HIMNO DE EPSÑA, OLÉ, OLÉ

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 Marta S Nchez

Marta Sánchez

A mi me ha pasado una cosa muy curiosa con el himno de España. Recuerdo que cuando era niño, allá por el 1968 y alrededor de la media noche, cuando las imágenes de la televisión, sólo una, divida según la frecuencia en VHF y UHF, lo que ahora viene a ser la 1 y la 2; sonaba el himno español con imágenes del dictador, a modo de celebración de haber terminado una jornada más bajo las garras del águila de su bandera. Entonces, dentro de mi ingenuidad me parecía un himno bonito, sin más, ni siquiera sabía lo que era una dictadura y una democracia, sólo tenía cinco años y la música era pegadiza.

No tardó en llegar aquel noviembre de 1975, recuerdo que iba a 5º de EGB, lo que hoy se llama Educación Primaria, en el que, el entonces presidente del gobierno, Arias Navarro, balbuceando y con lágrimas en los ojos, comunicó al país la muerte del dictador: “Franco ha puerto, ¡VIVA ESPAÑA!. Aquel día…, sí…, fui feliz. Porque nos dieron, si no recuerdo mal, una semana de vacaciones en el colegio, bueno, mejor dicho, una semana de duelo. Estaba en aquel momento de transición de la infancia a la adolescencia…, vaya…, hecho un lío en cuanto a las cosas de la vida… Empecé a ver como las muestras de duelo se mezclaban con las de repulsa y algarabía por la muerte del dictador, que ya habían empezado con cierta moderación con su enfermedad agónica, no sólo para él, sino para muchos españoles que sin quererlo a la hora de la comida y de cena nos teníamos que tragar su imagen junta a la sopa durante el “diario hablando”; la de un cuerpo anciano postrado en una cama, tapado con una sábana blanca y entubado por todos los lados -algunos decían que lo mantenían vivo por cuestiones de Estado-.

Dolor que se manifestó, asimismo, en largas colas, durante tres días para dar su adiós al dictador en la capilla ardiente que se había situado en el Salón de Columnas del Palacio de Oriente, y algarabía porque era el momento de dar carpetazo a cuarenta años de opresión.

Entonces, el himno de mi país se convirtió en una seña de identidad y de lucha, en un momento en que mucha gente moría a manos de una desalmados, llamados terroristas de ETA que pedían la independencia de su país. No entendía que para conseguir un objetivo político se tuviese que utilizar la violencia y matar a gente, sobre todo a gente que se identificada con la democracia recientemente instaurada, a pesar del enorme peso que entonces tenían ciertos mandos militares, de la Guardia Civil y algunos comisarios de Policía, por su vinculación con los supervivientes del franquismo o por uno de ellos, en un país donde todos estábamos aprendiendo a ser libres. Me dolía ver tanta sangre, sobre todo en el atentado en el Hipercor de Barcelona y en la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, donde muchos niños inocentes estaban entre las víctimas.

Pasaron los años y, aquel 23 de febrero de 1981 con el intento del golpe de estado de Tejero, teniente-coronel de la Guardia Civil, marcó para mi, igual que para muchos españoles un antes y un después. Desde una unión en manifestaciones multitudinarias en casi todo el país a favor de la democracia, hasta el orgullo de haber vencido a los golpistas y con ello al antiguo régimen. Todavía el himno me transmitía un sentimiento de identidad patriótica.

La democracia instaurada en el 78 continuaba, pero la fuerza que nos dio aquel golpe de estado fallido se desinfló, al menos para mí, desde una traición a Adolfo Suarez hasta un PSOE, sumido en una corrupción sin precedentes, con algún ministro condenado por diversos delitos como responsable de la «guerra sucia contra ETA» practicada por los GAL y por el  secuestro del ciudadano hispano-francés Segundo Marey -reivindicado por la organización terrorista GAL-, delito este último por el que también fue encarcelado uno de sus Secretarios de Estado, además del de  malversación de caudales públicos para la financiación de los GAL; unida a la condena de muchos de sus altos cargos en casi todas las Administraciones Públicas, por delitos relacionados con la corrupción. Esta situación me llevo a perder la imagen que hasta ese momento tenía tan inocente sobre mi país, del que, aún habiéndome dado cuenta hace tiempo que no era perfecto, sin embargo cada vez me costaba más aceptar por tanto desatino.

“la condena de muchos de sus altos cargos en casi todas las Administraciones Públicas, por delitos relacionados con la corrupción. Esta situación me llevo a perder la imagen que hasta ese momento tenía tan inocente sobre mi país, del que, aún habiéndome dado cuenta hace tiempo que no era perfecto, sin embargo cada vez me costaba más aceptar por tanto desatino.”



