INFRAMUNDO

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A mitad de camino en el viaje, me encontré dentro de un bosque oscuro porque el camino directo se había perdido, (Dante). Ninguno de sus árboles podían alcanzar el cielo, pero sus raíces descendían al infierno, (Jung).

El árbol del bien y del mal

Mientras me sumergía profundamente en el bosque, (una subestructura metafísica del mundo en aquel momento), iba entendiendo, a nivel profundo, que los humanos no somos naturalmente buenos (una idea cándida de los seguidores de Rousseau).

Así que, como Dante, incorporé mi sombra (esa parte oscura de la naturaleza humana que es en cada persona, un elemento esencial), y comencé a descender.

Mi comprensión del inframundo era necesaria, para evitar ser una persona ingenua. La incursión en los elementos más oscuros de mi naturaleza humana era esencial para ir más allá de una pueril amabilidad hacia algo más noble.

Llegar al bien o a la sabiduría (las más altas virtudes) requiere un conocimiento del mal, porque el conocimiento del mal incluye la posibilidad de trascenderlo.

Ilustración de Gustave Doré, “El Bosque de los suicidas” – 1.870, sobre la Divina Comedia de Dante Alighieri.

Hay una gran diferencia entre simplemente evitar el mal y realmente trascenderlo: el primero es optimismo tierno y el segundo una posición de poder (entendido en términos de capacidad, si la sabiduría es definida como una especie de juicio experimentado).

He intentado que mis viajes fueran tanto psicológicos como metafísicos. En los detalles de mi experiencia humana del mundo están diferenciadas las meras comprensiones racionales de los fenómenos encontrados en los Mapas de significados de los círculos del purgatorio, territorio que recorrí en las primeras etapas.

En el bosque encontré una cueva al pie de mi alma. Tres animales salieron a mi paso: una pantera (el afán y la ciudad en la que me había exiliado), una loba (las aspiraciones y la autoridad temporal que sustentaba) y un león (mis humos, esa pantalla para sobrevivir en la selva).

Como ser humano civilizado, seguía siendo una mujer arcaica en los niveles más profundos de mi psique, “un producto de la evolución que, cuando se sigue hasta sus orígenes, muestra innumerables rasgos arcaicos”, (Jung).

Imagen de la ópera “Macbeth Underworld” de Pascal Dusapin.

Mi proceso de individuación no solo estaba presente, sino que pasaba y completaba todas y cada una de las transiciones fundamentales que conducen a la realización de la unión consciente del ego con el ser esencial.

Cuando di mi primer paso, tras el cartel de “abandona toda esperanza”, me subí en la barca de Caronte camino al infierno: en el tránsito y gracias a la corriente llegué al limbo, el primer círculo. La no confirmada, yo, era una pagana virtuosa, o como diría Karl Rahner: una cristiana anónima, afincada en “La Mansión de las Siete Justas”.

En el otoño de 2006, el fundador de Playdead, Arnt Jensen, lanzó este tráiler conceptual sobre el LIMBO:

 

 

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