LA CARA ÍNSULA BARATARIA

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Cariño es una hermosa palabra de origen galaico portugués. Un cruce entre caro, querido, y carere, voz latina que significa nostalgia y echar de menos. Cuando el duque burlón nombró ‘gobernador’ de la ínsula Barataria a Sancho, Don Quijote le dio a éste una serie de consejos llenos de cariño y con un dejo nostálgico y entrañable; resignado a perder a su antiguo escudero, quería lo mejor para él.

 

¿Qué le quería transmitir a su servidor ya convertido en amigo? Dado que deseaba vivamente que saliera airoso de aquel extravagante y engañoso cometido en el que se habían dejado enredar, le subraya que el principal asunto de su profesión:

“es perdonar a los humildes y castigar a los soberbios; quiero decir: a correr a los miserables y destruir a los rigurosos”; y siempre dando gracias al cielo, “el cual del estiércol sabe levantar los pobres y de los tontos hacer discretos”.

Cree, no obstante, que las esperanzas dudosas han de hacer a los hombres atrevidos, pero no temerarios. Una cosa es tener audacia y otra ser tonto o suicida.

A Sancho le recomienda, en especial, que tenga temor de Dios, como una sabiduría que le impedirá cometer cierta clase de errores. Que ponga los ojos en quién es él mismo, esto es, que sea un hombre de principios y no un veleta. Que sea coherente y que se conozca y reconozca: “que es el más difícil conocimiento que pueda imaginarse”.

Que haga gala de la sencillez de su linaje y no se avergüence de quién es, “porque viendo que no te corres (de vergüenza), ninguno se pondrá a correrte (humillarte); y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio”.

Que su norte sea descubrir la verdad y practicar la justicia con misericordia: “Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico”. Por eso “no seas siempre riguroso ni siempre blando, y escoge el medio entre estos dos extremos: que en esto está el punto de la discreción”. Esto es, que sea sensato, liberal y opte siempre por atender con preferencia a los más débiles, siempre de modo justo.

Por estas páginas circulan mensajes igualitarios, como estos dos:

Cuando Dios amanece, para todos amanece.

Que tanta alma tengo yo como otro, y tanto cuerpo como el que más.

Incluso, Teresa, la mujer de Sancho, dirá que siempre “fui amiga de la igualdad, y no puedo ver entonos sin fundamentos”, esto es, que no soportaba a la gente vana y pretenciosa. Este a rechazo darse importancia se une a otra sentencia de Don Quijote, llena de sentido de la realidad: “donde quiera que está la virtud en eminente grado, es perseguida”, un desengaño producto de la experiencia de la vida. Así, un virtuoso modo de decir y de hacer, también el de no darse pisto (lo que no es señal de ser apocado, sino de plena inteligencia), genera envidia cuando no desprecio.

En el lecho de muerte de Don Quijote, Sancho le dirá, lloroso y animoso: “No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años;  porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos la acaben que las de la melancolía”.

Acabamos ya este curso de ‘Literatura y Ocio’, amigos. Sólo os pido una cosa: Al salir, volad con ilusión y nunca renunciéis a esparcir alegría alrededor. ¡Hasta siempre!

 

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