cielo. Los alumnos tiene derecho a una buena educación, pero más de la mitad del éxito depende del esfuerzo personal. Pocas cosas en la vida son tan elementales.
▼ “El niño no tiene ninguna culpa de su fracaso escolar”.
El pedagogo no está creando personas responsables, ni por lo tanto libres. El alumno precisa de la ayuda de sus profesores, como el enfermo del médico, pero no aprenderá nada si no adquiere con su esfuerzo hábitos de trabajo y capacidad de prestar atención.
▼ “El esfuerzo es una teoría reaccionaria, mata la motivación”.
Para los pedagogos la realidad es que el esfuerzo ha sido una condena de la gente humilde, como señala el texto siguiente:
http://recuperarmadrid.blogspot.com.es/2010/04/pasion-y-responsabilidad.html
Sin esfuerzo no hay educación, ni aprendizaje, ni instrucción, ni valores. Aprender cualquier cosa requiere esfuerzo, por muy apasionante que sea y promueve la motivación.
▼ “Educar no es trasmitir conocimientos, sino formar personas creativas que sean capaces de aprender a aprender”.
Lo de «aprender a aprender» se ha convertido en un solemne mantra en los ambientes pedagógicos. A aprender se aprende aprendiendo. Tanta redundancia ya indica que el mantra en cuestión es una pomposa insensatez. Si para aprender es preciso «aprender a aprender» previamente habrá que «aprender a aprender a aprender», lo cual nos lleva a un retroceso al infinito de consecuencias metafísicas incalculables.
Acerca de esta simpleza del «aprender a aprender» hay un texto muy lúcido de la citada profesora sueca Inger Enkvist, de una entrevista concedida a la revista “Magisterio Español”:
► «Los pedagogos socavan la importancia de todo conocimiento específico».
A través de la pedagogía, en el mundo de la Educación han entrado y con influencia, unas personas a las que se podrían llamar “anti-educadores”. Ya que los pedagogos no tienen una materia propia, tienen tendencia a socavar la importancia de todo conocimiento específico de materia, sobre todo lanzando la idea de que sería posible «aprender a aprender» sin aprender nada específico.
Con algo de sentido común podemos interpretar que el fastuoso slogan quiere decir que al estudiante hay que proveerle de los necesarios instrumentos intelectuales para que cuando ya no esté bajo la tutela del profesor pueda ser autosuficiente para seguir aprendiendo por sí mismo, pero teniendo muy claro que para aprender algo siempre nos apoyamos en lo que ya sabemos y que quien sabe cosas no las conoce por ciencia infusa sino porque ha dedicado horas y esfuerzo en aprenderlas.
Aprender es una cosa, la satisfacción por aprender es otra, y el «aprender a aprender» es una simple tontería. Forma pare de los juegos de palabras que utiliza la Secta Pedagógica para expresar trivialidades ridículas.
En cuanto a la creatividad, es muy importante, pero el conocimiento es requisito imprescindible para que se despierte y se desarrolle. Cuanto más erudito, culto, leído y práctica haya realizado una persona, mayor capacidad tendrá de alumbrar algo nuevo.
Es increíble que ante el gran poder que tienen los pedagogos en la intervención escolar haya que recordar cuestiones tan triviales y elementales de la enseñanza y el aprendizaje.
- Sobre algunas de las terribles contradicciones que se dan en la escuela (según los pedagogos):
- Dejar en el patio un caracol para entrar en clase y estudiar en el libro uno dibujado.
- Guardar silencio para empezar la clase de lengua.
- Repetir lo que dice el profesor de forma literal, aunque la pretensión sea que haya alumnos creativos.
- Conseguir buenos demócratas en una institución jerarquizada.
- Enseñar a participar sin que puedan decidir en asuntos sustanciales.
- Pretender coeducar en una institución tradicionalmente androcéntrica.
- Educar en libertad en un lugar al que hay que acudir obligatoriamente.
