Enfocarse en lo bueno no significa no enfocarse en lo malo; significa no quitar el foco de lo bueno; más bien, no extraviarlo. La mente es una herramienta rayanamente compleja y brutalmente útil. No obstante, no es perfecta: puede enfermar o corromperse. Puede malgastarse o, también, esta puede utilizarlo a uno, en su propia contra incluso. La sabiduría consiste en hacer un buen uso, responsable y sano, de la propia mente.
En aquellas ocasiones en que mi mente se alborota en demasía, cuando mis pensamientos y las emociones que estos desencadenan me abruman intensamente, me es muy complicado resolver satisfactoriamente mi estado perturbador cognitivo-emocional. Cuanta más inercia adquiera algo, más imparable se vuelve, ya sea esto un alud de nieve o un torrente de pensamientos y emociones negativas, frustrantes y dañinas.
Eso sí, todo lo que sube, baja. Absolutamente siempre el alud termina por detenerse, kilómetros más abajo, al pie de las montañas. Esto conforma una certeza absoluta; tan cierta como que el fuego quema y el agua moja. Saberlo y ser consciente de ello es muy, pero que muy, importante, pues permite a uno encontrar un punto fijo donde asirse mientras la tormenta lo zarandea en todas direcciones. Mantener la visión enfocada en la certeza de que la tormenta, en algún momento incierto, tarde o temprano, cesará, es crucial para sobrevivir a esta. La resiliencia no es más que apostar constante, tozuda y conscientemente por lo bueno, aunque lo malo abunde. Hay quienes prefieren llamarla fe.
Gofio, solecito y muchísimo amor. Un pájaro contesta a otro. Dos cuellos se resienten y una mirada divaga entre las flotantes motas de polvo mientras otra se posa sobre el contenido del primer tema de psicometría. Un esfínter apremia a su propietario para que no prolongue este escrito por mucho más tiempo. Alguna lejana, y al mismo tiempo cercana, sonrisa que otra quizá aparezca por aquí o por allá.
El mundo, por fortuna o por desgracia, a causa del azaroso destino o del caprichoso azar, es un desastre de un calibre descomunal, aunque no por ello hemos de dejar de sonreír. La explotación laboral, la trata de blancas, la pornografía infantil, el tráfico de órganos, las guerras y un largo etcétera de infames y realistas miserias permanecen en el tiempo. Todo sea dicho, lo hacen porque la gran mayoría de personas, aunque en el fondo saben que estos hechos son una realidad, prefieren hacerse los longuis, mirar a otro lado y vivir en su pequeña, aislada, egoísta y egocéntrica mentira prefabricada y automaquetada. El día en que la gente preste verdadera atención al mundo en el que vivimos y tome acciones individuales a la par que colectivas con la intención de erradicar estos males, quizá empecemos a crear y a convivir en un lugar un poquito mejor.
Sin embargo, hasta entonces la rueda seguirá girando cuesta abajo, cogiendo inercia, volviéndose más imparable, multiplicando su volumen y su fuerza. Mientras tanto, los pájaros que aún vivan seguirán trinando, piando y cantando; el remanente fitoplacton continuará produciendo su tan valioso proceso de fotosíntesis; la vegetación arraigará sin descanso en la oscura profundidad de la tierra; el agua necesaria discurrirá a través de su ascendente y descendente ciclo natural; y los humanos, gracias a ello y a infinitamente mucho más, podremos seguir tirando.
La pequeña nota bajo el anillo de diamante reza: “Esto también pasará.”