Claro que la cosa no cambió mucho con la llegada al poder de la derecha de manos de Aznar quién, en este caso, aún habiéndose enganchado a la prosperidad económica por la burbuja inmobiliaria, nos hizo sentir la tendencia a aquella España rancia que creíamos haber superado con la muerte de Franco. Pero, lo peor de todo fue involucrarnos en una guerra contra el terror, en su calidad de aliado de conveniencia de EEUU y de Reino Unido tras el atentado a las Torres Gemelas, lo que hizo elevar su ego a las alturas de los dioses del olimpo, con dos imágenes que inmortalizaron sus ansias de figurar entre los mejores políticos del mundo, la de las Islas Azores junto a Bush Jr. y Brair, en apoyo a esa guerra contra Irak en busca de armas de destrucción masiva, desautorizada por la ONU; y la otra sentado con los pies encina de la mesa junta a Bush Jr., fumando un puro habano, en la Cumbre de los G-8 en Calgary (Canadá). Y de aquellos polvos estos lodos, un ataque terrorista contra varios trenes de cercanías en Madrid un 11 de marzo de 2004, cuya autoría asumió Al Qaeda por un “ajuste de viejas cuentas” con España, fue el resultado.

 Entonces el himno empezó a convertirse para mi en algo secundario, casi sin importancia, empezaba a sentirme “raro” en un país donde la injusticia social iba in crescendo y la confrontación política y social era el pan nuestro de cada día. Sólo la victoria de España en la Copa de Europa de 2008 y en el mundial en el 2010, hizo que el himno recobrase cierta importancia, hasta el punto que para muchos era necesario dotar de letra para festejar futuras azañas, evitando convertirse en una simple charanga de voces desafinadas que con un “changa, changa” reproduciendo su música. Pero sólo en eso, en el deporte, aunque tengo que reconocer que me gusta más el himno que por equivocación se tocó en un solo de trompeta en la Copa Davis de 2003.

Y, que decir, cuando las vacas gordas se transformaron en flacas por la crisis, la estafa financiera, el rescate… y la madre que les parió a todos… y la política neoliberal de una Europa se impone en todos los países de la Zona Euro, donde los intereses económicos priman sobre las personas, hasta el punto de llevar a cabo una reforma constitucional que diera primacía al pago de la deuda externa y a la lucha contra el déficit público; hizo que muchos sintiéramos la pérdida de identidad con un país cuya soberanía estaba supeditada a los intereses de los países ricos de la vieja Europa; y con ello, también, la pérdida de identidad con un himno que representa  a un país prostituido.

Así llegamos a nuestros días, con una grave crisis política ocasionada, primero por unas elecciones que han dado lugar a un gobierno del PP en minoría, que al igual que en la legislatura anterior, los intereses de Europa han sido los primero, incumpliendo promesas de bajada de impuestos, saqueando la caja de las pensiones, y destruyendo la mayoría de los servicios públicos con recortes cada vez mayores, en su día envidiados por otros países de nuestro entorno, con una escasa recuperación económica y un mercado laboral en crisis y precario. Y, en segundo lugar, por una revolución independentista catalana que está poniendo en jaque la unidad de España que proclama la constitución; si bien ha servido de revulsivo para algunos que les ha dado por volver a los signos patrios de identidad. Digo para algunos, porque para mi, como para muchos, como ya he puesto de manifiesto en otras ocasiones, no dejan de ser patriotismos de imposición que lo único que me producen en una vergüenza cada vez mayor de pertenecer a un país donde somos incapaces de dialogar en vez de imponer…, y lo mismo me da la derecha que la izquierda, porque cuando se trata de radicalismos aún en polos opuestos se dan la mano en cuanto a la intolerancia se refiere.

“Una revolución independentista catalana que está poniendo en jaque la unidad de España que proclama la constitución; si bien ha servido de revulsivo para algunos que les ha dado por volver a los signos patrios de identidad.”

Llegados a este punto, donde las chispas cada vez salta más, hasta amenazar con una grave crisis de Estado, ha habido alguien al que se le ha ocurrido dotar al himno de letra, ha sido nuestra querida Marta Sánchez, quien en el pasado sábado en un concierto en el Teatro la Zarzuela arranco el aplauso de los presentes, atreviéndose a cantar el  himno de España con una letra particular, algo que muchos han tachado de oportunismo, que algo tiene. Letra con la que podemos estar más o menos de acuerdo, pero que a muchos nos trae al pairo, sobre todo cuando todavía sigue la lucha de engalanar balcones con la bandera española en contraposición al independentismo catalán, no como idea o proyecto, sino con el odio que a muchos lleva la ideas políticas, anulando a las personas, sobre todo su libertad de pensamientos.

Por otra parte, creo que el himno que necesitamos debe ser un himno que, aunque con la misma música, se convierta en un himno integrador de todos los territorios y de todas personas que hemos nacido en este país, recociendo su multiculturalidad, su laicismo y el respeto que nos debemos tener todos los españoles con independencia del lugar de nacimiento.

 
 

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