- Pedir que el niño no se distraiga viendo volar una mariposa por la ventana y pretender que fije la atención sobre una dibujada en el encerado.
- Dejar fuera la vida real para conseguir que la entiendan y la expliquen desde una situación artificial.
- Pretender educar a las personas en la solidaridad mientras se plantean de forma competitiva las actividades.
- Organizar trabajos en grupo, pero hacer una evaluación rabiosamente individualizada.
- Decir que cada uno tiene su ritmo, su estilo y su capacidad para aprender, pero organizar de forma homogénea la clase.
- Querer que sean creativos y, sin embargo, hacer exámenes en los que tienen que repetir literalmente.
- Dar valor a la diversidad infinita de los alumnos y establecer un curriculum único para todos.
Los despropósitos, barbaridades, dislates y desatinos anunciados en este lugar alcanzan, como vemos un paroxismo inusitado.
▼ Es lamentable la idea de que el profesor debe de asegurar un control disciplinario que garantice que el alumnado esté en disposición de aprender, es decir, callado, sentado, aseado,….
▲ Según escribe el “progre” pedagogo de turno, crear un ambiente escolar que facilite la disposición de aprender es algo rancio, reaccionario y obsoleto, porque pretender que el alumno esté «callado, sentado y aseado» atenta contra los más elementales derechos humanos y sobre todo está en contra de las más modernas y contrastadas teorías pedagógicas. Como se sabe, “la clase es mucho más productiva si durante la explicación de un profesor o de un alumno en la pizarra, el resto están gritando y saltando por las mesas”.
▲ Lo que no valoran estos “genios” de la pedagogía, es que su devaluación de lo que llaman autoridad decimonónica del profesor produce, además, y cada vez con mayor frecuencia, un alarmante número de casos de agresiones en los centros escolares entre los alumnos.
▼ Emperrados en que la principal tarea del docente es enseñar, confunden enseñar con aprender. … La verdadera revolución que nos queda por hacer en educación es cambiar el eje de giro del sistema educativo, en vez de girar sobre la enseñanza a girar únicamente sobre el aprendizaje.
▲ He aquí un ejemplo paradigmático de la huera e insustancial literatura pedagógica, anunciando trivialidades al son de clarines, timbales y gaitas. Si la obligación de los profesores es enseñar es con el objeto de que los alumnos aprendan. ¿Para qué se hacían los dictados? Para que aprendiéramos a escribir bien ¿Para qué se preguntaban las lecciones? Para asegurar que las habíamos aprendido ¿Para qué se hacen los exámenes? Para obligarnos a estudiar, porque aunque al pedagogo le parezca de otro mundo, por muy bien que explique el profesor, sin el estudio esforzado del alumno no hay aprendizaje posible.
▼ Termina el texto señalando que «la verdadera revolución que nos queda por hacer en educación es el cambio del eje sobre el que gira el sistema educativo, en vez de girar sobre la enseñanza ha de girar únicamente sobre el aprendizaje».
▲ Esta es una de esas falsas cuestiones que tanto cautivan a los pedagogos, porque gracias a ellas pueden llenar páginas y páginas de vaciedades y patochadas: discutir sobre si es más importante la formación o los contenidos, la memoria o la inteligencia, las destrezas o los saberes, la enseñanza o el aprendizaje. Son falsas polémicas porque no hay formación sin contenidos, ni contenidos sin formación, la inteligencia sin memoria está vacía y la memoria sin la inteligencia es ciega, no hay destrezas que no se apoyen en saberes, y nadie aprende si no se le enseña, ni nadie puede enseñar sin alguien que quiera aprender.
▼ Pero es que el texto habla de que la enseñanza debe girar «únicamente» sobre el aprendizaje.
▲ Podría explicar el eximio pedagogo cómo puede haber aprendizaje sin enseñanza? ¿Cómo puede alguien aprender algo, desde leer y escribir, hasta Latín o Álgebra, sin otro alguien que se lo enseñe?
