Se había convocado asamblea de circunstancias, presidía Hombre, en calidad de Universo presidente, por delegación de Dios.
- Pide la palabra Ayer –dijo el presidente, haciendo retemblar el recinto infinito con un golpe del mismo mallete que anunció el principio de la creación.
- Yo soy Mañana
Dijo Ayer tomando la palabra, desafiando con su mirada a que alguno de los presentes lo desdijera, mientras todos los ojos buscaban entre los presentes a Hoy, a Mañana, y finalmente a Tiempo.
- A mí no me miréis –dijo Tiempo encogiéndose de hombros- Yo nunca he conocido a Hoy, nunca me han presentado a Mañana, y si queréis saber algo de Ayer, preguntadle a Memoria. No me hagáis responsable de la pequeñez de Hombre, que me imaginó para imaginarse. Eternidad me niega, Infinito me ningunea, y Transcurso juega conmigo. Bastante tengo con seguir pudiendo asistir a esta magna asamblea.
- Un momento, un momento. –Se levantó Memoria al sentirse señalada- Protesto. Tiempo siempre escurre el bulto, parece que nunca haya roto un plato, y siempre señala a otros. Si es verdad lo que dice, sobra en esta asamblea, o sobramos todos. Todos hemos sido creados porque Dios y Hombre discutieron sobre la libertad de Hombre, y se separaron. Quisieron que se les diferenciara, y Hombre, perdido en una eternidad que lo negaba, necesitó ayudarse de nosotros, de sus circunstancias, para ser consciente de sí mismo, pero ahora, con la aquiescencia de Dios, con su complicidad, nos reúne aquí para que le expliquemos lo que él mismo debería de ser capaz de explicarse. Yo no soy una creadora, ninguno de los aquí presentes lo somos, solo soy una archivera, una circunstancia que intenta ordenar lo que Vida me va diciendo que archive, y no siempre según haya sucedido. Verdad, Mentira y Razón cocinan lo que Recuerdo toma de mí cuando Hombre se lo solicita, que es, al final, lo que Hombre ha decidido que ha sucedido, independientemente lo que yo tenga archivado. Así que no soy yo la indicada para decir si es verdad que Ayer es Mañana, ni para saber si Tiempo tiene algo que decir sobre eso, ni siquiera opino sobre si Recuerdo y Verdad no se hablan. No soy notario de nada, ni de nadie, solo memorizo, no interpreto, no filtro, no opino.
Buscó Hombre con la mirada a aquellos que habían sido mencionados. Razón y Verdad ni siquiera habían sido convocadas. Mentira solo se rió cuando Hombre la miró. Recuerdo se encogió de hombros y dijo: “Yo solo soy un mandado, preguntadle a Voluntad, en todo caso”
Todos se miraron ante este comentario. ¿Cómo le iban a preguntar a Voluntad, si no era una circunstancia? Hombre se removió incomodo sentado en su trono presidencial, que le quedaba evidentemente grande, incómodamente grande, hasta parecer insignificante, hasta resultar insignificante, ridículo en su intento de dirigir la Asamblea, en su afán de suplir su pequeñez con aspavientos y megafonía.
Abrumado por su soledad, Hombre buscó desesperadamente un chivo expiatorio al que culpar de su situación, de su ignorancia, de su falta de habilidad y rigor para dominar a la asamblea. Miró desesperadamente a Destino, que con displicencia le espetó: “a mi renunciaste cuando elegiste ser libre”
- Pero yo no quiero ser libre- dijo Hombre en un susurro, tapando el micro más cercano a su boca- yo no quiero ser libre al precio de ser culpable, yo no quiero ser libre si Libertad me exige compromisos. Quiero volver al paraíso. Me engañaron. Toda la culpa es de Dios que no me avisó de las consecuencias. De la manzana que parecía apetitosa. De aquella insidiosa serpiente que mi hizo ansiar la libertad y el conocimiento, sin avisarme de que yo no estaba capacitado para alcanzarlos. Y vuestra, de todos vosotros,- alzó la voz y liberó el micrófono- que no respetáis a vuestro creador y me sumís en fantasías que tomo por realidades.
Quiso Hombre entonces, abrumado por sus pensamientos, por su incapacidad para encontrar a otro culpable que a sí mismo, dar por zanjada la Asamblea, renunciar a todas sus circunstancias, destruirlas, olvidarlas. Olvido lo miró con conmiseración, mientras hacía un comentario a Memoria, tapándose la boca. Recuerdo, que estaba a su lado, ahogó una carcajada, y algunos de los presentes abuchearon al sobrepasado presidente.
Mientras tanto, en el Infierno, en la concurrida sala de comunicaciones, Satanás prorrumpió en una risotada mientras se levantaba para irse, en tanto Lucifer, moviendo la cabeza de lado a lado, con conmiseración, murmuraba: “ya lo han vuelto a engañar, no hay forma de que escarmiente”. La reunión de diablos, demonios y otros seres infernales, que habían asistido, entre curiosos, divertidos e interesados, a la asamblea, se iba diluyendo como plomo entre las llamas de sus calderas. Escrutopo se removió en su lugar, pensando en cómo contarle lo sucedido a su sobrino Orugario en su siguiente carta. Y Asmodeo, dirigiéndose a todos los presentes, dijo: “Tranquilidad, chicos, seguimos haciendo falta”.