FACEBOOK

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Husmear

 

Un servidor se hizo socio, o integrante, hace unos seis o nueve años. No lo recuerdo exactamente. Por ahí andará la cosa. El margen de tiempo me lo dejo amplio por aquello de no errar. Que soy asquerosamente perfeccionista y no quisiera…

Y tan contento que estaba.Oiga.

Total, apenas utilizo la red. Si acaso- y muy de vez en cuando- para saber el estado transformado de Fernando Breijo (que me parte la caja de la risa, casi siempre). O porque, si ton ni son, me aparece en la bandeja de entrada de mi correo, un correo de Facebook diciendo que alguien me ha citado en la susodicha red.

Que, por cierto, por más que ponga esos avisos de mención en la carpeta de ‘correo no deseado’ (o ‘spam’, para los que no dominen el excelso idioma de la pérfida Albión y sus colonias. Pobres ignorantes que ni catalán saben), caso excesivamente omiso me hace y…¡pumba!…me vuelve a aparecer en el principal. Y vuelta a empezar.

Cuando tengo ánimos y ganas, claro está, hago eso. Que es la minoría de las veces, para qué me voy a engañar si la procrastinación es mi única bandera, por lo visto. Pero es que me cansa mucho, la verdad, eso de dar una orden a un artilugio que -se supone- debe obedecerme sumisamente, y sin embargo se pasa mis órdenes por el forro. Entonces, para qué me voy a enfurruñar. Como no puedo fusilarlo al amanecer – o a la hora que me salga de mis entretelas , que tampoco me voy a poner exquisito – pues lo dejo hacer, me quejo por dentro con cierto berrinche acompañado de varias y obtusas blasfemias que hasta yo me reconcomo. Y punto, pelota y final. Sin necesidad de llamar a Segis, que por lo conocido, es un hacha en estas lides, según el mismo me refiere y que no me mareo en comprobarlo.

Lo dicho, no entro mucho en el Facebook. A dios gracias.

Porque en otro caso, vaya usted a saber lo que usted sabría de mi sin saberlo yo. Es curiosa la cosa.

Del resto de las innumerables redes, ni me he apuntado. Hay una que, por más que lo intento (dos veces por lo menos), no sé ni inscribirme. Instagram o algo así creo que se llama: total, no voy a poner fotos ni a gulusmear…

Cuando, por una de esas, abro la redecita de Facebook, lo primero que me pregunta la muy chismosa es que en qué estoy pensando. Como hacen siempre las recelosas novietas cuando estas diez o doce segundos sin hablar, pensando en la ‘inconmensurabilidad del ser, bailando entre la razón pura, la práctica y hasta la dialéctica’ -algo bastante frecuente en un servidor. Modestias aparte.. ¡Qué tostón, la virgen!

Me he enterado, por no sé qué medios (jijiji, que risa me da), que la redecita de Facebook, (que tiene millones de seguidores y adeptos), se está chivando de todo lo que pones en ella. Y que transmite tales conocimientos a merced del mejor postor. A mi eso no acaba de parecerme muy bien que digamos.

Menos mal que yo hago caso omiso de sus indicaciones, y no he publicado que soy el verdadero inventor del golden gate  además de otras obras cuya autoría no es precisamente la que se pregona. Verbigracia, la torre eiffel, o el gran cañón de colorado – cuyas esquirlas las ordene limar para que no se hiciese nadie daño si caía por él. O, puestos a recordar- ya que son tantas mis pericias- el creador de la teoría del big-bang (exigiendo, eso si, que Sheldon Cooper fuese mi protagonista indiscutido) y el descubridor de la penicilina y la tomografía axial computerizada.  En tan solo dos de mis múltiples habilidades y sapiencias: de arquitecto y científico. Que me quedan cuatro ristras más, por lo menos.

En otras facetas de mi inagotable sabiduría, tampoco puse en la red de marras que también fui yo quien insto y asesoró a islero dónde debía endilgarle la corná a manolete, a fin de que no saliese de rositas del trance. Dos opciones tenía el morlaco: o la yugular o la femoral. Escogió la segunda.

O que, a modo de ejemplo de nuevo, fui yo que le soplaba al oído a Edison todo lo que tenía que aportar como invento suyo, puesto que mi naturaleza natural es muy sencilla y humilde. Y detesto las pomposidades y las entrevistas con flashes.

Pues menos mal. Menos mal que no lo puse. En otro caso, todos mis amigos de Facebook, me hubieran retirado el saludo. Por petulante y mas que probable embustero. Amigos, por cierto, que no conozco en persona ni al 95%. O más.

Tampoco he puesto nunca lo qué estaba pensando, ni mi estado de ánimo ni ná de ná de esas cosas tan íntimas que, como persona cabal, me limito a contar a mis amiguetes en voz bramadora para que se entere el resto de la parroquia, en mis baretos cotidianos.

¡Pues faltaría más!

No. No le he dicho nada al Facebook ni de mis intimidades ni de mis intenciones, ni logros, que son abundantísimos. Tampoco de mis trastornos existenciales ni de mis diarreas mentales inacabables. ¡Pues si! para eso estamos, para que se entere todo quisqui.

Y de dónde vivo, dónde he vivido y a quien dedico el tiempo libre, ya ni le cuento. Hasta ahí podíamos llegar.

A mi, el tal Mark Elliot Zuckerberg – le he hecho un copia/pega como es normal- si bien no me ha hecho de momento nada, quién me dice que no va a chismorrear todo lo que exponga, entre otras cosas.

“No. No le he dicho nada al Facebook ni de mis intimidades ni de mis intenciones, ni logros, que son abundantísimos. Tampoco de mis trastornos existenciales ni de mis diarreas mentales inacabables. ¡Pues si! para eso estamos, para que se entere todo quisqui.”


Pues eso podíamos hacer. Y que se coloqué aqui la guardia civil, el mossad, la cia, el Al-Mukhabarat al-‘Ammah (esto también lo hice en copia/pega), el cni las vegas (el de miami me gusta menos), o vaya a saber usted cual. Y me enchironen.

O me haga dimitir de mis varios e interesantisimos cargos conseguidos a fuerza de sudor y enchufes, por chorizo y embustero.

No, amigos, no. Que no soy como la Cifuentes esa- que me cae genial, por cierto- y que seguro que presuntamente se ha inventado un máster y la muy locuela lo ha publicado en el Facebook y …así pasa lo que tenía que pasar. Por más que un docto rector universitario meta las patas hasta los corvejones mas encubiertos, intentando deshacer el entuerto sin tener en cuenta en absoluto aquello de que es mejor ser gilipollas y callar, que hablar y demostrarlo.

¡Que no, vaya! ¡Que no le digo al Facebook en qué estoy pensando! Y mucho menos a qué ni a quién dedico el tiempo libre.

¡Pero bueno! que indiscreto pretende ser quiere ser el muy granuja del Facebook.

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