Lord Acton fue un noble católico que afirmaba lo siguiente: “Todo poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. Los grandes hombres son casi siempre hombres malos, incluso cuando ejercen influencia y no autoridad: más aún cuando sancionas la tendencia o la certeza de la corrupción con la autoridad.”, el buen Acton empleada dicha afirmación para cuestionar la influencia de la iglesia y la monarquía, y el impacto de estas figuras anacrónicas en la sociedad contemporánea, sus palabras eran una critica abierta al papa y a los monarcas por el poder que ostentan entre los hombres. En buena cuenta la serie que reseñaré en las siguientes líneas cumple el mismo fin, pero desde una perspectiva más personal.
The Crown, drama político-monárquico producido por Netflix que se centra en la corona británica, estrenada a fines del 2016, en noviembre pasado ha lanzado su quinta (y penúltima) temporada. La serie se adentra tras la investidura de la Casa de Winsor, y nos muestra la mundanidad de una familia “escogida” por Dios para gobernar.
La historia inicia en un contexto convulso, el Reino Unido aún no supera del todo una muy reciente segunda guerra mundial, el Rey ha minado su salud por el tabaco y Elizabeth (la primogénita heredera al trono) decide casarse con Phillip, el primo lejano del cual se había enamorado perdidamente; este cumulo de tramas sirve como nexo de otras tantas que parecerían secundarias, pero que cobran relevancia a lo largo de toda la serie.
Desde la tensa relación entre Charles (príncipe heredero) y Phillip (esposo de la Reina), que Goya hubiese podido eternizar en un moderno Saturno devorando a su hijo; pasando por la tragedia romántica de la princesa Margarita impedida de amar a un hombre por una corona que nunca será suya; e incluso los problemas nupciales que afronta Diana frente matrimonio sin amor; la serie busca evidenciar que la corona tiene problemas bastante mundanos.
Esta última temporada, estrenada hace poco mas de un mes, narra (con bastantes libertades creativas) la ultima etapa del matrimonio entre Diana y Charles exponiendo, con bastante detalle y muy poca reserva, las indiscreciones que concluyeron en la separación de “la princesa del pueblo” con la casa real. Como ultima reflexión, me gusta pensar que ya sea por el credo a la corona o por la necesidad de cotilleo, todos pedimos: God save the queen.