En las afueras del DIA, una mujer aspira en la Ronda de Atocha el humo de los coches; todos lo hacemos, pero ella, ella sabe de sobra que lo inhala: grita y retuerce su cuerpo con la desesperación de la que sabe que ha vivido y vivirá más de cuatro apocalipsis.
En la acera de enfrente, lejos de la desesperación y cerca, muy cerca de la Casa de Baños, uno de mis reflejos intenta vender un bolso de Polipiel usado; él no se viste de desconsuelo, sino que amodorra su existencia sentado en el suelo y contemplando un denso bosque de tobillos femeninos.
Dicen que los espiráculos de la ciudad se llenaron de ratas y que por eso, ahora permanecen sellados bajo el peso de grandes tapas de hierro fundido, pero yo no lo creo; las conjuras y los sicarios aún viven bajo las camas de plomo donde duermen los imperios y las biblias cuánticas.
En un principio fue la mosca. Y la mosca lo era todo. Y el todo era la mosca. Así empiezan todos los best sellers de la historia; es lo de siempre: el héroe, perdición, redención y la tienda de calzado barato que hace esquina con la calle Argumosa.