Foto: artwork of loid mongoloid and company. http://wearemongoloid.com/
La ilusión de una paz aparente que difumina el hecho de nuestro apoyo, directo o indirecto, a las aventuras bélicas, en busca de riquezas ajenas, de EEUU y sus genocidas Atlantistas.
No hace mucho que escuché de boca de una amiga que “por lo menos, nuestra generación no ha vivido la guerra”. Se refería a ello en el contexto de una conversación sobre la situación mundial actual.
Tenía razón. Pero no estar “en guerra” no significa que nuestro país no participe en las guerras de los demás.
Así le dije. Me daba la razón asintiendo, pero no me supe explicar bien.
Se puede estar “en paz” y que una guerra cercana te arruine, provocando una catástrofe humanitaria. Pero también se puede ignorar una guerra lejana y forrarte vendiendo material bélico a los contendientes. Depende de la moral o de la suerte, según el caso.
También se puede participar en una guerra ajena, pagándola y jugándote la vida, y quedarte con las migajas del botín.
Conviene recordar que la guerra en dos capítulos contra Iraq produjo 40.000 millones dólares de beneficios a Halliburton, la armamentística de un tal Dick Cheney, y un millón de muertos iraquíes. Mientras los ciudadanos españoles nos quedamos con un palmo de narices, viendo cómo se nos metía en una guerra claramente imperialista en la que no nos jugábamos nada, nuestro país apoyaba la contienda para que los monopolios de la guerra yanquis se forraran con la sangre derramada por los iraquíes.
Pagar, palmar y ver cómo otros se llevan el botín. Porque al final de todas las guerras hay un botín, para eso se hacen. Lo que pasa es que no lo dicen por la tele ni los periodistas con reputación se atreven a denunciarlo. Porque si nos dijeran claramente de qué va cada guerra que hay actualmente en el mundo, nadie podría apoyarlas abiertamente sin ser un sádico sin escrúpulos o un psicópata sanguinario y codicioso. Tampoco, claro está, se podría convencer a la población de que es mejor no pensar en las guerras si están lo suficientemente lejos.
Y el meollo de todo este asunto es precisamente ese, que vivimos en una guerra imperialista por las riquezas mundiales, disfrazada de cruzada por la libertad, justificada con nuestra garantía de seguridad interna, en la que millones de inocentes mueren cada año gracias a las armas que pagamos entre todos a través de los presupuestos públicos.
La nueva ministra de la guerra, Cospedal, ya ha acatado las órdenes de la OTAN de incrementar nuestra contribución a las guerras de EEUU por el mundo, parafraseando, incluso, al mismísimo Obama: “España debe aumentar su contribución a la defensa que proporciona EEUU”. En concreto, el Nobel de la Paz de las 26.000 bombas exigió incrementar el presupuesto público hasta un 2% del PIB. 20.000 millones de euros, 3 billones y medio de pesetas, que, como no puede ser de otra forma, saldrán de nuevos recortes en nuestros servicios públicos.
“Y el meollo de todo este asunto es precisamente ese, que vivimos en una guerra imperialista por las riquezas mundiales, disfrazada de cruzada por la libertad, justificada con nuestra garantía de seguridad interna, en la que millones de inocentes mueren cada año gracias a las armas que pagamos entre todos a través de los presupuestos públicos.”
De estos asuntos, nuestra querida prensa monopolizada no dice ni pío. El tema de las guerras en las que participamos, para que las grandes empresas monopolistas se forren bien los bolsillos, no parece ser merecedor de debates televisados. Ni a izquierda ni a derecha se trata a fondo el sentido de las guerras por el mundo y a quién benefician. Y, por supuesto, nunca se dice quién las paga, porque somos nosotros.
Lo recalco para que, cuando alguien comente que no estamos en guerra, se le pueda decir: No, pero sí que las pagamos todas.