▲ ¿Puede uno llegar a escribir y defender tal despropósito en nombre de la Pedagogía?, parece que sí.
▼ La escuela tradicional pone demasiado énfasis en los contenidos culturales poco relevantes (en forma de asignaturas) ajenos a la realidad y al mundo de los alumnos, que se lo toman como una «estrategia» oficial para fastidiarlos.
▲ De disparate en disparate, el pedagogo habla de una especie de conspiración en los contenidos culturales de la escuela tradicional para «fastidiar a los alumnos». El comentario es de juzgado de guardia. Y con éste y otros muchos, puede uno entender que la asunción y aplicación de algunas de las descabelladas doctrinas de la Secta Pedagógica, haya traído consecuencias tan nefastas para la educación en España, a partir de los años 90 del siglo pasado.
▲ El insigne pedagogo desconoce que la misión primordial y trascendental de la escuela es la transmisión de cultura, y que ésta es el mejor de los ascensores sociales. Y se extraña de que sea a través de asignaturas. Pero es que este distinguido pedagogo no ha oído nunca hablar del Trivium y del Quadrivium que formaban las siete Artes Liberales, a partir del sigo V, como núcleo taxonómico de toda enseñanza, hasta la más exhaustiva clasificación de los Saberes que ofreció el gran matemático D’Alembert en el “Discurso Preliminar de la Enciclopedia” de 1751.
▲ Este acreditado pedagogo asegura ignorar la existencia de infinidad de contenidos que sí tienen que ver con el mundo cotidiano y circundante de los alumnos. En la Gramática, la Historia, la Educación Física, la Química, la Física, la Biología, la Economía, las Matemáticas,…, el alumno adquiere conocimientos que se proyectan y explican cuestiones sobre el mundo próximo y su vida diaria.
▲ La Gramática sirve para el dominio de la herramienta que más habitualmente utilizamos, ya sea para pensar, escribir o comunicarnos con nuestros semejantes: el lenguaje. La Educación Física sirve para conocer, educar y dominar nuestro propio cuerpo, el templo de nuestra existencia. La Historia sirve para al darnos a conocer nuestro pasado (con todo su patrimonio cultural y artístico), y a partir de ello poder entender mejor nuestro presente. La Física, la Química y la Biología nos permiten comprender muchos de los fenómenos naturales que acontecen en nuestro entorno y satisfacer la curiosidad natural que siempre ha acompañado al ser humano. La Economía nos ayuda a entender parte de la inmensa complejidad de la distribución de los recursos.
▲ Las Matemáticas son el lenguaje de las ciencias y ejercen una influencia educativa decisiva en la formación y desarrollo de la inteligencia. Y ello por la capacidad de la Matemática para manejar la cantidad y la extensión, la inducción y la deducción, la observación y la imaginación, la curiosidad y la iniciativa, la lógica y la intuición, la invención y el descubrimiento, el análisis y la síntesis, la generalidad y la particularidad, la abstracción y la concreción, la interpolación y la extrapolación, la belleza y la utilidad, la armonía y la creatividad. Las Matemáticas tienen una función informativa: la de adquirir un conjunto de conocimientos que familiarice al alumno con el mundo natural circundante y le ofrezca herramientas para interpretar el mundo físico, natural y social, en términos cuantitativos y abstractos. Pero la Matemática tiene esencialmente una función formativa: la de desarrollar en los alumnos el pensamiento crítico y el rigor científico, la de inculcar en el alumno una disciplina mental con la que operar sobre cualquier tipo de pensamiento o de situación y a través de la resolución de problemas desarrollar la iniciativa personal y la fortaleza para vencer obstáculos, estimulando la voluntad. La Matemática incide así decisivamente sobre el binomio entendimiento-voluntad que es la matriz del espíritu humano.
“LA CONJURA DE LOS IGNORANTES. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza”
Brillante.