FEBRERO (3ª y última parte)

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Foto proporcionada por el autor

No nos gustaba estar en zona Para y con una brigada tan pequeña, pero al parecer había que esperar de todas formas. Pasaban las horas y fumar en silencio, y más silencio, hasta que del sur empezaron aparecer unas nubes negras, que comenzaron a tapar el sol y traer agua. Nos miramos todos, recogimos, cargamos las armas y empezamos a medio trotar hasta la finca. El caserón no era muy grande, estaba en una pequeña ladera y se accedía a él por un sendero. Nosotros cortamos por la zona baja que había arboleda, Celso subió por una corredera de agua hasta un puesto alto y montó la mira y el silenciador para cubrirnos, Marta cubría la vereda y Salcedo, el Oficial y yo entramos en el vallado de al lado de la casa. La tormenta empezó a relampaguear y a soltar agua. Salcedo haría el embate desde la ventana y el Oficial y yo por la puerta, justo cuando íbamos a efectuar la arremetida sonó un silbido con un golpe seco, Celso había alcanzado a uno que salía por la puerta, del ruido salieron otros dos, se cargó a uno e hirió al segundo al que el oficial termino de rematar a machete. Oímos disparos por la vereda donde estaba Marta, en ese momento entramos, yo a ráfaga como el mal tirador que siempre fui, y el oficial a tiro con su M16, Salcedo ya se había cargado a dos desde la ventana, nosotros al resto. El Oficial remató a dos que parecían heridos, recogimos a nuestro campesino y a los tres Narcos, les pusimos grilletes y les dijo el oficial; 

-O con nosotros sin boberías, u os quedáis acá amarrados esperando a vuestros amigos 

Ellos asintieron para irnos, les cortamos las amarras de las piernas y salimos corriendo. 

Yo tenía miedo por lo que hubiera pasado en la vereda con Marta, pero entre ella y Celso Damián, se habían cargado a tres que estaban de centinelas. Salimos a toda velocidad por la zona baja, por la arboleda, y cuando ya estábamos todos corrimos como condenados para salir de la zona. Empezó a llover más, lo que nos ayudaba a que no nos oyeran si había vigilancia pero tampoco nos dejaba oírlos a ellos en caso de ataque. Por fin tomamos la vereda de la noche anterior, seguíamos corriendo y respirando agua por la nariz y la boca de cansados que íbamos, pero seguíamos, ya cuando empezábamos a ver la otra parte del valle donde habíamos dejado los carros tapados y camuflados, nos empezaron a llover, pero esta vez, no agua sino balas, el ruido de las gotas en los arboles no nos dejaban oír de donde nos venían las balas, nos arremolinamos detrás de unos riscos y el campesino nos dijo de qué lado venían los disparos, él tenía un buen oído con la lluvia, el Oficial, Celso y Salcedo se abrieron en abanico y fueron hacia donde nos venían las ráfagas. Cuando empezamos a oír disparos empezamos a correr hacia los carros, llegamos a los pocos minutos, quitamos las ramas que los tapaban y Marta y yo los sacamos situándolos en dirección de huida. Dejamos dentro a los tres narcos y a nuestro campesino, Marta cargó su pistola y se la dio al campesino diciéndole: 

-Si se mueven, solo apunta y aprieta el gatillo hasta que se gasten las balas 

Regresamos hacia la zona de la balacera, la tormenta se iba pasando llevándose el agua y el ruido, no se oía nada, ni disparos, ni pisadas, ni combate. Detrás de unos matojos apareció Salcedo quien se unió a nosotros para buscar al Oficial y a Celso. A unos cincuenta metros desde encima de unos riscos oímos caer un palito, era Celso que nos hizo una señal de que nos agacháramos, nos tiramos al suelo entre unos matorrales y al poco rato escuchamos de nuevo ese silbido rápido que termina en un golpecito seco. Celso se levantó e hizo una señal al Oficial. Salimos todos para la vereda, cuando se encontraron Celso y el Oficial, se saludaron militar y se dieron un abrazo. 

Llegamos a los carros, donde nos encontramos a nuestro campesino con la pistola titubeante en la mano y todo sudado del miedo que tenía, el Oficial salió el primero manejando como un loco, quemado embrague y frenos, y yo detrás haciendo lo mismo. Ya en carretera vimos a lo lejos un control policial, el Oficial nos dijo por el radio; 

-Si veis que empezamos a disparar no os paréis seguir más deprisa aún 

El carro del Oficial paró en seco delante del control, nosotros a unos treinta metros, en su carro iban Celso, Salcedo y los tres narcos, en el nuestro íbamos Marta, el campesino y yo, nosotros escondimos al campesino debajo de una manta y esperamos. Hubo un momento de tensión pero al parecer se solucionó y seguimos camino. En Colombia como en casi todos los países hay mucha policía metida dentro de los Narcos y de los grupos Paras. Llegamos a la ciudad y aguardamos en una casa de un barrio bien de la capital, con salida cercana al aeropuerto, donde le hicieron unas fotos al Campesino y documentaciones en solo una hora. Apenas hablamos. El Oficial y yo fuimos a comprar ropa elegante para nuestro Campesino, Marta le ayudó a colocársela él apenas sabía andar con los zapatos nuevos, que tuvo que salir Salcedo a rallar las suelas al cemento de la calle. 

Recibimos la llamada que esperábamos, tomamos los carros y salimos corriendo hacia el aeropuerto, entramos por la zona de los trabajadores, dejamos los carros en el parqueo y subimos a una habitación donde descansaban algunos comandantes de vuelo. Yo tranquilizaba a nuestro Campesino. Hasta que nos dieron la señal, dejamos todas las armas en la habitación y salimos hacia la zona de embarque, el avión estaba ya a punto de salir, corrimos por todas las galerías por donde nos decía el Oficial, que iba entregando documentación, y sin esperar respuesta seguíamos corriendo. Marta, Celso y Salcedo se quedaron en la entrada del pasillo que daba al avión, el Oficial y yo le acompañamos hasta la misma puerta del aparato. Nos despedimos y salimos deprisa hasta la sala donde nos esperaban nuestros camaradas. Nos sentamos donde se esperan los vuelos y nos fumamos unos cigarros, luego fuimos a un bar donde nos tomamos unos cuantos tragos. Sonreíamos y hacíamos chistes cuando una pareja de policías se acercaron a decirnos de muy malas formas que no era zona de fumadores. Todos nos miramos y nos echamos a reír, el Oficial sacó su placa y les mandó a la pinga. 

Años después nos enteramos que los Narcos pusieron una bomba a nuestro Policía de la Guardia Nacional y ex-oficial, lo tuvieron que sacar, junto a su familia, de Colombia y ahora trabaja en los servicios de seguridad de la ONU. 

Fin

 

© DEL LIBRO DEL MISMO AUTOR

 «TEXTOS URGENTES DE CUENTAUTOR DE GUARDIA»

OBRA DE ANTOLÍN PULIDO

 

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