Es tan triste y larga la espera. Sentir como el aire te falta, ver como tu pecho se agita.
Te perdí hace años, desde que tu cabeza se desconecto de este mundo, quizá primero con el hijo que más indomable siempre ha sido.
Estas largas semanas he vuelto a ver como tu mirada se clavaba en la mía. No sé si era a mí a quien veías, quizá una sombra más en ese mundo de tantas sombras.
Me debato entre los sentimientos de agarrar tu mano para que te quedes conmigo o soltártela para que el universo te acoja. Sólo quiero sentir cómo ha transcurrido tu vida, entender este tránsito de tanto duelo.
Me debato entre sentimientos de culpa y tristeza. Culpa de no haber sido tan buen hijo como tú tan buen padre. Tristeza porque te pierdo.
Gracias padre, porque te debo la vida, como se la debo a mi madre, vosotros me enseñasteis a caminar por el camino tortuoso, aunque también maravilloso de la vida; a hacer el bien. De vuestra bondad y honestidad he aprendido.
Vuestro legado es haberme enseñado que la vida es un transcurrir del tiempo, de noches y de días. Noches de desasosiego, nostalgia y tristeza; días de ventura y luz, mucha luz. Que el trabajo es el fruto del éxito, y que el éxito es llegar a ser feliz.
Padre, déjame que te agarre la mano, cuando te vayas te suelto, aunque siempre permanecerás conmigo en este gran Universo. Te amo. Te quiero
Cual larga se hace la espera de este esperar incierto.
Que triste se hace el destino de alargar tu sufrimiento o de saber que de nuevo te pierdo.