Me preguntas qué si vivo feliz, y la respuesta es que hago y lucho todo lo posible para serlo, a veces lo consigo y otras no, y otras son las circunstancias las que truncan mi deseo de serlo. Pero así es la vida como un tablero de ajedrez, blancos y negros que, de vez en cuando, se tornan grises.
Me preguntas si acaso soy psicólogo para hablar de la conducta humana. No, no lo soy ni pretendo serlo. Sólo observo al mundo y comparto contigo mi experiencia.
Me dices que para ti la felicidad es un estado de consciencia, y estoy de acuerdo contigo, no sólo, porque como dijo Hermes Trismegisto en el Kibalión, al igual que el todo es mente y, por consiguiente, el universo es mental, nada existiría si no tomamos consciencia de ello, es decir, si no lo traemos a nuestra existencia, si no lo ponemos en contacto con nuestro mundo interior y el que nos rodea. Ello nos lleva a que la felicidad como estado de consciencia también hay que trabajarla, sólo así la podremos moldear.
Volviendo de nuevo a las preguntas, aunque ahora las hago yo si no te importa. Afirmas que no concibes la felicidad sino como una consecuencia de la influencia de lo real, del mundo exterior, tanto para alcanzarla como para perderla, y vuelvo a estar de acuerdo contigo, pero sólo en parte, porque aunque nuestra realidad social influye en nuestra realidad personal, y viceversa, sin embargo: ¿no dependerá finalmente de la percepción personal de ese mundo exterior?, porque igual que el universo es mental, lo es la percepción de ese universo.
Es necesario poner en consonancia la felicidad con el mundo exterior, porque es cierto que necesitamos la empatía por parte de los demás, sentirnos amados, queridos y comprendidos por nuestras amistades y familia, pero ¿de qué serviría esa empatía, amor y comprensión sin tomar consciencia que la felicidad es una parte intrínseca a nuestro ser, a nuestra individualidad, y por contra la tristeza?. Sólo mediante la sincronización de ambos mundos, el interior y exterior, conseguiremos hacer girar nuestra energía en uno u otro sentido, en positivo o en negativo. Así, la falta de sincronización nos llevará irremediablemente a la energía negativa que puede poner en riesgo nuestro mundo exterior al provocar el rechazo por parte de quienes nos rodean por nuestra cansina existencia, por nuestra toxicidad emocional, por lo que no resulta sano colgarse de los demás para ser feliz si la felicidad no existe previamente en nuestro interior.
Buscamos amistades y quizá no las cuidamos, o no las dejamos en reposo el tiempo suficiente como para coger el oxígeno necesario para su subsistencia, así como el necesario para alimentar nuestro mundo interior; creyendo que ese vínculo nos legítima como jueces implacables de sus vidas o conductas que intentamos cambiar sin aceptación previa de su personalidad y forma de ser, sin compasión con su sufrimiento. En consecuencia, el reposo no sólo nos ayudará para apreciar la valía de cuantos nos rodean, apartando el rechazo puntual de aquellas conductas que nos provocan una reacción negativa, sin mayor trascendencia que la lucha de egos que siempre está presente, sino también para hacernos valer a nosotros mismos, para reafirmarnos en nuestra forma de ser y de proceder. Así sólo, nuestra consciencia percibirá la verdadera forma de ese mundo externo del que los demás forman parte.
Como dije en un artículo anterior, los milagros hay que trabajarlos, por lo que estoy convencido que no se puede alcanzar la felicidad si no la buscamos, prescindiendo de valoraciones externas, de comportamientos ajenos; aunque cierto es que hay días maravillosos llenos de un colorido especial con olor a vida que por circunstancias externas hacen que se conviertan en días tortuosos y amargos, por eso tampoco hay que sobrevalorar la felicidad, porque no se trata de un estado efímero de complacencia absoluta, sino de un modo de vida, de un modo de entender la existencia con sus cosas buenas y malas, siendo conscientes que las malas también sirven para aprender, posiblemente más que de las buenas, aprendizaje que siempre nos mostrará el camino a seguir iluminando nuestras vidas, y de esa manera afinar nuestro corazón con nuestra mente.
Es hora de dejar de desear ser feliz para empezar a serlo. Y si esto te parece una quimera, lo siento.
Yo creo que la felicidad, como la belleza, tiene un rostro no maquillado que se mira en su propio espejo.
Hermoso artículo, Feliciano. Me ha encantado la referencia al primer principio hermético. Desde luego…: ” El universo es mental “.