¿HIERBA O ASFALTO?

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Bueno, para mí es muy fácil dar respuesta a esa pregunta, pero entiendo que haya quienes no lo tengan tan claro y hasta quienes ni lo uno, ni lo otro; sino que encuentren su “hábitat” en el cielo, el mar o el espacio sideral…casa de las estrellas.

En el asfalto, sobre todo, de las enormes y bellas urbes europeas tenemos grandes y hermosos edificios de fachadas impresionantes; Museos repletos de preciosas y valiosas obras de arte; teatros donde disfrutar de magnificas representaciones de dramaturgia, musicales y  ópera; bibliotecas a rebosar de todas las genialidades de la mente humana; majestuosos puentes; amplias avenidas llenas de escaparates que muestran toda clase de llamativos artículos de consumo; bellos jardines y parques…; pero, sobre todo, mucha, mucha gente que no nos conoce de nada, que jamás nos vio y, probablemente, jamás volverá a vernos. Esto último da mucha libertad, claro ¡qué bueno cuando nadie te conoce! y no tienes que dar explicaciones a cada pocos pasos de a dónde vas y por qué. El anonimato nos permite una dulce sensación de invisibilidad. Somos observadores no observados.

Museo de louvre. París. Francia

Sí, lo anterior y otros muchos servicios de gran aporte al desarrollo de nuestras capacidades (universidades, centros de investigación, charlas, coloquios, conferencias…), además de las grandes oportunidades de trabajo, ocio  y descanso, son una gran ventaja de las grandes capitales del mundo “libre”; pero ¿y las desventajas?, ¿cuáles son?:

Para mí una gran desventaja es la contaminación lumínica que por la noche no te permite ver las estrellas en su esplendor y detalle; la contaminación diurna por la quema de combustible que impide llenar los pulmones de puro oxígeno; la deshumanización que pasa indolente al lado de un moribundo tirado en la acera y no se para un minuto a llamar a los servicios de urgencia; la inseguridad de algunas zonas y horarios para practicar el paseo (algo que, peripatéticamente, me gusta)…

contaminación lumínica

Ahora, ocupándome ya de la hierba, pero de la natural, de la que el cielo riega; esa hermosa alfombra adornada de flores, arropada de nieve o de hojas secas ¡Que placer sólo olerla…¡ Grandes espacios rodeados de altas cumbres que siempre te dan la razón devolviendo lo que salió de tu lengua. Sol que luce imponente; luna que brilla de veras; planetas reconocibles; constelaciones llenas de estrellas, que diviso perfectamente y que me humildan, porque son enormes mundos en aparentes luces pequeñas; un cielo azul, ¡tan azul se ve en mi tierra!

No soy poeta, pero me salen versos asonantes cuando se trata de hablar de la hierba… para mi está claro; ella, siempre ella.

Bueno, no he podido evitarlo y tampoco me sale relatar lo negativo, porque nada de eso encuentro en medio de la naturaleza. No vivo en un medio natural, ni en una gran capital, un pueblo pequeño o una aldea. Mi ciudad no es ni mediana…; aunque dos milenios atrás ¡Qué grande era!

teatro romano de Merida. Extremadura. España

En cuanto al mar, al cielo o rumbo a otros orbes de las estrellas; navegar y volar…me encantarían, pero no tengo avión, ni cohete, ni velero. No soy piloto de esas naves y, en esta vida…; sin techo de cristal sino con baño de realidad, será improbable que lo sea.

Me disculpo por las rimas y, terminar, ya  no me sale sin ellas:

  • No se trata tanto de elegir, sino de preferir; de darse cuenta, de las ventajas de lo que nos vacía o nos llena.
  • El ser humano necesita pisar hierba y asfalto, flotar en el agua y en el aire y hasta salir a explorar otros orbes hijos de otras estrellas.
  • Yo, me quedo con la hierba, no por elección sino por preferencia; elegir conlleva renunciar. Preferir no te obliga; sólo abres los ojos y contemplas.

 

 

 

 

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