HABLEMOS DE MASONERÍA (III)

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A veces es difícil deslindar entre lo que son las instituciones y lo que son sus miembros, y aún más difícil si existe el interés -la mayor parte de las veces espurio- de tomar el todo por la parte, de atribuir al todo las características de parte que nos interesen.

A nadie con un mínimo de ecuanimidad se le ocurriría considerar que un club de fútbol, cualquiera, tiene una determinada ideología como tal club porque es la ideología que tienen una parte de sus socios. Y hemos puesto como ejemplo un club de fútbol como podríamos haber mencionado un club de lectura, una cadena de supermercados o una comunidad de vecinos.

Hay una gran cantidad de instituciones, asociaciones, agrupaciones, organizaciones, que no son depositarias ni transmisoras de ningún credo o ideología. Simplemente obedecen a fines de tipo social, ético, deportivo, solidario o intelectual y suele definirse como aconfesionales o adogmáticas respecto a la religión y a la política.

He oído decir a lo largo de mi vida que la masonería es una religión, que es un lugar de adoctrinamiento, que es una secta, que es, incluso, la correa de transmisión de determinados poderes ocultos para guiar a la sociedad hacia sus intereses.

El problema principal con cierto tipo de acusaciones es que cuanto más se niegan más fuerza toman. Ya se sabe que no hay mayor sospechoso de ser culpable que el que se declara inocente, ni peor loco que el que se declara cuerdo.

Tal vez por eso la sistemática negación de ciertos fines que se le atribuyen a la masonería nunca ha servido para desmentir cierto tipo de imputaciones. Así que pongámonos en positivo y preocupémonos de lo que es.

La masonería es, fundamentalmente, el lugar de encuentro de los masones, esto es, de personas libres, de pensamiento y de condición, con buena voluntad, hacia sí mismos y hacia el prójimo, que deciden comprometerse con una tarea de perfeccionamiento personal, ético e intelectual, y con la exaltación de los valores sociales y de convivencia mediante su ejemplo personal. Solo mediante su ejemplo personal.

La masonería, como institución que agrupa a los masones, se declara con vocación de universalidad y solidaridad por lo que todas las personas que cumplen las condiciones básicas de pertenencia: ser humano, libre y de buena reputación, tiene cabida en sus filas, o, como se expresa masónicamente, entre sus columnas.

Dentro de la masonería hay hombres y mujeres. Hay católicos, cristianos, indúes, mahometanos, judíos, animistas, budistas, agnósticos, ateos,… Hay masones de derechas, de izquierdas, ácratas, centristas, socialistas, liberales, y de cualquier ideología que no sea dictatorial. Hay profesionales, artistas, empresarios, políticos, funcionarios. Todas las posiciones ideológicas, culturales o religiosas están representadas, a nivel individual, dentro de las logias, salvo aquellas que por su talante sean intolerantes o excluyentes, aquellas que pretendan imponer un pensamiento único o exclusivo.

“La masonería es, fundamentalmente, el lugar de encuentro de los masones, esto es, de personas libres, de pensamiento y de condición, con buena voluntad, hacia sí mismos y hacia el prójimo, que deciden comprometerse con una tarea de perfeccionamiento personal, ético e intelectual, y con la exaltación de los valores sociales y de convivencia mediante su ejemplo personal.”

Es difícil, por no decir imposible, que ideologías extremas, ideologías de tipo racista, de contenido intolerante en cualquier aspecto, tengan cabida en una organización cuya vocación fundamental es universal y solidaria.

Cada masón, como persona, generalmente comprometida, elige su forma de hacer llegar a la sociedad sus convicciones. Cada uno tiene su desarrollo propio, su credo, su ideología, su nivel de compromiso y llega a la masonería para ahondar en su personalidad, no para cambiarla o acomodarla a exigencias externas. Unos elegirán ser miembros de un partido, otros de una ONG, otros, los más, simplemente serán personas normales y anónimas.

Por eso es un criterio básico que la masonería, la entidad administrativa que acoge a los masones, sea adogmática, ya que cualquier posicionamiento de tipo ideológico o religioso comprometería gravemente su ideario de universalidad, dejando fuera de sus columnas a los de cualquier otra ideología o credo. Para eso ya están los partidos, las religiones.

Pero hay una razón aún más importante -la más importante- para explicar el adogmatismo y la aconfesionalidad de la institución como tal, y es que la labor del masón es un trabajo individual, personal, único, desarrollado en colectividad, y como tal trabajo individual no puede ser etiquetado de ninguna forma colectiva ya que eso supondría la imposición de una postura sobre otras y, una vez más, se negaría la universalidad.

Claro que por este mismo motivo, por el hecho de ser totalmente individual, la negación en la masonería es un razonamiento imposible ya que siempre puede haber algún masón que individualmente responda a la etiqueta que se elija.

Por eso es fundamental, es imprescindible desde la buena fe, tener perfectamente claro que una cosa son los masones y otra la masonería. Ningún masón representa ni compromete el ideario del resto de los masones y la masonería no está representada ni comprometida con el ideario de ningún masón concreto.

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