Se despertó bañado en sudor, ese sudor frío y pegajoso que de vez en cuando le sobrevenía cuando tenía las peores de sus pesadillas. Esta vez, había sido realmente fuerte. Medio adormilado y aún en estado de shock, se dirigió a su escritorio, abrió un cajón y respiró aliviado: ¡uf, están aquí! exclamó para sí aliviado. Su pasaporte, en el que ponía Reino de España, y su DNI en el que se leía su nombre, estaban en el lugar de siempre.
Más tranquilo, Pere se encaminó a la cocina, abrió la nevera y entre el jamón de Jabugo y las botellas de Rioja encontró lo que buscaba; una caja de leche de Aranda de Duero, en Burgos que era la que tomaba desde pequeño. ¡Qué buena estaba! y cómo le calmaba tomársela calentita en un gran tazón cuando estaba asustado como ahora.
Con la bebida humeante en la taza calentándole las manos, empezó a sentirse mejor; regresó a su dormitorio y dudó entre volver a acostarse no siendo que se repitiera la terrible pesadilla que había tenido, o ponerse a trabajar.
Se decidió por esto último y comenzó a revisar planes de reparto, con unos y otros de sus “colegas”, de los millones de euros y de las poltronas que iba a obtener de Moncloa con la presión soberanista, sus discursos… era inútil, no podía quitarse de la cabeza la pesadilla, las terribles imágenes que habían estado torturándole toda la noche.
Después de que, en las pasadas elecciones, (y gracias a la brutal abstención provocada por la pandemia del corona virus y el cansancio de la Cataluña constitucionalista) el voto independentista superara por primera vez el 50% del electorado, el presidente del Gobierno le había llamado a su despacho y le había comunicado oficialmente el resultado de la consulta efectuada en todo el país.
Los españoles, mayoritariamente, habían decidido acceder por fin a sus reiteradas peticiones de independencia –esta vez se les había ido la mano y lo habían conseguido- y Pedro, el inane, le estaba diciendo cuáles serían los siguientes pasos.
Para empezar, él y sus connacionales tendrían que devolver sus pasaportes y DNIs que ya no serían legales.
Después, le miró a los ojos y le dijo: Pere, muchas gracias por librarme del 35% del déficit que teníamos; gracias a ti nuestra prima de riesgo va a ser la más baja de Europa.
¡Ah! y también te agradezco que te lleves tu millón y medio de parados que ya no estarán en mis datos de población activa.
Después, con esa sorna propia de las gentes soberbias, le sugirió varios nombres para la futura moneda que tendría que crear. Entre ellos, le dijo, el que más me gusta es el de “catalino” (lo peor de todo fue cuando le explicó que el “catalino” se cotizaría en el primer año a 0,50 euros y en los siguientes pasaría al 0,25, es decir, que harían falta cuatro “catalinos” para comprar un euro.) Esto ya fue superior a sus fuerzas y no pudo seguir, empezó a sollozar y se despertó.
Bueno, gracias a Dios había sido sólo un sueño. Tengo que hablar con Oriol y contárselo, pensó para sí.
Fuese y no hubo nada…