Al igual que las personas, un país, nación o estado, tiene que responder a unos principios éticos, no en vano su estructura social está integrada por individuos, de manera que, en gran parte un país es el reflejo de sus ciudadanos, máxime en un estado democrático donde tenemos el poder de votar a los que consideran más dignos de manejar los hilos que hacen posible la convivencia social. El problema viene cuando la degradación social es tan grande que todo lo que se presume que debería ser un buen gobierno se transforma en una charca de sapos y culebras, donde la inmundicia impregna todo lo que toca.
A veces, acudiendo a las relaciones internaciones, comerciales y diplomáticas se justifican actos de difícil justificación desde el ámbito de la catadura moral, aunque se intente acudir a justificaciones de índole humanitaria cuando lo que prevalecen son otro tipo de interés como el económico. Tal es el caso de la venta de armas a países con conflictos bélicos o patrocinadores de los mismos con base en ideologías o creencias religiosas fanáticas, muy propio cuando lo divino es la justificación del mal que se causa como redención necesaria de los infieles.
Otras veces, los conflictos buscan solamente alianzas para hacerse con un determinado territorio a modo de conquista o recobrar el que consideran arrebatado por razones históricas, aunque lo más surrealista hace acto de presencia cuando la actuación es como redentor en busca de la paz a través de la guerra, por aquello de que para construir primero hay que derribar.
Partir del hecho que la guerra es necesaria en determinados momentos como defensa ante un ataque exterior para hacer valer la soberanía de un país y defender a los propios ciudadanos, nos lleva a un conflicto moral a quienes rotundamente rechazamos cualquier conflicto bélico; aunque, siendo conscientes que la perfección cuando el ser humano está por medio no existe y que el mal está presente en el mundo, evidentemente ante un ataque exterior lo normal es pensar que éste se repela, aunque no para ello hay que utilizar las mismas reglas del juego, sobre todo en protección de una sociedad civil que es la que termina pagando las consecuencias de cualquier tipo de guerra. De tal manera que entendemos que cualquier conflicto armado debe repelerse dejando paso a la diplomacia y a la intervención de estamentos públicos cuya misión es la de garantizar las buenas relaciones internacionales como valedores de los derechos humanos, como Naciones Unidas.
“Partir del hecho que la guerra es necesaria en determinados momentos como defensa ante un ataque exterior para hacer valer la soberanía de un país y defender a los propios ciudadanos, nos lleva a un conflicto moral a quienes rotundamente rechazamos cualquier conflicto bélico”
¿Puritanismo?, no, nada más lejos si entendemos éste como rigidez y escrupulosidad excesiva en el cumplimiento de determinadas normas de conducta moral pública o privada. En todo caso, si tuviéramos que etiquetar este rechazo absoluto a la guerra su fundamento partiría del humanismo o supervivencia social, de ahí que condenemos cualquier tipo de justificación de la guerra; porque, además del mal causado demuestra la ineptitud de nuestros gobernantes o su excesiva ambición de preponderancia internacional.
Recordemos como una no muy lejos alianza entre EEUU, Reino Unido y España, durante el gobierno de José María Aznar justifico un ataque bélico contra Irak en busca de armas de destrucción máxima, contraviniendo incluso la resolución de la Naciones Unidas de su inexistencia según los observadores internacionales que se trasladaron a la zona, como finalmente ha terminado demostrándose; circunstancia que, como todos sabemos fue la muerte inútil de 92.614 civiles entre 2003 y 2008, según el equipo de Madelyn Hsiao, del King’s College londinense (Reino Unido), en cuyo análisis utilizaron datos de un proyecto no gubernamental (Iraq Body Count) que contabiliza las víctimas de episodios violentos aparecidos en la prensa, contrastándolos con información de hospitales, morgues, estadísticas oficiales y diversas ONGs, lo que hace bastante fidedigna la citada cifra.
En estos momentos España participa únicamente en conflictos armados, según la justificación de nuestros gobernantes por razones humanitarias. Que gran falacia. Nos hacemos garantes de la paz utilizando la guerra o vendiendo armas a países para este menester. Claro, que pensar en la pureza de un país es algo tan utópico como pensar que el poder es innecesario para garantizar el buen funcionamiento de sociedad, salvo que creamos en la Anarquía, donde el estado del individuo debería ser tan avanzado como para hacer posible el autogobierno.
“Que gran falacia. Nos hacemos garantes de la paz utilizando la guerra o vendiendo armas a países para este menester.”
En definitiva, moralmente la guerra no tiene justificación porque con ella se está eliminando el más preciado de los derechos del ser humano como es el derecho a la vida, como tampoco lo tiene la venta de armas de nuestro país a quienes participan de una manera u otra en dichos conflictos, porque haciéndolo se está manchando las manos de sangre. Tal es el caso de la venta de armamento a Arabia Saudí, uno de sus “socios” internacionales, armas que terminan matando a seres inocentes como son los niños.
Según Naciones Unidas, sólo durante 2016 más de 15.500 niños atrapados en conflictos armados fueron víctimas de violaciones de derechos generalizadas, incluidos asesinatos y mutilaciones, reclutamiento y negación del acceso humanitario.
En los últimos años, España se ha convertido en uno de los mayores exportadores de armas del mundo, cuando la respuesta debería ser por el contrario el incrementar la ayuda y asistencia a los niños atrapados en conflictos armados, las víctimas más inocentes, como en el caso de Yemen donde se enfrentan Arabia Saudita e Irán, con más de 4.000 niños asesinados o que han resultado heridos desde que empezó el conflicto en marzo de 2015. Lo que demuestra que la catadura moral de quienes gobiernan ni siquiera está a un nivel aceptable, máxime cuando se les llena la boca de estar preocupados y de participar en la defensa de los derechos humanos en otras partes del planeta, lo cual es cierto, pero no por ello quedan redimidos de ser cómplices de las muertes de civiles, entre ellos niños, en otras partes del mundo, con la consiguiente correponsabilidad de todos nosotros que no hacemos lo suficiente para rechazar con energía cualquier tipo de conflicto bélico.
Campaña de recogida de firmas de Save the Children España contra la venta de armas de nuestro país. Si quieres participar haz clic aquí