LA ARQUITECTURA DE RICHARD ROGERS

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Todavía resonaban los ecos del mayo del 68 cuando en París, dos jóvenes arquitectos ganaron el más importante concurso de arquitectura de los años setenta y construyeron un extraño artefacto que sepultó la modernidad y se convirtió en el emblema de la nueva arquitectura.
Richard Rogers, Richard George Roberts, Barón Rogers de Riverside

Uno de ellos, Richard Rogers, era británico, aunque nacido en Florencia. Había trabajado con su tío Ernesto Nathan Rogers, el remodelador del Castello Sforzesco y creador de la Torre Velasca y también con el arquitecto Norman Foster. El otro, Renzo Piano, era un genovés para el que “proyectar arquitectura es una de las más grandes aventuras posibles”.

Renzo y Richard en el Pompidou

Juntos concibieron un edificio en el que la estructura, las circulaciones y las instalaciones se situaban en el lugar de sus dos fachadas longitudinales y entre ellas dejaban unas plantas exentas, sin estructura, ni particiones, ni instalaciones, de una hectárea de superficie. Habían conseguido el edificio absolutamente utilizable, totalmente flexible, profundamente sincero, que no escondía nada. En sus fachadas asomaba la verdadera arquitectura: en lugar de vanos, molduras y enjutas, había pilares, vigas, escaleras mecánicas y conductos de agua, de electricidad, de saneamiento o de aire acondicionado. La plaza ante el edificio era una suave pendiente que permitía sentarse en el suelo para contemplarlo.

Centre Pompidou

La arquitectura había cambiado y así lo comprendieron aquellos treintañeros que construyeron el Centro Pompidou como un manifiesto de la nueva arquitectura. Atrás quedaban esos edificios de la modernidad perfectamente calculados y dimensionados en sus piezas especializadas, que ya quedaban frecuentemente obsoletos antes de su finalización. El mundo cambiaba, se transformaba muy rápido y lo importante no era el dimensionamiento sino la flexibilidad, no era la perfección, sino la libertad, no era el símbolo, sino el sistema.

Naturalmente, la nueva arquitectura originó la crítica y la repulsa de los medios académicos y de las asociaciones profesionales. Pero también recibió inmediatamente el amor de un público heterogéneo y diverso que amaba ir a esa caja de acero y vidrio a ver exposiciones, a consultar la biblioteca, a investigar en el centro de documentación o a experimentar la arquitectura y contemplar París desde las alturas.

El largo camino profesional posterior de Richard Rogers es muy extenso. Construyó grandes edificios basados en la misma estrategia de desplazar comunicaciones e instalaciones a la fachada, como el edificio de la Compañía Lloyd o la Cúpula del Milenio, ambos en Londres. También construyó el Tribunal de Derechos Humanos en Estrasburgo o la Asamblea Nacional de Gales.

Su arquitectura combinó siempre una avanzada tecnología con la consideración del entorno urbano, del medio ambiente y de los ciudadanos que habían de usar sus edificios. Por eso la arquitectura de Richard Rogers es un ejemplo del camino emprendido por la arquitectura del siglo XXI: una arquitectura cada vez más inclusiva, sostenible, respetuosa con el medio ambiente. Ello le valió recibir en el año 2007 el premio Pritzker, el mayor galardón mundial en el ámbito de la arquitectura.

Cúpula del Milenio

En España nos ha dejado algunos edificios como las bodegas Protos en Peñafiel, el Campus Palmas Altas en Sevilla, la reconversión de la plaza de toros Las Arenas de Barcelona en centro comercial, pero sobre todo el magnífico conjunto de la terminal T4 del aeropuerto de Barajas, un maravilloso universo en el que el espacio y la luz fluyen sin límites. Siempre recordaremos su entusiasmo por la innovación arquitectónica cuando esperemos un avión en la T4 o visitemos las inmensas salas del Centro Pompidou.

 

Alfonso Muñoz Cosme es Catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid; Director del Instituto del Patrimonio Cultural de España hasta 2017.

 

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