¿EXISTE EL PROBLEMA CATALÁN?

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Supongo que no queda nada por decir sobre Cataluña, salvo la última palabra, esa que todos invocan pero nadie pronuncia. En este sentido se puede creer que es casi un problema místico, el conocimiento está en esa palabra que abre el universo, pero que no está al alcance de los humanos

Tal vez el que estuvo más cerca de la verdad sobre la relación de Cataluña con el resto de España fuera Ortega cuando dijo aquello de que el problema catalán no tiene más solución que la de aprender a sobrellevarlo.

Photo by Chris Slupski on Unsplash

 

 

Hay quién piensa que el problema tiene una solución político-ídeológica, de dialogo, yo creo que no. Yo creo simplemente que el problema no tiene ninguna solución definitiva, porque hay una parte que no la quiere, ni siquiera la invocada independencia.

Aunque sea la izquierda, esa izquierda tan estética y tan poco izquierda que nos gastamos por estos lares, la que de alguna manera intenta acaparar y justificar el movimiento catalán, aunque sea su tibieza provocada por sus propias contradicciones la que lo alimenta más, y eso que la derecha lo alimenta mucho, este es un movimiento de derechas, de derecha radical, un movimiento de raíz económica generado por una oligarquía que siempre ha pretendido sacar partido de su manejo de los que desprecia, el pueblo llano y los inmigrantes.

Mucha gente ignora la historia, ya se preocupa el sistema educativo de que así sea, y por tanto ignora que la deslealtad  y el desapego de Cataluña hacia España son, no solo proverbiales, históricos.

Empezamos por desconocer el origen y evolución de los símbolos básicos de la identidad catalana y acabamos por desconocer y tergiversar todo lo referente a Cataluña.  Y de ese desconocimiento, de esa huida de la historia para sumirse en la leyenda y sus deformaciones convenientes, ya se encarga una enseñanza deformada y maniquea de la historia con la absoluta permisividad del estado.

¿Cuántos catalanes desconocen que el nombre de su bandera, senyera, proviene de “El senyal real del Rei d’Aragón”? Y hablamos de Aragón, porque existieron los reinos de Aragón, Valencia y Mallorca, paro nunca el de Cataluña, salvo por un breve periodo que tuvo un rey francés y que acabó con una vuelta de Cataluña a España del mismo pelaje que había sido la ida a Francia, por el caminito de la traición.

A Francia la aventura catalana le costó prácticamente sus sueños de expansión en el Mediterraneo, y a España, entre otras cosas, El Rosellón y La Cerdaña, y un terrible debilitamiento en su posición en Portugal y en los Paises Bajos.

Tal vez si Pau Clarís pudiera leer la historia y las consecuencias de lo que hizo, tal vez digo sin mucha convicción, se hubiera pensado sus actos, porque las consecuencias económicas y políticas para Cataluña fueron evidentes, y el desgaste para las dos potencias que se la disputaban aún mayor, incluso nefasta.

Esa es una constante. Cataluña pierde y pierde España, pero el problema persiste porque la ambición de los que lo utilizan es desmesurada, infinita.

Nada importa, porque no importa nada, que en el XIX con el romanticismo y el nacimiento de los nacionalismos, que tantos millones de muertos le han costado a Europa, el movimiento catalán adopte unas señas acordes con su entorno, ni que en el XX se revista de unos tintes ideológicos que para nada son su fundamento, lo único que importa es que la oligarquía dominante en el territorio alcance nuevos objetivos, y que sean los demás, de una forma u otra, con un señuelo u otro, los que aporten la acción, la sangre si es necesaria.

Y así llegamos hasta aquí. Hablando de un problema ficticio, de unas  posibilidades ficticias, con unos argumentos ficticios y por tanto intentando unas soluciones ficticias. El problema catalán no  es la independencia, el problema catalán no es la historia, el problema catalán no es España, el problema catalán es la ambición desmesurada de su oligarquía, y esa no tiene otra solución que, como bien apuntaba Ortega, sobrellevarla. Que trabajar en tiempos de paz para no permitir la recluta de inocentes, que trabajar en tiempos de enfrentamiento por no caer en el engaño, que empezar a trabajar cuando acaba un episodio preparando el siguiente, que llegará. Se haga lo que se haga.

Lo que es difícil de digerir en este momento, son las actitudes soberbias del gobierno en funciones, y las beligerantes de la oposición. ¿Dónde está el pacto de estado? ¿Dónde está la defensa de los ciudadanos que se ven atrapados y secuestrados por los activistas? ¿Dónde están los límites de la integridad y la resistencia de los funcionarios de los distintos cuerpos de seguridad? ¿Dónde están los despachos de los ministros que dirigen por teléfono sin pasar el miedo y el trabajo de los que están a pié de calle? ¿Dónde está el límite de lo tolerable? ¿Dónde el límite del dontancredismo?

¿Dónde están los oligarcas catalanes, esas familias de 16 apellidos catalanes, que alientan, planifican y dan soporte a este disparate?  Estén donde estén su ambición es la razón última de esta sinrazón, y ellos son el verdadero problema, y los últimos culpables.

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